Zoe Berriatúa: «Mi relación con el cine es de amor-odio»

30 agosto, 2018

Reivindica a «los olvidados» del cine en su segunda película, En las estrellas

Proviene de una familia de cineastas, historiadores, restauradores y coleccionistas de cine, y entró en el gremio como actor, oficio al que agregó el de director de cortos y, apoyado por Álex de la Iglesia, dio el salto al largometraje. Zoe Berriatúa estrena este viernes su segunda película, En las estrellas, una declaración de amor al cine protagonizada por Luis Callejo, Macarena Gómez y el niño Jorge Andreu. «Es una historia sobre perdedores, sobre los outsiders de la industria», adelanta el autor de esta producción en la que despunta la fantasía.

Por Chusa L. Monjas

 

La luna, lavadoras que se convierten en naves espaciales, frigoríficos que se transforman en robots gigantes, monstruos marinos, lugares imposibles procedentes de miles de películas… Un mundo de fantasía para esta historia de un padre alcohólico, sin trabajo y deprimido, que cuenta a su hijo historias fantásticas que espera rodar algún día.

Jamás tendríamos presupuesto para toda la fantasía que requería esta película porque el público está acostumbrado a los sofisticados efectos especiales del cine americano. La oportunidad vino a mitad del proceso del guión, cuando el protagonista se convirtió en un técnico de efectos especiales. Vemos los decorados construidos en La princesa prometida o en filmes de ciencia ficción de serie B y se notan que son decorados, tienen un encanto que nos alucina. Da igual la credibilidad porque estamos deseando convertirnos en un niño y que nos cuenten un cuento. El cartón-piedra es bonito, nos gusta que los monstruos sean de goma y se muevan en stop motion, ver los decorados pintados y que se noten que son pinturas porque nos trasladan a un lugar interactivo donde el espectador tiene que poner de su parte y convertirse en un niño.

Su película reivindica el oficio de los técnicos del cine.

De los olvidados del cine, que son los directores y técnicos malditos. En las estrellas transcurre en 2008, periodo en el que hubo un punto de inflexión porque desaparecieron los efectos analógicos y ese cine que se guardaba en latas. Los técnicos con más talento que ha tenido esta industria se quedaron obsoletos, dejaron de existir. La película es un réquiem a la fantasía, a la pérdida de los mitos, a ese sueño que era el cine analógico.

De ahí su aire meláncolico.

Yo tenía entre manos un dramón, la dura y triste historia de un niño que deja de creer en su padre y en sus sueños. Quise dar un tono meláncolico, entre comedia y drama, a este largometraje que se desarrolla entre ruinas, negativos perdidos de película, oficios olvidados y técnicos desamparados.

Usted forma parte de la industria.

Si, pero siempre la he mirado como si mi familia y yo mismo fueramos los malditos del cine español. Mi padre (Luciano Berriatúa) tenía muy buenos guiones e ideas, pero por alguna razón casi nunca terminaba las películas. En las estrellas es, en parte, una forma de resarcirme y de expurgar fantasmas de mi infancia, de un niño que creía en su padre. Te haces mayor y ves que esos sueños nunca se van a cumplir.

El cine como catarsis

Para mi sí. Es autobiográfica de una forma muy muy metafórica porque mi padre no es alcohólico, no se olvidaba de mi en un parking y mi madre vive. Hay referencias directas como cuando el padre y el hijo van a ver las ruinas de unos decorados. Yo iba con mi padre a buscar trozos de decorados en las ruinas de los estudios de Juan Piquer Simón. Estaban muy cerca de Madrid y había un poblado del Oeste, un cohete espacial, unos trajes de monstruos…Todo eso se me quedó grabado, mi sensación de ver aquello grandioso, maravilloso, descomunal lo he proyectado en la película con esas ruinas cobrando vida.

 Fotos © Andre Paduano

 

La «maldición» de los Berriatúa

¿Ha visto su padre la película?

No solo la ha visto, sino que me ha ayudado a constrastar escenas de guión. Por el momento no me ha desheredado. No sé de que forma se va a vengar de mi después de la película que he cometido.

La película rezuma amor al cine.

Es verdad, pero también es cierto lo contrario. Mi relación con el cine es de amor-odio. Lo amo de una forma heredada, en la casa de mi padre hay cintas de vídeo que sepultan habitaciones enteras. Si mi padre hubiera tenido éxito como director, yo me hubiera dedicado tranquilo y feliz a lo que me gustaba, a dibujar y a seguir haciendo mis libros de ilustraciones. Fracasé en mi carrera como actor y llegar al oficio de director no es fácil. A esto se sumó lo que yo llamo la maldición de los Berriatúa. Los héroes… y En las estrellas es mi venganza personal para romper esa maldición.

Le costó 10 años levantar Los heróes del mal y ésta, que es más compleja, tres.

No soy disciplinado, me ha costado mucho coordinarme con un equipo de producción de una forma industrial en una película con cromas, niños, muchos cambios de decorados y rodada en muy pocas semana. El cine es tan complicado, hay tanta competencia, que solo se pueden sacar las películas desarrollando relaciones de confianza ciega y de fe en tu equipo. Y es lo que hace Álex de la Iglesia cuando produce, el tiene confianza ciega en su director, no pone condiciones. Y eso ha hecho posible esta película tan estrafalaria, tan inusual y tan poco comercial. En las estrellas es una película caprichosa, poética, en la que yo he expurgado todos mis fantasmas, tanto con mi padre como en mi relación con la inocencia.

Ninguna de sus dos películas son cómodas.

Son incómodas. No juego a la polémica, no enseño sangre ni culos, ni hago gore. Aquí está el esfuerzo de muchas personas a las que tengo un gran respeto y voy a gastar su tiempo y el del espectador, que no solo paga la entrada, sino que va a poner su cerebro en mis manos durante 90 minutos de su vida. Y ya que tengo esa oportunidad, voy a intentar hacer la película que me gustaría ver, a veces lo consigo y a veces no. No hago cine por dinero, no creo que ningún director lo haga, y claro que me gustaría que En las estrellas funcionara, pero más importante que la taquilla es tener la oportunidad de contar lo que uno quiere o al menos intentarlo.

¿Cuál es el sueño de su vida?

Llevar al cine una novela que leí a los 20 años, el ‘Poema de Gilgamesh’, que necesitaría un presupuesto como el de Furia de titanes.

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