Fernando Trueba: “El cine de un país es una especie de tesoro, un archivo que ningún otro medio puede hacer”

Por Chusa L. Monjas · Foto: ©Gyorgy Stalter · 21 noviembre, 2016

Estrena La reina de España, el regreso a la gran pantalla de los personajes de La niña de tus ojos

Apegado a sus libros, a la música y a los amigos, Fernando Trueba no vive en una película. Amante de la risa y de la ironía, el director, guionista y productor madrileño se autodefine como un tipo “normal” que siempre intenta hacer el mejor filme posible con la complicidad de los que le acompañan en la aventura de hacer cine. Desde sus comienzos con Ópera Prima en 1980, el cineasta acepta los fracasos “como parte de la vida y del oficio. Cuando haces una película corres un riesgo, pero el riesgo es parte de la grandeza de dedicarnos a esto”, manifiesta el autor de Belle Epoque, Two Much, Chico&Rita y El artista y la modelo, que el próximo 25 de noviembre tiene un estreno muy especial: el regreso a la gran pantalla de los personajes de La niña de tus ojos, cinta con la que logró uno de los mayores éxitos de su carrera y siete Premios Goya.

«No es ni una segunda parte ni una secuela, es una película independiente en la que se reencuentran los personajes de La niña de tus ojos 18 años después. Esta propuesta nació hace años y, aunque me divertía la idea, al principio no la hice caso. Me la tomé como un juego mental, pero pasaba el tiempo y se me ocurrían cosas bonitas, gags, situaciones, diálogos…Pregunté a los actores si les apetecía el proyecto y como todos me dijeron que sí, me puse a escribir el guión sin prisas ni agobios y con el propósito de que el público lo pasara bien. Me parece un milagro haberla terminado, es una realidad por la capacidad de lucha de Cristina Huete –la productora–. Hubo momentos en que pensé tirar la toalla, y eso que estamos acostumbrados a sufrir porque Belle Epoque se canceló tres veces”, explica.

Vuelve Fernando Trueba con una Macarena Granada (Pénelope Cruz) como estrella consagrada en todo el mundo que regresa a la España franquista, al Madrid de finales de los años 50 para rodar una superproducción sobre Isabel la Católica. Antonio Resines, Santiago Segura, Jorge Sanz, Loles León, Rosa María Sardá, Neus Asensi y Jesús Bonilla conforman la troupe de La reina de España, historia a la que se han incorporado Javier Cámara, Ana Belén, Chino Darín, Arturo Ripstein, Clive Revill, Cary Elwes, Mandy Patinkin y Carlos Areces.

 

18 años es mucho tiempo, ¿cómo fue el reencuentro?

Muy bonito. Nos hemos divertido mucho, hemos disfrutado estando juntos, he sentido que a todos les apetecía mucho el proyecto. Para los que primero trabajo es para los que están en la película, la clave es seducirles con el proyecto porque necesito su complicidad, entusiasmo y su entrega. Es muy egoísta por mi parte porque no les pides solo que hagan su trabajo y aguanten horas de espera, les reclamas el alma, la gracia, que se dejen llevar, que nazcan en cada plano.

De La niña de tus ojos salió tan satisfecho que siempre dijo que le gustaría repetir.

Fue una experiencia muy feliz. Pasaba el tiempo y muchos de los técnicos que participaron en el filme me decían que había sido el mejor rodaje de su vida. Fueron muchas las horas que trabajamos en Praga, pero las horas no existen cuando estás haciendo lo que te gusta. En cambio, si estás sufriendo cada minuto es un suplicio.

¿Cómo se pasa de La niña de tus ojos a La reina de España?

Es la vida. Los personajes vuelven a encontrarse en un rodaje y están los dos extremos: a Macarena, que ha triunfado, es una estrella mundial, tiene premios…y al otro lado está Fontiveros hecho migas, un hombre al que la vida le ha pasado por encima. Y entre estos dos extremos, están los demás. Quería reincidir en que fuera una película dentro de una película. Ahora vamos más allá porque metemos a la gente en un vagón y la llevamos al cine de esa época.

¿Siente nostalgia de esas macroproducciones que se hicieron en nuestro país?

