La intérprete nacida en Barcelona nos dejó el pasado sábado con un sinfín de obras teatrales, series de televisión y momentos en la gran pantalla, a su espalda.
Debutó en el teatro en 1974 con su papel en Las troyanas, de Eurípides. Desde entonces trabajó en numerosos montajes de grandes autores nacionales e internacionales, y su labor de interpretación y dirección fue ampliamente reconocida por el público y la crítica, recibiendo en 1988 el Premio Nacional de Interpretación, en 1989 el Premio Margarita Xirgu y en 1995 el Premio de la Crítica por en La señora Florentina y su amor Homero, de Mercè Rodoreda.
Aunque dedicó gran parte de su vida profesional a los escenarios –como actriz y como directora–, también tuvo tiempo para la pequeña pantalla catalana apareciendo en series como El cor de la ciutat o La tarda és nostra, y para el séptimo arte, donde participó en películas como Xtrems, de Abel Folk y Joan Riedweg, Mirant al cel, de Jesús Garay; Más allá del jardín, de Pedro Olea; o Razones Sentimentales, de Antonio A. Farré.
Fue en la gran pantalla dónde pudimos verla en sus últimos trabajos, Stella Cadente, de Luis Miñarro; y en Rastros de Sándal, de María Ripoll.
