Nasdrovia y el espectador cómplice

Fotografías de Gloria López Díez · 27 octubre, 2020

Los creadores de la serie estuvieron en la Academia junto al director Marc Vigil y la actriz Leonor Watling, en el actor inaugural de Serielizados Fest

¿Se puede dejar de ser gilipollas? Es la pregunta que se planteaba Sergio Sarria en su novela El hombre que odiaba a Paulo Coelho, que ahora ha adaptado a serie junto a Miguel Esteban y Luis Miguel Pérez, bajo el título de Nasdrovia. La ficción, que llega este mes a Movistar+, sigue a Edurne y Julián, dos abogados de éxito profundamente estirados y esnobs. Casados durante años y ahora divorciados, sin hijos y con un trabajo que les absorbe, tienen un miedo atroz al futuro y a la soledad.

En palabras de Sarria, son “dos pijos preocupados por qué cosas se llevan y qué no. Ni siquiera tienen que pensar pensar porque comen donde les indica la guía Michelin y leen y ven lo que les recomienda Jot Down. Pero de repente se enfrentan a la supervivencia, y eso es mucho más difícil de gestionar que las estrellas de los restaurantes a los que van”. Ese peligro a su supervivencia toma la forma de un grupo de mafiosos rusos, que acuden al restaurante que abren para paliar su “crisis de los 40”.

Leonor Watling da vida a Edurne. “A nadie le gusta defender a los corruptos, pero alguien tiene que hacerlo”, explicó la actriz sobre la letrada con pocos escrúpulos a la que interpreta. “Con su exmarido [al que da vida Hugo Silva] forma una estructura de vasos comunicantes, como cualquier pareja que lleva mucho tiempo junta”. Esa falta de reflexión se topará de bruces con la realidad en una inesperada mezcla entre comedia y thriller. “Con esta mezcla de tonos, tienes que fiarte del guión y del director, porque da miedo. Pero está todo en el guión”, explicó.

Para conducir la historia, el personaje de Watling habla directamente con la cámara, rompiendo la cuarta pared. Para Esteban “una de las cosas más disfrutables de la serie son esos monólogos del protagonista. No queríamos perderlos, porque las partes más divertidas del libro eran esos soliloquios interiores. Hemos recurrido al recurso de romper la cuarta pared, que nos gustaba mucho en comedias como The office o Extras. Lo que no esperábamos es que Leonor lo hiciera tan bien”, desgranó el creador, que aseguró que “una simple voz en off no tiene esa complicidad. Y aquí el espectador es cómplice”.

Comedia sin chistes

El encargado de dirigir la historia, Marc Vigil, desgranó el modo en el que la mafia rusa se cuela en la historia: “ver a miembros de la mafia hablando de cosas comunes le da un punto de cercanía, es más Los Soprano que Promesas del este, donde no paran de repartir leña”. Para no desbordar esa fina línea entre el temor y el humor, el realizador probó y probó con los intérpretes: “ves a los actores una y otra vez y llega un momento que dices: esto funciona”. Era importante, en palabras del director, “no poner a unos señores contundentes con un marcado acento ruso que resultara falso. Necesitábamos actores cuyas caras nos remitieran a Rusia, para no depender de los gestos, que si quedan exagerados entran en la caricatura”.

El guion de donde parte todo fue definido por Pérez como “una comedia sin chistes. Es más interesante escribir una así, porque no vendes a los personajes por las bromas. Puedes centrarte en su comportamiento y en su trama sin tener que dejar espacio cada pocos segundos para explicitar una broma”. También definió el corazón de Nasdrovia como “un conjunto de situaciones dramáticas que los actores convierten en graciosas. Eso no se puede escribir, es Leonor y el resto del reparto quienes hacen esa transformación. He escrito muchos chistes en mi vida, puedo morirme tranquilo si no escribo más”, bromeó el creador, que ha batallado junto a sus compañeros durante años en programas como El intermedio. “Venimos todos de la tele y la reivindicamos. No hemos querido hacer mini películas”, concluyó.

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