Hombre polifacético, Gonzalo García Pelayo ha sido de todo a lo largo de su vida. Desde locutor, presentador de televisión y diseñador de un método legal para ganar en las mesas de ruleta de los casinos, hasta figura clave para el rock andaluz, productor musical y cineasta de culto. Son estas tres últimas facetas las que le convierten en uno de los protagonistas de Nueve Sevillas, pero también en su impulsor, junto a otro hombre multidisciplinar, Pedro G. Romero, que ahora debuta como director de cine. En este documental, proponen una geografía del flamenco, a través de las Sevillas de la bailaora chilena Javiera de la Fuente, el poeta David Pielfort, la abogada gitana y feminista Pastora Filigrana, el palmero y bailaor Bobote, el cantante y bailarín húngaro Rudolph, la bailaora africana Yinka Esi, la torera Vanesa Montoya, la actriz Rocío Montero y el propio García Pelayo. Un recorrido que se detiene en las actuaciones de ‘flamencos radicales’, como Niño de Elche, Silvia Pérez Cruz y Rosalía, entre otros, y que desdibuja las fronteras entre artista y público. Precisamente por el encuentro con el espectador, los directores acuden al festival felices de poder presentar Nueve Sevillas en pantalla grande, en un año tan complicado por la situación sanitaria. “Muchos certámenes han pasado a ser online y no es lo mismo. Yo le doy valor a ese contacto personal. Es una alegría que, aunque sea al 50%, se pueda celebrar”, asegura García Pelayo.
La cinta parte del cartel nada convencional que diseñó Pedro G. Romero para la Bienal de Flamenco 2018 y en el que García Pelayo era uno de los nueve protagonistas. ¿Cómo acaba transformado en una película?
P.G.R: Había un montón de energías ya construidas. Yo había puesto en marcha con una productora francesa un proyecto sobre Pepe Habichuela, que no salió, en la que iba a haber seis directores y entre ellos estaba Gonzalo García Pelayo. Y todo eclosionó en la presentación del cartel.
G.G.P: Pedro decía que el cartel era una especie de ‘teatro extendido’ y yo le dije que este teatro extendido era fundamentalmente cine. Le propuse hacer un documental de la Bienal y de todo lo que había detrás del cartel. Nos pusimos en contacto con la Bienal por si podíamos hacerlo con ellos, pero no fue posible y se lo ofrecimos a la productora francesa. En el rodaje teníamos que coincidir con los plazos de la Bienal y con los artistas que ahí estaban, aunque luego el documental se ha desarrollado de una forma que podrían haber estado en cualquier otro contexto.
Los nueve personajes del cartel también protagonizan Nueve Sevillas. ¿Por qué les escogió a ellos?
P.G.R: Son gente con la que he trabajado en muchos proyectos y muy cercana a mí. A partir de ellos, intenté trazar una especie de mapa de lo que para mí significa el flamenco. Aunque están en los límites, Bobote es el único flamenco profesional reconocido.
G.G.P: Yo me sentí raro cuando Pedro me llamó para hacer el cartel, porque ni canto, ni bailo, ni toco la guitarra, aunque he producido muchos discos de flamenco. Pero Pedro siempre habla de que muchas de las personas que aparecen en Nueve Sevillas no son profesionales del flamenco, pero sí tienen una actitud vital que se puede llamar flamenca.
El flamenco se ha retratado muchísimo en el cine. ¿Lo que hace distinto a este documental es que pone el acento en su faceta social y política?
G.G.P: Es un flamenco muy de ahora y muy rompedor. La Bienal de 2018 es posible que pase a la historia, igual que algunos concursos de flamenco famosos, porque de alguna manera se han roto muchas cosas que parecía que no se podían tocar en el flamenco, con las actuaciones de Niño de Elche, la bailarina que toca con el percusionista y que escenifican una pelea de pareja en baile flamenco, Tomás de Perrate cantando en un idioma que no existe…
Fundamentalmente esto es obra de Pedro, que tiene un conocimiento del flamenco desde la investigación. Entonces es llevar el flamenco a los límites, que no es solamente el que canta, sino una manera de estar ante la vida. Eso es lo que la película quiere presentar. No es un documental sobre las mejores figuras del flamenco, como la de Carlos Saura.
P.G.R: Cualquier arte tiene una forma de aparecer en el mundo que es política. No tiene que ver con un flamenco reivindicativo, sino que la forma de estar en el espacio público y de actuación siempre es política. La manera de andar de un flamenco por su barrio es lo que yo entiendo por política, no los mensajes. Además, tengo la suerte de contar con la amistad de todo este grupo de artistas, ‘flamenco radicales’, que les llamo yo, desde Israel Galván a Rosalía. Es impresionante todo el talento del que nos hemos beneficiado en la película y solo puedo estar agradecido.
En el documental se asocia el flamenco a términos como descolonización, emancipación, desclasamiento o feminismo. ¿Qué poder tiene la música como elemento transformador en la sociedad?
