Rafael Cobos: “Los guiones invisibles son los más difíciles”

Por Chusa L. Monjas · Foto: ©Sergio Caro · 22 marzo, 2019

El guionista sevillano ha sido reconocido con el Premio Ricardo Franco del Festival de Málaga-Academia de Cine

Empezó escribiendo textos para su compañía de teatro, medio al que regresará “en cuanto vuelva a perderle el respeto”; hizo sus pinitos literarios –“he escrito dos novelas muy malas. Algún día conseguiré crear una de la que no me avergüence”–; y lo intentó con Medicina y Derecho, pero Alberto Rodríguez y Jacques Tourneur irrumpieron en su vida. Con el primero se dedica desde entonces a escribir dramas sociales, retratos generacionales e historias policíacas y de espías para la gran pantalla. El sevillano Rafael Cobos, que también ha creado guiones para otros directores, recogerá el Premio Ricardo Franco, galardón impulsado por la Academia de Cine y el Festival de Málaga, que en su edición número 22 también ha reconocido a Julia Gutiérrez Caba (Biznaga Ciudad del Paraíso), Cecilia Roth (Premio Retrospectiva-Malaga Hoy), Javier Gutiérrez (Premio Málaga-Sur) y Raúl Arévalo (MálagaTalent-La Opinión de Málaga).

 

¿Qué supone para usted el Premio Ricardo Franco?
Me hace muy feliz. Y por muchas razones: porque lo otorga un Festival que ha hecho –y hace– tanto por la cinematografía española; porque lo hace con el respaldo de la Academia. Y porque lleva el nombre de un guionista al que siempre admiré profundamente.

Desde su creación, hace ya 20 años, es el segundo guionista que recibe este galardón. El primero fue Rafael Azcona.
Muy al contrario de lo que dice el tango, veinte años son demasiados. De modo que me alegro por mí y por todos mis invisibles compañeros. Una ratio así hay que cambiarlo.

Azcona decía “para escribir me las apaño, pero para hablar me crispo y me pongo nervioso” ¿Cómo lleva lo de hablar en público?
Con sumial y cerveza, mucho mejor.

A los dos goyas que tiene –uno por el guión original de La isla mínima y otro por el guión adaptado de El hombre de las mil caras– suma ahora el Ricardo Franco. ¿Para qué sirven los premios?
Para mantener la vanidad alerta. Sin ella es probable que fuéramos mucho mejor en lo que hacemos. La duda está en si dejaríamos de hacerlo si no la tuviéramos. Mi amigo el poeta Karmelo C. Iribarren tiene una frase muy buena para eso: “hasta la fecha, tengo una trayectoria limpia de premios”.

Por deformación profesional, le debe resultar muy complicado ver un filme solo como espectador. ¿Juzga los guiones en una sala de proyección?
Desgraciadamente, sí. Lo hago. Con demasiada frecuencia. Cuando ocurre lo contrario y me olvido significa que ha pasado algo. Luego me muero de envidia: los guiones invisibles son los más difíciles.

¿Qué película le hubiese gustado escribir?
Los santos inocentes, Missing, Husbands.

¿Tiene muchos guiones que no ha rodado?
Algo más de la mitad de los que han conseguido rodarse.

Ha escrito todos sus guiones en compañía, ¿tiene pensado hacerlo en solitario?
Creo que el acto de escribir, en el fondo, siempre es un acto solitario.

Quería ser poeta, quería ser novelista y empezó escribiendo teatro, ¿cómo llegó al cine?
Gracias a que un amigo me presentó a Alberto Rodríguez y a Jacques Tourneur, de quien estuvimos hablando hasta cerrar todos los bares de Sevilla en un tiempo en que los bares nunca cerraban pronto.

La literatura es clave en muchos de los guiones que ha escrito. ¿Cómo calificaría las relaciones entre cine y literatura?
Dicen que Hitchcock contaba este chiste: dos cabras están en la basura de un estudio de cine comiendo rollos de películas. Una de ellas mira a la otra y le pregunta: ¿qué, cómo está esa? La otra duda un instante y responde: el libro estaba mucho mejor. Creo que cine y literatura tienen una larga historia de vampirismo mutuo. Y el lector y el espectador lo celebramos.

Muy buenos guionistas siempre

En sus historias es muy importante la documentación, ¿disfruta de ese proceso?
Mucho. La documentación sirve para darle un punto de brillantez a casi todas las historias que se me ocurren. Sin ella, la ficción sería demasiado previsible.

Mariano Barroso, presidente de la Academia, dijo en el discurso que pronunció en la última edición de los Premios Goya que “todos venimos del mismo origen, que no es otro que la palabra escrita por nuestros guionistas, que son los que están en el principio de todo”. ¿Reconoce el cine español la figura del guionista?
NO.

El guionista planta la semilla, pero cuando empieza el rodaje, ¿se siente desplazado?
Normalmente, el guionista solo se siente desplazado cuando se estrena la película.

«Cine y literatura tienen una larga historia de vampirismo mutuo»

Con Alberto Rodríguez forma un tándem ¿indisoluble?
Cualquier tándem creativo que se mida en términos de solubilidad está condenado al fracaso.

¿Hay un reparto de tareas entre usted y Rodríguez?
Él sostiene que yo escribo y él borra. Me parece un buen reparto.

De media, ¿cuántas versiones hace de un guión?
Si el tiempo lo permite, el 7 es un número “fantástico”.

¿Cuándo se cierra un guión?
Borges decía que las obras no se terminan, se abandonan.

¿Qué le parecen los guionistas del cine español actual?
Muy buenos. Ahora y antes. Siempre lo han sido.

¿Destacaría alguno?
Me gusta mucho la poesía de Fernando León de Aranoa. Lo descarnado de Miguel Barros. La sutileza de Fran Araújo y la infalibilidad de Jorge Guerricaechevarría.

Tanto por la temática como por la narrativa, ¿quiénes son sus referentes?
Costa Gravas. John Cassavetes. Truffaut. Buñuel. Lumet.

Tras La peste vuelve al cine, ¿qué puede contar de su próxima historia?
Cambiamos de género. En este caso: ciencia ficción.

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