Dicen de ella que tiene la mirada limpia. No solo por sus ojos azules, sino por ser capaz de desgajar cualquier historia retomándola desde un punto de vista constructivo. Nuria Vidal vino de México a Barcelona y se encontró su profesión, la que hoy es su vida, casi sin quererlo. «¿Por qué no?» fue su espontánea réplica al conocer que La Vanguardia buscaba crítico. De género masculino, probablemente, pues, aunque nadie le dijo que no la contrataban por ser mujer, alguna vez sintió que preferían «a un señor». A vuelapluma se convirtió en pionera en lo suyo. Ríos de tinta y muchos golpes de tecla ha dado desde el orwelliano 1984, año en el que empezó a escribir para no dejarlo jamás. «Escribir es mi vida… De esto no hay retiro posible», asegura esta crítica con mirada pura que el cine español tuvo la suerte de tener de su lado.
Nació en México. ¿Le enseñaron a amar la cultura desde que era una niña?
Nací en México porque mis padres eran refugiados de la guerra. Mi padre tenía una librería y mi madre trabajaba en una editorial, los libros estaban en nuestra casa a la orden del día. Tuve televisión desde mis 7 años y allí vi muchísimas películas: me encantaba el cine mexicano y, como no doblaban las películas, veía cine en versión original desde que era una cría.
¿Es de las que, a su llegada, veía España en blanco y negro?
Tengo esa misma sensación, España era un país muy gris, llovía y hacía frío. Pero me adapté enseguida y Barcelona me permitió comenzar a ir a los cines de barrio dos o tres veces a la semana. Cuando empecé a salir con Ramón, mi pareja con la que sigo y con la que estoy desde los 16 años, íbamos al cine continuamente.
El cine ya le apasionaba, pero no se formó para ser crítica.
Estudié Geografía, porque a mí lo que me gustaba era el urbanismo y mi idea era especializarme en geografía urbana. Estuve trabajando tres años en el área metropolitana de Barcelona, pero cerraron y me quedé sin trabajo. En ese momento, mi marido empezó a llevar la Filmoteca en Barcelona. La oficina estaba en mi casa y empecé a ayudar. Al final fueron ocho años: hacía documentación, programaba, escribía los textos de los dossiers…
Y de repente, un día…
En 1984 me llamó un amigo diciéndome que en La Vanguardia se habían quedado sin críticos. “¿Te apetece?” Pensé que por qué no. Me encargaron una crítica que solo firmé con mis iniciales.
¿Recuerda cuál fue esa película?
Era una película rusa con un título que decía algo así como Cielo líquido [en realidad, era una película estadounidense dirigida por el ruso Slava Tsukerman: la historia de unos aliens que llegan a la Tierra en una pequeña nave espacial en busca de heroína]. Desde mayo de 1984 no he dejado de escribir.
Tuvo dos cómplices en este oficio.
José Luis Guarner y Ramón, mi marido. Para mí Guarner sigue siendo un referente en tres cosas: que una crítica es una pieza literaria, por lo que debe estar bien escrita; intentar mantener una cierta ironía y una cierta distancia; y ser capaz de aceptar que no puedes cambiar las cosas. Con ambos he discutido mucho por no estar de acuerdo, pero me he dado cuenta de que no hace falta estar de acuerdo, lo que hace falta es escuchar.
Fue mujer pionera en esta profesión. ¿Cómo fue recibida por sus colegas?
Es cierto que la mayoría de ellos no hicieron la más mínima distinción, pero tampoco lo valoraban demasiado. Tuve algunos problemas para que se me considerara al principio, porque pensaban que iba a ser algo circunstancial, que estaría escribiendo un año y me cansaría. Pero mira dónde estoy.
¿Alguna vez sintió su trabajo cuestionado por el mero hecho de ser mujer?
No se me dijo nunca que no se me daba trabajo por ser mujer, pero sí sentí en algunos momentos que, si tenían que escoger, preferían a un señor. Me refiero a los dueños de los medios de comunicación, a los que mandan, porque al fin y al cabo los colegas teníamos los mismos problemas, que nos consideraran y nos pagaran decentemente.
