Fallece Jordi Grau

26 diciembre, 2018

El cineasta catalán abordó numerosos géneros

Películas experimentales o vanguardistas, comedias, terror, clásicos de la literatura catalana, historias muy personales sobre las relaciones amorosas en una sociedad represora, el musical, el documental, el cine comprometido socialmente, el fantástico… Géneros que abordó Jordi Grau, cineasta que ha fallecido este miércoles en su domicilio madrileño, a los 88 años de edad.

Figura clave del cine fantástico en nuestro país, Ceremonia sangrienta y No profanar el sueño de los muertos son consideradas clásicos y precursoras del género en nuestro país. Grau estableció su primer contacto con el cine como ayudante de dirección, y entre 1963 y 1970 rodó varias películas que plasman la España de esa década tan crucial para el cambio de nuestro país –Noche de verano, con Francisco Rabal; El espontáneo; el drama ActeónUna historia de amor; Historia de una chica sola y Chicas de club-. Autor del musical Tuset Street , con guión de Grau y Rafael Azcona y protagonizado por Sara Montiel, Grel cineasta u se adentró en el cine de terror y fue el primer director que se enfrento a la censura con el desnudo de María José Cantudo en La trastienda.

Su versatilidad queda patente en La siesta, Coto de caza, El extaneger-oh! de la calle Cruz del Sur y Tiempos mejores, el último largometraje del director y guionista catalán, íntimo amigo de Federico Fellini, que tituló sus memorias como Confidencias de un director de cine descatalogado.

Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine, ha lamentado la pérdida de este «un buscador incesante, un cineasta de referencia obligada, sobre todo en los años sesenta y setenta, época decisiva para nuestro cine. Personalmente, tuve ocasión de tratar con él hace unos meses en la Academia, a donde acudía con asiduidad. Jorge, Jordi, era un hombre muy querido y valorado en la profesión. Descanse en paz».

 

Despidiendo a un grande, despidiendo a mi padre

Carlos Grau, profesor universitario, director y guionista

Se acabó, fin, bajada de telón, the end… espacio infinito es lo que queda, mucho más allá de este momento efímero de luz en el que nos quedamos, que es la vida, y que brilla, más, mucho más, gracias a Jordi Grau.

Intenso y mandón, apasionado sereno: creador por encima de todo, mal espectador, o mejor dicho, espectador siempre crítico, nada complaciente. Se le conoce por ser director de cine, mítico autor de la escuela de Barcelona (signifique lo que quiera significar), personaje clave en el cine de la transición donde su película La trastienda, una dura crítica al Opus Dei y al cinismo de la sociedad que quedó inmortalizada para los anales por esos escasos segundos que dura la imagen reflejada en un espejo que supuso el primer desnudo integral del cine español, con la inefable María José Cantudo de protagonista. Gran amigo de Fellini, admirador de Rosellini, Ford y Bresson.

Y sin embargo mucho más. Escritor; en su último libro publicado se autopresentaba como un director descatalogado, y nos remitía a sus experiencias para conseguir hacer su primera película, Noche de verano, o su polémica relación con Sara Montiel, que desembocó en negarse a firmar como propia la película Tusset Street. En realidad siempre ha sido, en cualquier edad, un director con ideas, ganas y proyectos, pero que en su última época se encontró sin apoyo alguno para poder dirigir (no es el único caso, por ejemplo Paco Regueiro sigue y sigue intentándolo). Ya sabemos lo cruel que es la industria en general y lo poco que cuidamos los valores culturales propios en particular. Nada que ver con Portugal y su gran Manoel de Oliveira, o Grecia con el no menos grande Theo Angelopoulos.

Jordi fue poeta por necesidad vital desde muy joven, también fotógrafo y pintor; incluso escribió varias canciones para sus películas (una de ellas, cantada por Nuria Feliú, burló incomprensiblemente la censura, tal vez porque estaba en catalán). Con un punto de vista original y exigente, muy exigente consigo mismo y –lo he sufrido en mis carnes– con los demás. No se casaba con nada ni con nadie. Sus trabajos al frente de la FERA (Federación Europea de Realizadores Audiovisuales) sirvieron para defender, entre otras cosas, la integridad de las obras audiovisuales tal y como la deja su autor frente a actuaciones comerciales que, por ejemplo, querían poner color a lo que era originalmente blanco y negro, siempre presente la dicotomía entre autoría y propiedad de la obra (los realizadores norteamericanos aplaudieron y se integraron en esta defensa, como es lógico, por su propio interés) Obsesionado por el orden, el control y la estética… sus paellas eran un placer multidisciplinar, una auténtica juerga. Alguien tan grande que nos va a dejar un vacío imposible. Cuanto más cercanos más vacío, pues él abarcaba mucho y, para los más próximos, va a ser duro hacerse a la idea.

Un vacío que los friquis del terror van a saber llenar. En los últimos años solo los entusiastas friquis del terror han inundado la vida de Jordi de homenajes y cariño, mostrando una profunda y sincera admiración. Su incursión en este género, de un modo casual y totalmente atípico dentro de su obra, ha trascendido las fronteras mucho más que cualquier otro trabajo suyo y No profanar el sueño de los muertos o, mejor dicho, The living dead at Manchester Morgue se ha convertido en un icono del cine de terror en todo el mundo. Precisamente la última entrevista se la hicieron este verano para una edición de esta película en 4k que van a editar en Estados Unidos. Gracias, muchas gracias a vosotros, friquis, le habéis llenado de alegría y perplejidad su última época.

Y por último, la Gemi, Gemma Arquer, mi madre, actriz y escritora que colaboró en alguno de sus guiones. Su compañera de vida y de arte, alguien maravilloso a quien él, en la última época, pensaba y trataba casi como a una hija… hasta que la perdió, murió repentinamente en 2014, y valoró lo mucho que le aportaba, lo mucho que llenaba y equilibraba, de modo que, sin ella, casi perdió sentido su vida. Ahora, de nuevo, donde sea y como sea, vuelven a estar juntos; por lo menos es seguro que están en un lugar luminoso, en un sitio llamado recuerdo.

El 26 de diciembre es el día de San Esteban, es un día en el que los catalanes solemos (me siento e incluyo como catalán aunque también soy tanto o más madrileño, por contradictorio que parezca) celebrar con unos canelones, estilo Rossini, hechos con los restos de la “carn d´olla” que sirvió para comer el día de Navidad junto con la”escudella” y los “gallets”. Ese día solíamos compartir la comida con el gran amigo de Jordi y hace tiempo fallecido, Alfredo Mañas, gran autor teatral, seguro que todos recordaréis Los Tarantos (también es padre de mi amigo Achero) y ese día de este año 2018 era el fijado por mí como objetivo para que estuviéramos todos en su casa de Madrid: sus hijos, nuestras parejas y sus nietos… en realidad no somos tantos, apenas ocho, nueve si le contamos a él.

Pues bien, todos estuvimos y todos nos despedimos de ti, pero tú, Papá, te fuiste por la mañana, el 26 de diciembre, en San Esteban, y nos dejaste… sin canelones.

T´estimen molt, Jordi.

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