Trabajó con cineastas de ambos lados del Atlántico (Bigas Luna, Fernando Trueba, Gerardo Herrero, Tomás Gutiérrez Alea, Juan Carlos Tabío…) y de las cinco ocasiones que optó al Goya al Mejor Montaje, alzó el galardón por El sueño del mono loco y la oscarizada Belle Epoque. Carmen Frías, que estuvo más de 40 años “reescribiendo” películas falleció el pasado viernes, a los 82 años.
Hija del atrecista Manuel Frías, la veterana y prolífica montadora empezó en el oficio de meritoria con Petra de Nieva, y fue auxiliar de Pedro del Rey y Magdalena Pulido. “Pero mi maestro, quien me enseñó a montar, fue el director Antonio Isasi-Isasmendi. Con él me encontré por primera vez con 100.000 metros rodados cuando la media de las películas españolas era de 20.000 o como mucho 30.000. Fue ahí cuando cogí verdaderamente toda la experiencia. El propio Antonio cuando acabé me dijo “ahora ya empiezas a ser una buena montadora”, detalló Frías cuando recibió el Premio Mujeres de Cine.
Desde la sala de montaje, fue “primera espectadora” de numerosas películas y, aunque su carrera está ligada a directores como Fernando Trueba y Gerardo Herrero, son muchos los realizadores que confiaron sus trabajos a esta profesional que entendía que la sala de montaje “no es un confesionario, sino una sala de intimidad”.
Los viajes escolares, Sé infiel y no mires con quién, El año de las luces, Cómo ser mujer y no morir en el intento, Lo más natural, Huevos de oro, Malena es un nombre de tango, Guantanamera, Territorio Comanche, y El alquimista impaciente, son solo una muestra de los más 80 títulos que montó Carmen Frías, cuyo último trabajo en la gran pantalla fue El baile de la Victoria, también firmada por Fernando Trueba.