Aitor Gabilondo, creador de Patria: “Para cada uno, su dolor es absoluto”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de Javier Cortés y David Herranz · 18 septiembre, 2020

El guionista y productor donostiarra presenta en Zinemaldia los ocho capítulos de la serie que HBO estrenará el 27 de septiembre

Aitor Gabilondo soporta bien la presión ambiental. Son 24 años dedicándose a escribir para televisión, y los diez últimos también produciendo para la pequeña pantalla. Muchas horas de vuelo y muchísimas páginas aprendiendo un oficio que le ha traído hasta Patria, la serie de ocho capítulos basada en el best seller de Fernando Aramburu, que el Festival de San Sebastián exhibirá en una única sesión. “Espero que se vea que hemos sido delicados, respetuosos y precisos con el tema. Por mi condición de vasco y mi compromiso personal con lo que cuenta la serie, me gustaría que abriera un debate sobre lo ocurrido durante tantos años en Euskadi”, expone el creador de este esperado trabajo que el 27 de septiembre estrenará HBO –se iba a lanzar en mayo, pero se pospuso por el coronavirus–, y que será la primera producción de la plataforma que se distribuirá simultáneamente en 62 países.

Gabilondo avisa. “No es un relato definitivo. Es mi modesta aportación, una visión más a la que espero que se sumen otras desde otros muchos sitios, porque el relato múltiple y colectivo de cualquier cosa es lo enriquecedor”, expone el autor de El príncipe, Allí abajo, Vivir sin permiso y Madres, al que, puestos a pedir, le gustaría que se reconociera el esfuerzo que hemos hecho por el equilibrio”, y que entre la avalancha de las numerosas series que se estrenan en todo el mundo de las que se habla 15 días y después se olvidan, Patria fuera “de las pocas que perduran”.

Con un reparto mayoritariamente vasco, Gabilondo muestra cómo el terrorismo trasforma la vida de dos familias unidas por la amistad, la de Miren y Joxian con sus hijos Arantxa, Joxe Mari y Gorka; y la de Bittori y Txato, padres de Xabier y Nerea.

Le llaman ‘el creador de la nueva Patria’ ¿se identifica con esa interpretación?

[Ríe] Es una lectura propia sobre un texto previo y con un lenguaje distinto, el audiovisual. Quiero creer que la serie, que es un trabajo de un talentoso equipo que he tenido el honor de liderar, tiene una identidad y una personalidad propia, complementaria.

Apostó a caballo ganador. La novela se publicó en septiembre de 2016, y la crítica y los lectores se entusiasmaron con este relato que ha tenido innumerables traducciones y premios. ¿Qué le atrapó de la obra?

La perspectiva. Llevaba un tiempo intentando escribir una historia sobre mi juventud en el País Vasco, alrededor de una familia. Navegando por internet llegué a una reseña de la novela que aún no se había publicado. La leí en PDF y encontré lo que estaba buscando, porque hablaba de personas que podía conocer, de lo que sucedió a pie de calle sobre un tema del que llevábamos oyendo hablar 40 años a nivel de tertulias políticas. Esa perspectiva muy humana de ambos lados representados en la misma historia me pareció que era el enfoque adecuado.

Violencia física, violencia cotidiana, el miedo, el silencio, la soledad, el perdón, la esperanza… ¿Qué componente domina la serie?  

La dificultad de la reconciliación, el dificilísimo equilibrio entre recordar y olvidar. Más que del pasado, habla del futuro, de un desafío de cómo gestionamos todo eso.

«Patria trata sobre la dificultad de la reconciliación, el dificilísimo equilibrio entre recordar y olvidar»

Y ¿cómo se va resolviendo, va en buena dirección?

Quiero creer que sí, lo que ocurre es que es muy lento. Lógicamente, cuando se sufre mucho se tiende a olvidar, se pretende olvidar porque duele, pero necesariamente se irá llegando a un reconocimiento de todos los dolores que ha habido. Y será sano y sanador para todos que cada uno cuente como lo vivió, sin instrumentalizar.

