Isabel Coixet : “Las películas que he hecho también son mi biografía”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de Zoe Sala Coixet y Toni Alcalá · 24 octubre, 2020

Inaugura la Seminci 2020 con Nieva en Benidorm, una película que habla de “la belleza de las cosas oxidadas”

‘Hay que adaptarse’ no es el grito de guerra de Isabel Coixet, sino la máxima por la que se guía en su camino profesional la directora, guionista y productora catalana, para la que las cosas realmente importantes son “el arte y las anchoas”. Y por el arte vuelve a recurrir a las emociones en Nieva en Benidorm, historia en la que ha utilizado el género como excusa –la película tiene un arranque de thriller clásico– para hablar de la posibilidad de que las cosas más improbables ocurran. De ahí el título de la que es su tercera producción con El Deseo que el próximo 13 de noviembre llega a los cines.

Pero antes, este sábado, esta obra en la que rinde homenaje a su madre, a Dalí y a Bigas Luna, “a quien se le echa mucho de menos como director y como la persona que más amaba la vida y sabía disfrutar de ella”, levanta el telón de la Seminci 2020, festival en el que recogerá la Espiga de Honor, un reconocimiento que se une al que recibió el pasado septiembre, el Premio Nacional de Cine.

El actor fetiche de Mike Leigh, el británico Timothy Spall; Sarita Chouldhury, Carmen Machi, Ana Torrent Pedro Casablanc comparten protagonismo con la ciudad del turismo masivo y de los rascacielos en la última historia de Coixet, que tiene muchos proyectos ”pero concreto ninguno”. Ahora, su misión es animar al público a que vea la historia de un hombre metódico y obsesionado con las nubes que viaja a Benidorm para visitar a su hermano. No le encuentra, pero conoce a una mujer y empieza otra vida.

 

¿Cómo ha sido trabajar con Timothy Spall y Sarita Chouldhury?

Muy fácil. Sarita fue la primera persona a la que le pasé el guion. Estábamos rodando Aprendiendo a conducir y un día apareció con una falda de cuero porque iba a una audición, la vi y pensé ‘es otra mujer’. Yo buscaba a una mujer de 50 años de la que no se supiera su origen, que es la historia real de Sarita, de padre hindú, madre inglesa, nacida en Jamaica y criada en Roma. Una mujer que también fuera la Linda Fiorentino de La última seducción. Y quería un tipo normal al que le han dado la jubilación anticipada y no sabe qué hacer con su vida, y que hiciera interesante lo anodino, y ese es Timothy.

Quedó seducida por el paisaje humano y urbano de Benidorm, que es uno de los personajes de la historia.

El mundo de Benidorm ha sido muy inspirador. Es una situación geográfica impresionante, con dos bahías y dos comunidades, la inglesa, el carpe diem de los 10 chupitos a un euro; y la española, los señores del Imserso que van allí y se toman también la alegría de vivir, todo está permitido de otra manera, cantan, bailan, se sienten dueños de un lugar. Sé que ahora se van a rodar muchas películas en esa ciudad que tiene todas las paradojas y contradicciones del mundo contemporáneo.

Sus turistas guardan secretos.

Parece el lugar ideal para perderse. Hay un mundo inmobiliario que no sabes muy bien cómo funciona. ¿Qué hace allí el rascacielos más alto de Europa? Ese edificio de la M que parece de una película de James Bond, de Dr. No, lleva años abandonado, aunque ahora parece que vuelve a tener gente. Hay muchos misterios que no se explican.

Timothy Spall ha dicho que Nieva en Benidorm es una película inclasificable, y usted ha reconocido que es rara.

Cada vez me gusta menos que me expliquen mucho las cosas. Cada vez me gustan más las películas con finales abiertos, las novelas donde no sabes muy bien dónde te llevan pero hay una atmósfera que ya te está diciendo muchas cosas interesantes las canciones con más misterio… Cada vez me gusta más elaborar en mi cabeza de qué van las cosas, y con esta historia quería que cada espectador se montara su película.

