Una obra humana | Encuentro con Emma Lustres, Daniel Monzón y Antonio Resines

Por Foto portada Rebeca Figueiro · 28 noviembre, 2019

La Fundación celebra el décimo aniversario del estreno de Celda 211 con la proyección de esta cinta ganadora de ocho Premios Goya, dentro del ciclo ‘Así que pasen los años’

 

 

«Cuando hice Celda 211 aspiraba a hacer la mejor película posible. Me encantaba esta historia y, lo más valioso para mí y de lo que estoy más orgulloso, es que tiene humanidad que es lo que creo que las películas  deben tener», declaró el propietario de dos goya por Mejor Dirección y Mejor Guión Adaptado por esta cinta,  Daniel Monzón, quien recordó en el encuentro celebrado en la Academia que, tras el estreno de la película, muchas personas le dijeron que se habían reconciliado con el cine español. «Busco que los personajes conciernan al espectador, que le importen y que sufran con ellos. Que sea una obra humana y creo que eso  lo tiene. Tiene humanidad por los cuatro costados», sentenció el realizador, admitiendo que nunca vio venir que se convirtiera en el éxito nacional e internacional que fue,  en lo que estuvieron de acuerdo sus compañeros de mesa, la productora Emma Lustres, y Antonio Resines, que fueron conscientes de este hecho en la puesta de largo en el Festival de Cine de Venecia, donde tuvo lugar la primera proyección pública. «Fue apoteósico, impresionante, algo que había vivido muy pocas veces», reconoció Resines.

Emma Lustres (goya a la Mejor Película por esta cinta) resaltó que , aunque hay muchas películas antes y después de Celda 211  que demuestran que el cine español tiene una altísima calidad y que confirman que nuestro cine tiene mucho nivel en comparación con el resto del mundo, esta historia «abrió la puerta al thriller en España. Después hubo un montón de thrillers estupendos». Y citó filmes como No habrá paz para los malvados, La isla mínima, El niño, 100 años de perdón, El desconocido, Tarde para la ira y Que Dios nos perdone… , entre otros títulos,  «que combinan el entretenimiento con temas de cierta trascendencia que suelen ser muestras de la sociedad en la que vivimos. Como productora me siento muy orgullosa de que Celda… abriera este camino como en su día Alex de la Iglesia lo abrió a hacer películas determinadas y diferentes tras Acción mutante y El día de la bestia. O en el caso de Amenábar, con Tesis, a un determinado cine de terror en España. Celda 211 es la primera gran película thriller español de prestigio», sentenció la productora de El desconocido Invasor.  «Hasta ese momento, que una película de este género ganara 8 goyas era impensable. Fue un hito. Estos premios estaban más ceñidos al drama o al cine más autoral», resaltó Lustres, que  rememoró que algunos de sus colegas  le contaban que todos llegaban a las productoras con el libreto bajo el brazo diciendo que tenían ‘la nueva Celda 211‘.

El origen

La productora ejecutiva de Vaca Films contó  que todo empezó en Barcelona, en un encuentro de productores y guionistas donde se presentaban quince novelas españolas idóneas para adaptar al cine.  Su socio, Borja Pena, se leyó la novela de Francisco Pérez Gandul y la animó a comprar los derechos. «A los dos capítulos le dije a Borja que la comprara ya. Me pareció fascinante y perfecta para llevarla al cine. Después se lo pasamos a Daniel, a Jorge Guerricaechevarría y a Elena Manrique, directora del Área de Cine de Telecinco Cinema. Tuvimos la gran suerte de que e embarcaran con nosotros, que entonces éramos una productora muy pequeñita y éste era un proyecto muy ambicioso, tanto de contenido como de presupuesto».

Y tocó diana con Daniel Monzón, quien hasta ese momento todas las películas que había hecho eran de ideas originales suyas con Jorge Guerricaechevarría. “Tenía ganas de partir de un guion ajeno, pero no me llegaba nada que me acabara de entusiasmar. Empecé a leerlo y me dio el amanecer. El arranque me pareció estupendo, no podía parar y visualizaba y sentía la película que había detrás».

El realizador confesó que fue una adaptación muy complicada al estar contada a través de monólogos interiores, por lo que «contiene el espíritu pero no necesariamente la historia transcurre igual. El final no tiene nada que ver. Malamadre es un traidor en la novela y nosotros queríamos que fuera una persona noble». Tenían muy claro que tenían que hacer su propia película carcelaria. «Queríamos rellenar el espíritu de la novela con una carne que fuera lo más verdadera posible, y la única manera era acudir a las cárceles». Estuvieron meses visitando prisiones, conociendo funcionarios, presos, … «concretamente un homicida que cometió un motín en la cárcel que después rodamos en Zamora». Visitas que fueron cruciales para que Monzón supiera cuál tenía que ser el estilo de la película.

Foto Pilar Melero

Un toro, un Cadillac, un desconocido y presos de verdad

Contar una historia con credibilidad con los mejores actores. Para cumplir su objetivo, Monzón ya tenía un valor seguro, Luis Tosar, quien se empapó del homicida que conocieron para trabajar su personaje. El discurso de Malamadre se rodó al principio porque el director quería que Tosar se ganara el respeto real de los presos. «Lo hizo tan veraz que a partir de ese momento era el líder dentro y fuera del rodaje», apunto Monzón.

Monzón explicó que Tosar no había hecho todavía un papel de caracterización, «que es ser otro y en la propuesta que le hice estaba la apariencia, como caminaba y luego vino la voz». Y contó un pequeño secreto que estaba en la nariz -«yo quería que tuviera un punto animal. Y no le quise hacer una prótesis por el trastorno que suponía, y llegamos a una idea muy sencilla: las tetinas de biberones, las cortamos y se las metimos en cada orificio de la nariz que le ensancha y le daba un aspecto más brutal». Y en esto surgió la apuesta de la voz. Hizo una búsqueda para que no le destrozara a través del diario de 700 páginas de un preso que Luis declamó hasta 3 veces buscando esa voz».

«Para el papel de Utrilla pensé en Resines porque era como un Cadillac, iba a dar un peso a la película importante». «Si alguien se lee el guión, ya sabe cómo tiene que hacer Utrilla, no había que hacer nada. Tener una buena historia facilita mucho las cosas”, dijo el popular actor. Para Calzones (Alberto Ammann) necesitaba un  intérprete desconocido  para que el espectador no viera a un actor ‘haciendo de…’ sino  a alguien que podía ser su vecino. Quería que viviera lo que para mí es una gran tragedia griega. En las 30 horas en las que transcurre la historia, la rueda de la fortuna que tenía a Calzones arriba gira y le aplasta”, añadió Monzón, que  consiguió que Instituciones Penitenciarias les proporcionara presos de tercer grado para la figuración. «Quería que el espectador  se sintiera dentro del motín. Que lo sufriera como el propio protagonista».

Resines, entre anécdotas y risas, contó que hubo momentos de peligro “controlado. El día que me matan,  estaba acojonado. Solo había que ver sus caras. Pero se portaron bastante bien».

Presos reales en una cárcel real que había cerrado. Al responsable de Celda 211 la autenticidad le guiaba a la hora de rodar. «La cárcel te obligaba a trabajar con la propia claustrofobia que el sitio te daba».

 

Foto Pilar Melero

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