‘Angelus Novus’, o el ángel de la historia

Por Josetxo Cerdán · 8 julio, 2019

El director de Filmoteca Española, Josetxo Cerdán, reflexiona sobre la importancia de preservar el cine clásico y cómo esta labor debe ir unida a un relato histórico

“… el día que desaparece (…) una película de la que no hay otra copia es como si perdiéramos una iglesia románica.” (José Guirao, ministro de cultura y deporte, 5 de febrero de 2019)

Me siento a escribir estas líneas cuando en Cannes se anuncia el programa ‘Cannes Classics’ de este año. La sección nació en 2004, casi a hurtadillas, y 15 años después se ha convertido en uno de sus principales atractivos para instituciones cinematográficas y programadores de todo el mundo. Cerca de una treintena de títulos (la mayor parte películas restauradas, pero también documentales sobre la historia del cine) se presentarán en la que globalmente es considerada la cita cinematográfica más importante del mundo. No voy a hacer la pregunta trampa de cuántos títulos españoles piensan que hay entre ellos pues, igual que yo, intuirán que no hay ninguno.

El patrimonio cinematográfico ha tomado en la última década una relevancia que nadie supo anticipar. Muchos son los factores que han intervenido para que se produzca esta situación. A su vez, los principales actores internacionales han tomado posiciones en este nuevo marco para la geopolítica y el softpower (anglicismo que amplía el concepto de diplomacia internacional al flujo cultural que circula entre los países, y que también comprende la idea de marca país, en nuestro caso la tan mencionada como mal explotada Marca España). Sin ir más lejos, siguiendo con el recurrente caso francés, solo cinco años después de la creación de ‘Cannes Classics’, en 2009, nació en Lyon el Festival Lumière, impulsado por el mismo director de Cannes y creador de Classics, Thierry Frémaux. Solo la creación de ese festival, que en diez años se ha convertido en una de las citas más chic del calendario festivalero, debería haber sido motivo suficiente para prestar atención a lo que estaba ocurriendo. Pero el movimiento no se detuvo ahí. Tres años después del primer Lumière, en 2012, y dentro de la misma cita anual, se dio carta de naturaleza al Marché International du Film Classique. La geopolítica y la diplomacia cultural –este es un ejemplo más– llevan incorporada una parte de negocio globalizado que no podemos obviar. Y hay más. Una de las discusiones más vivas del reciente congreso de la FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos), celebrado en Lausanne (Suiza) el pasado mes de abril, atendió al progresivo encarecimiento de los precios de alquiler de las películas clásicas en sus versiones digitalizadas (y a veces, solo a veces, restauradas). No estoy diciendo que tengamos que imitar el modelo francés, pero sí quiero llamar la atención sobre lo que está sucediendo en los mercados cinematográficos globales. Aquellos países que no ocupen una posición en el nuevo terreno de juego en los próximos años lo tendrán mucho más difícil hacerlo más adelante.

Mucho se ha hablado (y escrito) sobre cómo la digitalización ha afectado a los procesos de producción, distribución y exhibición del cine. También ha sido motivo de una gran discusión (lo sigue siendo) el de la preservación digital de las películas (tanto las creadas en dichos formatos como las analógicas). Sin embargo, poco se ha dicho sobre el renacimiento del cine clásico como parte de la estrategia de los países en sus políticas de difusión cultural.

«La preservación del cine clásico no tiene sentido si no forma parte de un relato histórico»

El Gobierno Español (cualquiera que sea, del color que sea) debería dotar a la Filmoteca Española de los medios adecuados para que desarrolle una estrategia global y posicione al país en ese contexto de la geopolítica audiovisual, donde el cine clásico (de los diferentes contextos nacionales) juega un papel cada vez más relevante. Sin una política pública al respecto, por mucho que se quieran esforzar algunos productores en restaurar sus títulos, es una batalla perdida. Y no lo olvidemos: el cine español actual será valorado en los mercados internacionales en tanto en cuanto forme parte de un relato histórico, de una narración que lo sustente. Es cierto que quizá vamos un poco tarde, pero conviene pensar que se trata de una oportunidad única que no podemos perder. Es hora de que Filmoteca Española recupere el contacto con el mundo académico (universitario) y sepa hacer el trabajo de traducción, transferencia y diseminación de los nuevos relatos que en ese ámbito se han creado sobre el cine español en las dos últimas décadas. Un relato plural, diverso y complejo que no pueda ser secuestrado políticamente y que nos permita a todos reconocernos en él. En nuestro caso, ese relato histórico que está por construir tiene la doble ventaja de servir tanto para dentro como para el exterior.

Filmoteca Española tiene seis cometidos legales (RD 7/1997) que cumplir: recuperar, preservar y restaurar el patrimonio cinematográfico; salvaguardar y custodiar el archivo de películas y obras audiovisuales; difundir el patrimonio cinematográfico; fomentar investigaciones y estudios principalmente de cine español; colaborar con otras entidades similares, dentro y fuera de España; y formar personal para catalogación, conservación y restauración. Ninguno de ellos tiene sentido si no convergen en ese nuevo relato al que hacíamos referencia antes. Filmoteca tiene que ser, y solo puede ser, ese ‘Angelus Novus’ que pintó Paul Klee e interpretó Walter Benjamin como el “ángel de la historia” en 1920:

“Hay un cuadro de Paul Klee que se llama ‘Angelus Novus’. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”.

Historia, memoria e identidad convergen (incluso colisionan) en esa ecuación benjaminiana. Es hora de que nos pongamos a trabajar con ella.

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