¿Cuál es la suya de Nieva en Benidorm?

Es una película que habla de la belleza de las cosas oxidadas, de la belleza de las arrugas, de las segundas oportunidades, de pensar que la vida puede empezar en cualquier momento incluso cuando ya crees que no has tenido vida. Habla de cómo te puedes sorprender a ti mismo aceptando cosas que nunca pensaste que aceptarías ni que vivirías. El fulgor de querer a alguien, aunque sea no correspondido, aunque sea cuando crees que te estás muriendo, es un momento que merece la pena vivirlo.

El personaje que interpreta Timothy Spall dice que “no llegamos a ser alguien hasta que alguien nos mira”.

Y esto es aplicable también al que hace Sarita. Cuando él dice que es ‘la mujer más sola del mundo’, ella ve que no es un tipo tan idiota como parece. Y también el que hace Ana Torrent, que es la mujer que limpia, que organiza, que riega nuestras plantas y no la vemos.

Sus películas hablan por usted, ¿teme que sus películas sean demasiado reveladoras, demasiado personales?

Me da mucho pudor, por eso muchas veces escojo cosas que no tengan nada que ver conmigo. El personaje de La librería era yo, y de Nieva… tengo muchas cosas de él y también de ella, que es la mujer que a mí me hubiera gustado ser.

De adolescente, me compré una falda de cuero negra y nunca me atreví a ponérmela porque pensé yo no soy la clase de mujer que puede llevar esa prenda. No está en mi naturaleza ser la mujer fatal que juega con los hombres, que me parece un prototipo admirable. Pero para eso están las películas, uno se realiza un poco a través de los actores que escoge y los personajes que escribe, que a veces no son lo que eres sino lo que te hubiera gustado ser.

En esta ocasión ha trabajado con actores foráneos –Spall, Choudhury y Edgar Vittorino– y de casa –Machi, Torrent y Casablanc– ; y en inglés y español.

Al personaje de Carmen Machi le tengo mucho cariño. Es también parte de las paradojas que me interesan. Cuando pensamos en Benidorm lo más alejado del mundo sería Sylvia Plath. Cuando leí sus diarios y supe que vivió en esa ciudad, pensé en las cosas insólitas que tiene la vida. No he conocido a ningún policía que le guste Plath, pero sí a una mossa de escuadra que le gustaba mucho la poesía. De alguna manera, atribuimos a intelectuales rasgos que tiene un taxista, una policía, un camillero, y eso es lo que me gusta.

¿Con qué tipo de intérpretes le gusta trabajar?

Repetiría con todos con los que he trabajado. Y con todos los que me quedan. Tengo una deuda pendiente con Emma Suárez, hice mi ópera prima con ella, y ya le he dicho que en cuanto pueda quedará saldada.

¿Piensa que las películas le eligen a uno?

Claro. Las películas que he hecho también son mi biografía. Cuando me comentan que por qué no hago otra película como Mi vida sin mí, creo que si intentara hacerlo no podría salir bien. Las películas corresponden a momentos de la vida, y cada época tiene su tono, su elección musical, su luz, su manera de filmar. Tengo 60 años, no puedo pretender ser una chica de 28.

Foto: ©Zoe Sala Coixet – El Deseo

Despertar sueños y vocaciones

Este sábado inaugura la 65 edición de la Seminci y recibirá la Espiga de Honor del festival. El pasado septiembre recogió el Premio Nacional de Cinematografía, ¿se siente profeta en su tierra?

Soy afortunada. Siento que soy una veterana que ha despertado muchas vocaciones, no sé si esto es bueno porque hay tanta gente que quiere hacer cine y esto cada vez va a ser un bien más preciado y escaso. Es bonito despertar sueños en la gente.

Dos días después de que me dieran el Premio Nacional de Cine me dieron carpetazo dos plataformas. Salvo gente muy consagrada que no necesita ni de productoras ni de plataformas, hay que estar ahí constantemente intentándolo.

