No es habitual estar nominada con un cortometraje y después en su debut en el largo.
He tenido mucha suerte y, curiosamente, disfruté mucho más la nominación del largometraje de este año: estaba más relajada, conocía ya el camino, lo pasé mejor. Con el cortometraje me sentí más presionada por ser la primera vez, estaba más nerviosa y me angustié mucho más. Cada vez que te nominan es una experiencia maravillosa y te va dando como ‘puntos imaginarios’ de referencia. Una recompensa de este tipo hace más fácil que puedas seguir, es un gran empujón en esta carrera de fondo que es el cine.
Es envidiable que haya trabajado con la misma productora en sus cortometrajes y en su primer largometraje.
Avalon ha significado una parte importante de mi vida, hemos hecho un viaje conjunto en el que ellos me han apoyado desde el principio y eso tiene mucho valor, hemos hecho dos cortometrajes y un largometraje. María Zamora realiza una labor exquisita que consiste en interesarse por directores desde sus comienzos con sus iniciativas pequeñas para luego hacerlas grandes y así fue conmigo: demostraron mucho interés desde que yo dirigía vídeos experimentales y cortos de bajo presupuesto. La pena es que esta fórmula sea tan escasa en el cine español.
La libertad y el riesgo han marcado ese viaje conjunto.
El sistema de producción de Avalon es el mismo para un largo que para un corto, así que yo no he notado la diferencia entre un formato y otro. Es ideal trabajar así siempre, no importando la duración.
¿Cuando dirige, qué momento disfruta más?
La preproducción sin duda, ahí es donde se traza el camino de la dirección. Es la parte más importante de todo el proceso: una buena preparación te garantiza poder ser más libre en el rodaje. La disfruto mucho porque es el laboratorio donde se gesta todo, y se planta la semilla de la que será tu película, larga o corta.
¿Qué ha trasladado del corto al largo?
En primer lugar la experiencia y la seguridad que te aporta el haber rodado otras historias con nivel profesional. Después para mí es vital la capacidad de generar equipos de trabajo. Es un tesoro repetir con colaboradores y comenzar a formar una pequeña familia. Es muy importante poder trabajar con gente con la que tienes un entendimiento mutuo, te sientes a gusto, tienes ideas en común y la misma visión estética, creativa y artística. Yo he conseguido todo ello con algunas personas de mi equipo con los que trabajé en mis cortometrajes y espero seguir así hasta que ellos quieran.
Todos están muertos es una coproducción internacional, ¿qué le ha aportado esto?
Eso ha sido la gran diferencia respecto a mis cortometrajes, me ha abierto un punto de vista más global al poder trabajar con gente de cualquier lugar del mundo. He podido contar con actores mexicanos, argentinos y españoles, y la posproducción la desarrollé en dos países diferentes. El cine es una gran familia, pero no solo aquí, sino en todo en todo el planeta.
Precisamente esa globalidad le ha llevado a México.
Sí, ahora estoy aquí trabajando, dirigiendo publicidad y preparando mis próximos proyectos. También estoy esperando el estreno de Todos están muertos, que se anuncia para el 16 de octubre.
Lo próximo que va a rodar…
Tengo un proyecto de cortometraje, se titula La gallina y estoy buscando financiación para rodarlo en México. Es una fábula que critica la intolerancia homófoba: dos chicas lesbianas del DF van a casa de la madre de una de ellas para comunicarle que se van a casar; la madre esa misma noche reza a dios para que cambie a su hija y esta aparece a la mañana siguiente convertida en gallina. El corto cuenta la peregrinación de la madre, la novia y la gallina por Las tres Cruces intentando solucionar el problema.
¿Y la siguiente película?
Estoy enganchadísima escribiendo el guión y puedo decir que es una road movie romántica y fantástica que se rodará en España.
