La vida laboral de Tere Montoya estuvo muy ligada a lo que se movía detrás de los focos y las cámaras. Conocida por toda la profesión, se movía por el laboratorio de Fotofilm como si de su casa se tratase. Reconocida junto a otros cuatro compañeros en el Homenaje a los Profesionales del noviembre de 2011, aseguraba entonces “tener más salidas para los problemas que el mismo metro de Sol. Entraba a trabajar a las siete de la mañana y a las ocho de la tarde no me daba ni cuenta de que habían pasado trece horas”.
Por su memoria paseaban continuamente infinidad de nombres propios que han brillado en los títulos de nuestra cinematografía década tras década: José Luis Garci, Andrés Vicente Gómez, Gonzalo Suárez, José Luis Alcaine, Fernando Trueba, Enrique Cerezo, al que conoció cuando él tenía 16 años, y Tedy Villalba, al que recordaba con especial cariño porque en 1987 le invitó a la primera ceremonia de los Premios Goya® en el Lope de Vega. Asegura preferir a los nacionales, aunque su profesión la hizo coincidir con mitos como Claudia Cardinale o Brigitte Bardot.
A pesar del amor que profesaba a su trabajo, llegó al cine casi por casualidad. En 1965 entró a trabajar en Fotofilm por un amigo, un puesto de trabajo que la embaucaría y que la llevó a ser reconocida por sus compañeros en la Academia en 2011. Se mostró muy emocionada e insistió en remarcar que “el homenaje me lo han hecho todos los días de mi vida: los detalles que la gente del cine ha tenido conmigo año tras año me han hecho verdaderamente feliz”.
Su capilla ardiente ha quedado instalada en el Tanatorio M30.