A la búsqueda de quién pondría voz y rostro a un personaje tan carismático, “José Luis Gómez no me parecía mala opción, pero le tenté y no respondía claramente. Fui al estreno de La parranda, donde trabajaba con Sacristán, y vi que él podía hacerlo mucho mejor. Así que al acabar la película pasé de largo de Gómez y abordé a Sacristán, que ante mi pregunta respondió: mataría por hacer ese papel”, desveló Olea.
José Sacristán acompañó ayer al cineasta en su encuentro con el público, que contó además con la presencia de la directora Marina Seresesky y la beneficiaria del programa Residencias Academia de Cine Beatriz Herzog. El interpreté confesó que le resulta “milagroso que exista un personaje como este en las circunstancias del momento. Al margen de la calidad cinematográfica del cine de esos años, tuvimos la suerte de empezar a contar nuestras historias, a contarnos nosotros mismos. Era un momento en el que el ciudadano y el actor iban de la mano”. Olea señaló que “al contrario de Pim, pam, pum, fuego, en la que nos obligaron a que el protagonista en vez de ministro fuera estraperlista –cambio que posteriormente celebró el propio Azcona–, Un hombre… no se vio afectada por la censura. Se hizo en un momento en el que los fachas estaban debajo de la moqueta. La gente tenía muchas ganas de respirar y eso se imponía. De hecho, creo que es mi película que más ha recaudado en taquilla, y eso a pesar de que aún estaba vigente la ley de vagos y maleantes”.
Seresesky destacó del realizador su “liviandad para contar las cosas. Los cineastas ahora somos muy graves y es hermoso hablar desde la comedia”. El personaje de Asier Etxeandia en su ópera prima, La puerta abierta, “era un reto: quería que viéramos la persona más allá de su identidad de género, y Flor de Otoño fue un referente. Es un travesti que tiene una hondura y una tristeza que queríamos también para nuestro personaje. Esa mezcla en la cinta, la unión entre la historia del atentado y del cabaret, hace enorme la película”.

Fotos © Marina Gómez Corona e Isabel Salcedo
El tren eléctrico
Olea, que comenzó en el oficio haciendo cortos en súper 8 “tremendamente pedantes” y prácticas en la Escuela Oficial de Cine, debutó para sí con El bosque del lobo, “la primera película de la que me siento orgulloso, aunque sin las experiencias anteriores no hubiera sido capaz de hacerla”. De su cine, donde siempre se ha mostrado “más interesado por los perdedores que por los héroes”, se mostró contento de que algunas películas, como La casa sin fronteras o No es bueno que el hombre esté solo, “gusten más ahora. J. A. Bayona me dijo hace poco que La casa sin fronteras era estupenda, así que ¿quién soy yo para contradecirle?”.
En el homenaje de la Academia de Cine, que presentó el vicepresidente de la institución, Rafael Portela, y que contó con la presencia entre el público de Ana Belén y Víctor Manuel, Manuel Gutiérrez Aragón, Fernando Arribas, Javier Gurruchaga, María Barranco o Fernando Lara, Olea parafraseó a Orson Welles, “que decía que el cine es el mejor tren eléctrico que te pueden regalar. Es un arte con el que jugar, tiene que conservar algo lúdico cuando te dedicas a él. Todo lo que ha tenido de tren eléctrico el cine me ha gustado. Siempre he podido elegir qué iba a hacer y, aunque a veces me he equivocado, siempre he jugado con ese tren”.