No. Esto es un regalo al espectador. El cine tiene muchas cosas maravillosas, una de ellas es que tu ves Nader y Simin, una separación y cuando sales, además de haber visto una lección de moral, de complejidad, un estudio del ser humano, has aprendido más que si hubieras vivido dos años en Irán porque ves las casas de los pobres, a unas personas que son religiosas y otras laicas, un juzgado, cómo se relacionan los miembros de una familia… y te das cuenta que su nevera es igual que la tuya porque también tienen imágenes de sus seres queridos puestos con imanes. Ni los periódicos ni la televisión te cuentan esto porque no hablan de la vida de verdad. Con Esa pareja feliz, El verdugo o Plácido entras en el túnel del tiempo porque, además de ver unos clásicos, vas a la España de aquel momento y te metes en la vida y las casas de la gente. Una película antigua española, aunque sea mala, te asoma a muchas cosas. Los políticos serían un poquito más inteligentes si se dieran cuenta de lo importante que es el cine de un país, que es una especie de tesoro, un archivo que ningún otro medio puede hacer.

Pero, ¿a usted no le gustaba ese cine a lo grande?

No me gustaba nada ni El Cid, ni 55 días en Pekín y tampoco La caída del imperio romano, a mi me gusta Renoir, Berlanga, pero es muy bonito recrearlo. Mi padre sí que disfrutaba con las producciones de Samuel Bronston, me llevó a verlas todas de niño. Mi padre no iba mucho al cine, pero siempre nos llevaba a las espectaculares, a las películas de Bronston, Benhur y el Cinerama.

La vida de los cómicos, la mejor vida

De La reina de España ha dicho que es un homenaje al cine.

Es una carta de amor al cine y a la gente que trabaja en este medio, donde he conocido a las personas más cojonudas, generosas, divertidas, arriesgadas y locas de mi vida. Al cine le debo haber conocido a Fernán-Gómez, Rabal, Azcona, Billy Wilder, Jean-Claude Carriére, Bresson… Eso es un regalo y un recuerdo que siempre se queda contigo.

¿Es el cine para usted una forma de vida?

Es más para los técnicos, que acaba una película y empieza otra. Los directores hacen una cada dos años y el resto del tiempo están pensando y trabajando en la próxima. Ya me gustaría a mi ser uno de la troupe, a los que envidio porque el oficio les lleva de un lado para otro, son los titiriteros en el sentido más noble y glorioso de la palabra. La vida de los cómicos es la mejor vida que existe, la más hermosa, aunque a veces lo pasan fatal. Esto es lo que he querido retratar en La reina…

Que es su regreso a la comedia.

Es mi manera de ser. A través del humor, entiendo la vida. La comedia es ser consciente de tus limitaciones y tus miserias, y hace que te mires y mires a los demás con tolerancia.

Usted empezó en los 80 con una comedia, género por el que se decantaron muchos de sus compañeros debutantes. Ahora, los cineastas noveles sienten más atracción por el cine negro, los thrillers.

He tocado varios géneros y sin quitarle mérito a ninguno, la comedia es el más difícil. Cuando empiezas a hacer cine intentas imitar al cine americano, una enfermedad que se cura con los años. Comienzas imitando para acabar encontrándote a ti mismo. Cuando hice Ópera prima estaba obnubilado por la visión de Annie Hall, que la vi más de 40 veces, Es un problema de edad, a todos nos gusta parecer más listos de lo que somos y parecer lo que no somos, y me incluyo.

Uno de los pilares de la comedia es el reparto.

Sí. Es una ventaja muy grande escribir para actores determinados, que en el caso de La reina…se ha dado en un porcentaje alto. Cuando escribía para Penélope, para Jorge o para la Sardá, ya me reía por lo graciosos que eran en mi imaginación diciendo la frase. De alguna forma y sin ellos saberlo, estaban coescribiendo conmigo.

Imagino que en este viaje habrá echado de menos al guionista Rafael Azcona.

A Rafael le echo de menos todos los días de mi vida. En mi despacho hay una estantería en la que tengo una foto muy bonita de él, a la que he mirado muchas veces para consultarle que le parecía lo que estaba escribiendo. Creo que me ha dado su aprobación, que no se enfadaría. Hay muchas personas que estuvieron en La niña… que ya no están en La reina…, donde homenajeo a Emilio Ruiz porque no se puede hablar de ese cine sin hablar de este mago de los efectos especiales. Y en la escena en la que sale el portero de los estudios de cine donde se rueda La reina de España y dice una frase, quería a alguien que, aunque el gran público no sepa quien es, para mi tiene un gran significado: el director de fotografía Juan Mariné, que a sus 97 años sigue trabajando por el cine español. Su presencia significa mucho para mi y para la película.