¿Le gusta el periodismo cinematográfico que se hace hoy?
Sí. Es muy variado y diverso. No es lo mismo leer la crítica de El País o La Vanguardia que la de un blog o una revista online. La crítica que se hace en internet ya no está tan sujeta al mercado y, al mismo tiempo, la que se hace en los periódicos está más mediatizada por tener cada vez menos caracteres. Eso para mí sí es un problema.
Usted escribe un blog semanal y siempre puntual.
Es algo que no podría hacer en ningún otro sitio, internet da una libertad de creación enorme. Hace años propuse a Fotogramas hacer una colaboración mensual y me dijeron que no tenían espacio. Agradezco al ordenador que me permita escribir y publicar lo que quiero cuando quiero. Es difícil encontrar en esta selva que es la red lo verdaderamente interesante, pero si te dan pistas tienes una herramienta sin igual.
¿Qué es para usted el periodismo?
Para mí lo importante es la escritura, el periodismo aún no tengo muy claro qué es. Escribir de la realidad que nos rodea y de la que se refleja en el cine, si sabes mirarla, me parece apasionante.
¿Cuál es la utilidad de la crítica?
La crítica me parece importantísima porque establece un puente entre el creador, ya sea pintor, novelista o cineasta, y el consumidor, que es el público. Facilita la comunicación entre ambas partes y es una ayuda. Si la crítica es trascendental es porque se producen muchas cosas, y ahí siempre necesitamos que alguien nos guíe.
¿Se escribe distinto cuando se conoce al creador?
Te enfrentas de manera diferente y negarlo sería mentir. Eso no quita que hagas el esfuerzo para seguir siendo honesto. Somos humanos y el mundo no deja de existir cuando se apagan las luces de la sala. Aún así, intento que me condicione lo menos posible.
Un crítico nunca debe perder…
La honestidad, es fundamental. Quien te lee debe saber que puede confiar en ti, que no das bandazos y no le engañas. Otra cosa que me parece fundamental es el respeto al realizador, por muy mala que sea una película hay mucho trabajo en un largometraje como para cargárselo de un plumazo. Siempre he intentado ser honesta y no perder el respeto.
¿No siente que ahora todo es muy rápido? ¿Qué piensa cuando un periodista sale de la sala móvil en mano para lanzar un tweet?
Lo detesto. No tengo Twitter porque me conozco, pero me parece una barbaridad que algunos escriban tweets desde el mismo pase de prensa. Esto no tiene que ver con la crítica, esto tiene que ver con la chafardería y con el chisme. Twittear enseguida no es bueno para el cine ni para nada. Allá ellos, no me voy a poner yo ahora a dar lecciones de lo que tiene que hacer la gente.
Considera que la crítica necesita cierto poso.
En esto no hay reglas ni fórmulas, pero para mí hay tres momentos fundamentales: pensar, escribir y releer. Para hacer una crítica necesitas estos tres momentos y cada uno necesita un tiempo. Yo dedico más tiempo a pensar que a escribir y releer; tardo más en pensar por dónde entro a una película, porque cada historia pide un acercamiento distinto.
¿En qué momento de su carrera le llega este galardón?
Me llega muy mayor, pero con suerte con mucha vida por delante. Me hizo mucha ilusión que se reconozca que he estado peleando por el cine español desde muchos ámbitos, no solo desde la crítica, sino desde los festivales, en Berlín donde estuve trabajando, y montando retrospectivas de cine español en países muy diversos.
Podrá seguir disfrutando del cine cuando ya no tenga que escribir sobre él, ¿piensa en retirarse?
Pero si escribir es mi vida… De la escritura uno no se jubila nunca y de ver cine tampoco, porque ¿qué haces? ¿retirarte y no ir al cine? ¿retirarte y no escribir? Lo tengo claro: de esto no hay retiro posible.