Nacida en la Barcelona de 1946, Emma Cohen, talento y personalidad a raudales, nació en el seno de una familia acomodada con la que no tardó en romper. Cursó estudios de derecho pero su formación en teatros universitarios hizo que la interpretación terminase arrebatándole. El mismo año en el que vivió en primera persona el mayo de 1968 en París, se estrenó en el cine con el papel de Mariona en Tuset Street, filme en el que apareció en los títulos de crédito como Emma Silva.
Se convirtió pronto en musa de los realizadores más singulares de nuesta cinematografía, pero terminaron dirigiéndola muchos de los directores del momento –Jorge Grau, Javier Aguirre, Roberto Bodegas, Jesús Franco, Eloy de la Iglesia, Mariano Ozores, Fernando Colomo, José Luis Garci, Imanol Uribe, José Luis García Sánchez…–. Títulos como El hombre que se quiso matar, Españolas en París, El diablo Cojuelo, La semana del asesino, Al otro lado del espejo, Nosotros que fuimos tan felices, Deseo y Celedonio y yo somos así, entre otros, dibujan su filmografía en la década de los setenta.
En el rodaje de una película de Javier Aguirre (Pierna creciente, falda menguante), conoció a Fernando Fernán-Gómez, que se convirtió en el hombre de su vida y la dirigió en Mambrú se fue a la guerra, El viaje a ninguna parte y El mar y el tiempo. A sus órdenes también protagonizó junto a Paco Algora, fallecido en marzo, Bruja, más que bruja, la historia de un adulterio que este viernes vuelve a las salas rescatada por A Contracorriente Films. En la presentación del filme, que ha tenido lugar hoy en la Academia de Cine, Helena Llanos, nieta de Fernán-Gómez que ha acompañado a Emma en sus últimos días, ha afirmado que Emma Cohen “significa básicamente disfrute absoluto, vitalidad a chorros y una generosidad brutal. He tenido la inmensa suerte de compartir tiempo a su lado y ha sido un aprendizaje intenso y permanente, siempre desde la alegría. Habría que quedarse con su goce absoluto de la vida”.
Nada se le resistió a esta mujer que también escribió y dirigió cortometrajes como La plaza, Quería dormir en paz, La Chari se casa, Yo que sé y El séptimo día del sol. Emma Cohen, que llegó a toda una generación sin pretenderlo dando vida a la archiconocida Gallina Caponata, se pasó al mundo de la literatura en los ochenta, cuando publicó su primera novela, Toda la casa era una ventana. Con el tiempo publicó otros títulos como Magia amorosa para desesperadas y desesperados, Ese vago resplandor, Muerte dulce y Rojo milady.
Emma, más que Emma
De homenaje improvisado a su figura sirvió la rueda de prensa celebrada en la Academia con motivo del estreno en salas este viernes de Bruja, más que bruja. Lo propició Fernando Lara, que quiso que fuesen «fieles a su memoria», leyendo un poema de Fernán-Gómez, publicado en los años cincuenta en su obra Roma por algo (Y querré volver un día / para descansar mis ojos / en las verdes aguas de ese lago, / para llorar alegre / por un tiempo muerto / recién resucitado).
«Acabo de hablar con Juan Diego y me ha sugerido que deberíamos cambiar el título a esta película y ponerle Emma, más que Emma. Se dirá mucho sobre esta mujer, pero todo lo que la rodeaba se convertía inmediatamente en material progresista en el sentido artístico. Cuando cogía un papel lo convertía en algo lleno de futuro», aseguró García Sánchez, al que se sumó José Lifante afirmando que «para ella que hayamos podido ver hoy esta película también es seguro una fiesta». El productor del filme, Juan José Daza, reveló que «Emma se entregó al papel de Mariana, sabía que Fernando iba a hacer su película más libérrima y estuvo muy pendiente de todo lo que él quería». Bruja, más que bruja, que podrá verse en pantalla grande cuarenta años después de su estreno, es en palabras de una espectadora «una pseudo zarzuela valleinclanesca que se refleja en los ojos de Emma».