G.G.P: Cuando la gente vive la música, como ha pasado con el rock, eso te marca toda la actitud. Antoñete decía que se es torero todas las horas del día y no solo cuando estás delante del toro. No es que nosotros hayamos querido compatibilizar el flamenco con las ideologías de ahora. Es lo que expresan los personajes de una manera completamente libre, no significa que nosotros estemos de acuerdo con lo que están diciendo. Incluso se dan contradicciones entre lo que plantean unos y otros. Pastora Filigrana lanza un discurso que contrasta con una bulería de Rosalía, que no va en la misma línea ideológica que la de ella. Son dos maneras de plantear la posición de la mujer en el flamenco que les salen de manera natural. Donde nosotros ponemos nuestro punto de vista es en el montaje.
El arte popular, en primer plano
Incluyen en el metraje imágenes de la cinta de García Pelayo Vivir en Sevilla y el título Nueve Sevillas ya avisa al espectador de que va a ver nueve visiones de la ciudad. ¿Qué Sevilla querían retratar?
P.G.R: Es una Sevilla en la que yo vivo, que estudio, que me sirve como motor y lugar de aprendizaje. Cualquiera que viva en Sevilla en Semana Santa entiende todas esas dinámicas de lo que significan los barrios, los arrabales, el centro, que en la periferia de repente haya una zona mucho más burguesa de lo que uno se piensa. Esa complejidad de Sevilla la he abordado durante muchos puntos de vista a lo largo del tiempo y la conocía bien. Hemos dejado que transpirara.
G.G.P: Vivir en Sevilla se estrenó en 1978 y este documental se rodó en 2018, así que 40 años después estábamos repitiendo ese recorrido por la ciudad. No en lo que se refiere a los lugares, pero sí en la intención de recorrer tanto la Sevilla monumental, brillante de cara al turismo, pero también la Sevilla más profunda de sus barrios y de su gente.
P.G.P: Esa manera muy nouvelle vague que hizo Gonzalo en el 78 todavía seguía funcionando.
“Es un despropósito cuando se habla de apropiación cultural” Pedro G. Romero
En una charla de Gonzalo García Pelayo con Alfonso Sánchez y Alberto López , ‘Los Compadres, señalan que el problema del cine es que no baja a la calle. ¿En su filmografía siempre ha intentado bajar a la calle?
G.G.P: Me gusta que dentro de Nueve Sevillas haya una reflexión sobre la propia película, su estilo y su sitio en el mundo. La televisión se acerca más a la cuestión popular; sin embargo mucho del humor y de la comedia que se hace en cine no es verdaderamente representativa del humor popular, está con unos estereotipos.
Si nos vamos a la historia, Cantinflas sí que representa algo absolutamente popular, o Totó en Italia. En la película, un personaje como Bobote, cuando cuenta que se tatuó mal la rosa de los vientos, sí que está representando ese humor popular. Hay maestros del cine que expresan lo popular, como Pasolini, y escribiendo sobre mis películas algunos críticos se han referido a él. Me halaga que se compare porque hay una intención de poner el arte popular en un primer plano.
El documental muestra los orígenes diversos del flamenco y propone que tiene que ver más con esta actitud vital que con el lugar de nacimiento. ¿Qué opinión les merece polémicas como la que surgió con Rosalía que fue acusada de apropiación cultural?
P.G.P: Es un despropósito cuando se habla de apropiación cultural. La ignorancia es gratuita. La apropiación cultural es maravillosa y una de las grandes máquinas de apropiación cultural ha sido el flamenco porque se construye a partir de que un grupo que se conoce como «la afición», a mediados del siglo XIX, empieza a apropiarse de alguna forma de toda una serie de músicas y las reelabora con una cierta autonomía y gusto particular donde hay gitanos y no gitanos.
Andalucía es vastísima. Desde Huelva a Almería hay tantas sensibilidades como desde Andalucía al País Vasco. Lo importante son las grandes ciudades de mediados del siglo XIX en las que se produjo un cambio del negocio con América, después de la independencia de Latinoamérica. De vivir de Las Indias, pasaron a depender de otras fuentes económicas y en ese período de decadencia nació el flamenco. Son tan importantes Sevilla, Cádiz o Jerez, como después Málaga, Madrid o Barcelona, o los focos mineros de La Unión, porque eran lugares donde se reunía la afición y acudían los artistas.
La andalucización del flamenco me parece estéril, porque por supuesto Sevilla, Cádiz y Jerez son lugares importantísimos para el género, pero la palabra Andalucía es una especie de intención constitucional que no sé si tiene mucho que ver con el flamenco.
Es artista, comisario de exposiciones, crítico, historiador del arte, escritor, director artístico de danza y teatro, y ahora debuta como realizador con Nueve Sevillas. ¿Seguirá haciendo cine?
P.G.R. Filmé el año pasado parte de una película con Isaki Lacuesta en Roma. Y en Portugal estoy empezando un proyecto que espero que se ruede en verano.
Vengo del mundo del arte y me ha gustado mucho que, en el cine, está muy naturalizado el trabajo en equipo y el relato polifónico, con mucha gente opinando. Es algo que yo he llevado a cabo siempre, pero en el arte he tenido que dar explicaciones. Aquí todos lo veían como lo más natural.