Espero que verlo en una ficción también ayude a hacernos preguntas, a ponernos en el lugar del otro. Han sido demasiados años sin poder matizar nada. Todo tiene su momento. Uno no rehúye de la complejidad de la vida, simplificar no me interesa nada, por eso escribo historias para mostrar esa ambigüedad.

Si usted no hubiese nacido en San Sebastián y no se hubiera criado en el Donostia de los ochenta, ¿su forma de entender la violencia sería distinta?

Creo que sí. Esas pequeñas o grandes historias familiares que cuenta la serie no son novedosas para los que somos de allí, siempre se han escuchado. He conocido a unos cuantos Miren, Joxe Mari, Txato…Por esa cercanía tienes más detalles, y para mí un etarra igual no era un etarra, era Juanjo y era vecino. Si estás fuera o no has vivido esa realidad, esa cotidianidad, pues seguramente tienes una visión, no digo que sea mejor o peor, pero sí diferente.

La serie se presenta en su ciudad. Eso es jugar en casa.

Es un sueño. Soy muy cinéfilo [es coautor del libreto de la película Marsella] y devoto del festival. Estar en Zinemaldia es una mezcla entre corte, emoción, ilusión y responsabilidad.

De las tripas

¿Cómo se escribe un guión a partir de una novela para sortear el clásico ‘a mi me gustó más el libro’?

Adquirí los derechos de la novela antes de que se publicara, y nadie se esperaba que esto fuera a ser el fenómeno que ha sido. De haberlo sabido, igual no me hubiese atrevido. Comercialmente hablando, el tema de ETA no es muy popular. No quería hacer un producto, ha salido muy de las tripas, y al ser todo tan reconocible ha sido difícil emocionalmente, porque remueve muchas cosas.

Entonces, ¿ha hecho Patria para comprender un poco más el mundo que vivimos?

Sí. Llevo mucho tiempo haciendo ficción en televisión con afán de evasión, y estoy encantado con la tarea. Las series han cambiado mucho, ahora tienen una relevancia, un prestigio que hasta hace pocos años no tenían. Hay trabajos como Chernobil y Patria que, de alguna manera, complementan un poco al periodismo, y esta es una vertiente que me está interesando mucho y me ayuda a entender lo que pasó, a acercar a los más jóvenes, con un lenguaje que les gusta, temas espinosos, complejos y áridos como este.

Y universales.

Son dos familias, sobre todo dos mujeres, que viven a merced de la corriente que les ha tocado y que podrían ser intercambiables. Es una historia universal porque habla de sentimientos muy básicos, de una madre que se aferra a su hijo y lo defiende, y yo lo entiendo. Son todos tan humanos que es lo que lo hace incómodo de ver y difícil de asumir. El espectador lejos de aquí perderá matices sobre la realidad vasca, pero entenderá los personajes, lo que ayuda a comprender cómo se ha vivido el dolor.

El dolor no tiene bando, el dolor es dolor. Para cada uno, su dolor es absoluto, y de eso va la serie, de ese viaje para saltar todos los obstáculos políticos, sociales emocionales y psicológicos de estas dos mujeres.

En la serie, las mujeres tienen el mando.

En lugar de Patria deberíamos haberla titulado Matria. La forma de ser, el cariño áspero que destilan Bittori [Elena Urueta] y Miren [Ane Gabarain] es muy reconocible, sobre todo en una generación del País Vasco. Hemos hecho un western con señoras maduras con personalidad y entidad en ellas mismas, no solo por lo que les pasa, en un momento en el que no es fácil contar historias en las que los protagonistas no sean los jóvenes.

Esos jóvenes a los que usted quiere captar con Patria.

Me gustaría picar su curiosidad sobre nuestra historia con este trabajo que tiene un lenguaje asequible, muy de ellos. Mis hijas, que eran muy niñas cuando ETA se disolvió, no tienen ninguna noción sobre este tema.