No es la única participación, porque también ha puesto a los directores Arturo Ripstein y J.A.Bayona delante de la cámara.

Bayona parece un proyeccionista de la época y Risptein hizo pequeños papeles de joven y su padre produjo más de 200 películas. Nada es casualidad en esta historia. Clive Revill trabajó con Billy Wilder, estuvo nominado al Globo de Oro por Avanti, estrenó en Broadway el musical Oliver y Marat-Sade en Londres con Peter Brooks y la Royal Shakespeare Company. Tiene 87 años y en la película no dice ‘corten’ dos veces de la misma forma. Un día organizamos un pase de Avanti porque él no la había vuelto a ver, y cuando todo el equipo empezó a aplaudir, se puso a llorar. La película está llena de cine, escarbas y te sale cine por todos los lados -muestra que Franco era un cinéfilo y se hace referencia a las primeras conversaciones sobre cine español, las Conversaciones de Salamanca-.

Al reparto original ha incorporado a Ana Belén, Javier Cámara y Chino Darín.

Escribí el papel para Ana Belén, con la que nos pasó una cosa muy curiosa. Encontramos en Budapest un estudio de cine como los que había en Madrid en los años 50. Cuando llegó Ana Belén me dijo: ‘Fernando, siento que estoy donde rodé mi primera película, Zampo y yo, con 14 años’. En ese momento supe que no nos habíamos equivocado con la localización. Chino, dentro de su juventud, tiene el aspecto de un galán clásico, y los personajes de Javier Cámara y Cary Elwes, que ha trabajado con Mel Brooks, son los que más cambios han tenido en el rodaje por sus aportaciones y las mías.

¿Habrá una tercera entrega?

No lo sé. He jugado con esa idea, pero las ideas no las tienes, te tienen a ti.Tengo dos guiones escritos que podría empezar a rodar ya. También quiero escribir un thriller romántico y una nueva historia de animación con Javier Mariscal.

Trabajo «por aproximación»

Cuenta Fernando Trueba que nunca ha buscado ‘el estilo’, que solo ha procurado “contar cada historia lo mejor que sé. He hecho cosas muy diferentes, nadie me puede acusar de repetirme. Todos los cineastas, con nuestras limitaciones, tenemos una forma de mirar al mundo que sale”. Y que en estos momentos, aunque no baja la guardia, controla la tensión, “se vivir con ella” y trabaja “por aproximación. Me siento más como un escultor modelando, un toque aquí, otro allí”.

Ha tocado muchos palos, pero el cine social no es lo suyo.

No va con mi personalidad. Ken Loach lo hace muy bien, siento mucho respeto por los que hacen ese cine, pero mi carácter es otro, y cada uno debe saber el instrumento que toca. Soy un romántico, me gusta más recrear el mundo que denunciar sus injusticias.

Usted quería ser pintor, su primer cortometraje fue un trabajo sobre Chillida, su hermano Máximo, al que dedicó El artista y la modelo, era escultor. Parecía claro que la creación era el camino a seguir.

Mi entorno era todo menos artístico. Una revista de arte dedicó tres números seguidos a Chillida y mi hermano y yo, con solo 13 años, pasábamos las hojas de esa publicación como si fuera un tesoro. Mi hermano y yo creamos nuestro propio mundo en un entorno en el que no estaba previsto que salieran dos marcianos a los que les gustaba el arte.

Su hermano David y su hijo Jonás han seguido sus pasos.

Son las dos personas a las que siempre pido consejo cuando estoy con un guión, con una película. Uno de los días más emocionantes de mi vida fue cuando David me dio a leer su primera novela.

¿Cómo ve el cine del futuro?

Los cambios tecnológicos me parecen normales. Lo que no sé si tiene vuelta atrás o la va a tener es el que deje de ser un fenómeno colectivo. Soy valedor de ver las películas en pantalla grande, con mucha gente alrededor. Hablan de las palomitas, de que las butacas no son cómodas… Crecí en los cines de barrio, donde se comían pipas, incluso algunos cenaban, y a pesar de esos supuestos inconvenientes eso me hizo amar el cine, a llorar con un filme triste, a reírme con una comedia, a emocionarme. No quiero que eso se pierda y desearía que, como me pasó a mi, los chavales pudieran disfrutar de una película de Buster Keaton junto a 1000 personas porque eso es lo más grande.

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