Ayuda a las cineastas que vienen. Se acaba de estrenar Cartas mojadas, documental de Paula Palacios que ha apoyado.

Y en breve se lanzará la película de Liliana Torres Qué hicimos mal. Hay talento a espuertas, posibilidades menos, pero en la medida que pueda apoyar, lo haré. Me gustaría que la gente tuviera menos problemas en acceder a la dirección que los que yo tuve. Hablamos de las nuevas generaciones y también de personas que llevan muchos años intentándolo. El cine es una labor de picar mucha piedra y también de azar. Si alguien de mi generación tiene un proyecto y pienso que tiene cara y ojos, también la respaldaré.

¿Qué hecha de menos en este freno que ha supuesto la pandemia?

Muchísimas cosas. Para mí, la vida está en escuchar conversaciones en un restaurante, en meterme en una cocina, en estar en el metro y ver a una pareja que se pelea de un vagón a otro. Me cuesta inspirarme en las cuatro paredes de mi casa.

¿Cómo le ha afectado el aislamiento?

Me está costando mucho escribir. Estamos en un mundo que todos vamos con mascarilla, y esto va para muy largo. Me planteo si voy a tener que escribir cosas que tenga que ver con esto, o hago como que no existe la pandemia. Todavía no lo sé.

¿Hay espacio para el optimismo hoy en día?

Tiene que haberlo, si no lo hay, lo crearemos, porque el fatalismo no nos lleva a ningún sitio. Como yo, muchos vamos a seguir haciendo películas, vamos a seguir estrenándolas, vamos a seguir yendo al cine, al teatro, a exposiciones hasta que no nos dejen. Me lo he tomado casi como una mercenaria de cultura.

Foto: ©Zoe Sala Coixet – El Deseo

“Los últimos mohicanos”

¿Por qué son útiles las películas?

Junto con la literatura, han sido los cimientos de mi vida y de como veo las cosas. Yo crecí en una generación en la que el cine era capital, marcaba quienes éramos, que pensábamos, desde besar hasta pelearse, todo pasaba por el filtro cinematográfico. Ahora, esto no es así, pero es insustituible entrar a un cine y conectar con una película.

¿Cuál es el valor hoy del cine en pantalla grande?

Es exactamente como la comida delivery. Es la misma comida, pero llega fría y en un cartón. No es lo mismo que ir a un restaurante, que te la sirvan, te expliquen como lo han hecho, el cocinero te pregunte si está buena… La manera que la recibes en un restaurante es el disfrute máximo de contemplación, sobre todo de satisfacción, desde el que lo ha hecho hasta el que se lo come. Con las películas es lo mismo, para degustarlas bien y en todo su esplendor, las salas.

Unos lugares que parece que están en peligro de extinción.

El peligro de extinción existe. Si yo pido a la gente que vaya a ver mi película es porque siento que es algo seguro. Nos sentimos como los últimos mohicanos, pero ellos lucharon hasta el final, y yo también.

¿Alguna demanda al Gobierno?

Mi única reclamación es que aparquen durante unos meses sus ideas, sus rencillas, su espanto general, y se ocupen de tomar medidas que estén unificadas. Necesitamos un pacto de estado para controlar la pandemia, un pacto que no tenga que ver con la ideología, con el ‘tu hiciste, tu dijiste’, ¡basta de este lenguaje! Lo único que pido es una tregua.

Los que la conocen saben de su sentido del humor, ¿Para cuándo una comedia?

Es lo que más me gustaría, pero soy incapaz. Si me escriben un buen guion haría comedia, que es un género muy difícil.

Hasta el momento, ¿qué película le ha dado más alegrías?

Cosas que nunca te dije, porque pasé de ser alguien que había hecho una sola película que nadie había visto a ser directora de cine. Fue fundamental.

Nieva en Benidorm, ¿que lugar ocuparía?

Si es la última, creo que es un buen canto del cisne.

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