El ‘patito feo’

Desde su fundación en julio de 1959 hasta su disolución en mayo de 2018, ETA ha marcado la historia política de España y ha llenado páginas de guiones de películas y series de televisión. De todos los enfoques del cine español sobre la banda terrorista, ¿en cuál pensó para la serie?

En ninguno. Si quería que tuviera un sabor muy realista, que transmitiera una emoción como la que habíamos vivido con Bloody Sunday, En el nombre del padre y las películas de Ken Loach.

De creador a creador, ¿cómo es su relación con Fernando Aramburu?

Le conocí cuando firmamos los derechos del libro, todas las negociaciones fueron con la editorial. Me dijo: yo ya he hecho mi trabajo, no me voy a meter en nada, ahora te toca a ti. Y así fue.

¿Aramburu ha visto la serie?

Sí.

¿Y?

Prefiero que sea él quien de su opinión.

En las series es común que haya más de un director. Aunar dos personalidades como la de Félix Viscarret y Óscar Pedraza, con el que ya había colaborado, ¿dificulta dejar una impronta en el proceso creativo?

Lo enriquece. Los dos han sido muy respetuosos con lo que les proponía y lo han dirigido, a mi modo de ver, fantásticamente bien. Mi trabajo ha sido dar unidad a la serie y tomar decisiones.

Les ha salido una ficción de ocho capítulos, ¿no fantaseó con que fuera una película?

No. Me lo plantearon, pero temía que se convirtiera en una película que contara un atentado y punto. En esta historia pasa el tiempo y este va esculpiendo a los personajes. Los matices son muy importantes.

Adaptar o crear, ¿que es más trabajoso?

Todo tiene su dificultad. Es la primera vez que hago una adaptación, no tengo mucha experiencia.

Y, ¿es más fácil escribir sobre lo real, con una experiencia vital detrás?

Para mí, sí. La fantasía por la fantasía también está bien, pero me he ido especializando en asuntos que tenga actualidad.

«Mi trabajo ha sido dar unidad a la serie y tomar decisiones»

¿Cómo encaja Patria dentro de su trayectoria?

No me imaginaba la expectativa que se ha levantado, se sale un poco de la televisión. Es un antes y un después personal clarísimo, no se qué voy a hacer después. Estos tres años de intenso trabajo han sido un desafío intelectual, emocional, profesional. Me cuesta imaginar que vaya a tener otra Patria en mi carrera, no la ha habido antes, y después… no lo sé.

Tiene los derechos de otra novela, Lluvia fina, de Luis Landero. ¿Será su próximo proyecto?

Ya veremos.

Estamos en lo que se ha llamado ‘la edad de oro de las series de televisión’. En este éxito, ¿qué papel han jugado los guionistas?

Sin quitar mérito a nadie, somos un grupo de guionistas con modestia y pasión real por contar historias dentro de una industria limitada presupuestariamente, artísticamente, donde durante muchos años la ficción televisiva era el patito feo. Cuando las nuevas tecnologías han permitido el cambio de paradigma que tenemos, nuestro trabajo ha podido brillar más, el de algunos como Álex Pina en La casa de papel, espectacularmente.

Es como una recompensa, pero ha sido un trabajo de años y años en los que no esperábamos tener esta presencia y tampoco que las series de televisión lo tuvieran. Ya se habla del mundo audiovisual, hay un trasvase natural de directores de cine que hacen tele y al revés, y todo esto es bueno porque una industria sólida nos da a los guionistas la oportunidad para contar más y con más medios historias que tengan mayor repercusión.

Una curiosidad: ¿con qué personaje de Patria se identifica?

Como a mí también me ha ido esculpiendo el tiempo, alguna vez he sentido a muchos de los personajes de la novela a lo largo de los años.

Si tengo que elegir uno en este momento, sería Gorka (Eneko Sagardoy), que también escribe y, dentro de la situación que le toca vivir en familia, lucha por su libertad de criterio e independencia personal, y lo hace con dolor.

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