“Siento necesidad de vuestra presencia, este trabajo si no se celebra juntos no tiene sentido”. Así se dirigió Ángela Molina a los asistentes a este encuentro, que recibieron con sonoros aplausos al Goya de Honor 2021, quien rememoró este miércoles en la Academia trabajos, anécdotas y sueños de 45 años de profesión y dio testimonio de lo importante que ha sido el cine en su biografía: un salvavidas en momentos difíciles.
El presidente de la institución, Mariano Barroso, abrió el acto destacando la excepcional trayectoria que llevó a la Junta Directiva a otorgarle el galardón honorífico, que Molina recibirá el próximo 6 de marzo, y que se suma a la Medalla de Oro que la Academia le dio en 2013. “Cuando llevas mucho tiempo admirando a los actores y te encuentras con alguien como Ángela, es maravilloso. Es pura sensibilidad, es poesía y es un regalo escucharte”, confesó Barroso, que reconoció que “lo que me hace adicto al cine es estar cerca de gente como Ángela”.
En este año tan extraño y complicado le llega este reconocimiento, noticia que recibió con “un ataque de alegría. Me reí con una gran carcajada. Fue como un brote de celebración instantáneo”, afirmó la intérprete, que es más consciente de lo que significa su trayectoria cuando se ve con los ojos de los demás. “Con los años, pienso que mi carrera es inabarcable, que lo que he vivido es más grande que yo, mi memoria es más frágil. El pasado es una fortaleza donde yo me puedo amparar porque he vivido los trabajos con pasión. Es como mi piel, soy yo misma. Me congratula mucho pensar que todo lo que es mío es vuestro, porque si no, para qué lo hacemos”, reflexionó.
«Ser yo delante de todos»
Hija, hermana y madre de artistas, la actriz comenzó desgranando el mundo de su infancia, marcada por las bambalinas, los aplausos, las películas y las giras de su padre, Antonio Molina.
“Yo estudiaba declamación con una profesora particular con 12 años y me sabía las mil y una poesías de la lengua castellana. En una reunión familiar, mi padre anunció sin avisarme que yo iba a recitar una poesía. Le dije que no y él no estaba acostumbrado a eso de mí. Me dio la única bofetada que me ha dado en la vida. Me fui llorando avergonzada, porque le había dicho que no a mi padre. Después volví y le dije a mi padre que lo iba a hacer. Todos se emocionaron con el recital y sentí que podía ser yo delante de mis primas y de todo el mundo”, explicó Molina sobre esa primera actuación con público, que fue determinante para dedicarse a la profesión.
Y fue el séptimo arte el que la ayudó a pasar uno de los momentos más difíciles de su vida, la muerte de Antonio Molina. “Sufrí una depresión, no sabía vivir sin mi padre, no podía trabajar. Me rompía en llanto de repente. El director Jorge Silva Melo me dijo ‘mira Ángela, yo te necesito. Vamos a hacer una cosa, si te enamora la historia vente a Portugal y empezamos a rodar y voy a tener un plan B’. Y cuando llegamos al hotel, había una pared llena de películas y me dijo que cuando me diera el llanto me pusiera una, que ni me molestara en elegirla porque todas eran buenísimas. La primera que vi fue una de Roberto Rossellini. Me cuidaron muchísimo en Portugal y me curé, el cine me curó”, recordó.
La mirada de Molina ha cautivado a realizadores fundamentales del cine español, a los que dedicó unas palabras. Para la actriz, Luis Buñuel “es un genio. Una especie de tatuaje en el inconsciente, el consciente, el corazón y la imaginación de todos. Es un genio que te lleva y te hace decirle desde tu más profundo ser llévame donde quieras. Yo siempre veo su cine de una manera distinta”.
Admira “potentemente” a Pedro Almodóvar, con quién ha encontrado una fórmula de trabajo infalible: “a mí no me hace demasiado caso en los rodajes porque yo no le hago demasiado caso, y así funcionamos”. Sobre Jaime Chávarri confesó que “somos muy amigos, es muy creativo, pide muchas cosas a la vez y a mí me gusta mucho porque yo tengo un sentido de indagación rápido, me llena de vuelo e ideas”.
A Josefina Molina la asocia con la delicadeza, “es contenida, elocuente”; mientras que a José Luis Borau le unía una relación “fraterna” y se arrepiente de haber rechazado un papel en Furtivos “porque me tenían que rapar el pelo”.
Jaime Camino, Jaime de Armiñán, Pontecorvo, Bigas Luna, Marco Bellocchio, Ridley Scott, Alejandro Agresti, Miguel Picazo, Gerardo Vera, los hermanos Taviani, Luigi Comencini, Ricardo Franco, Enrique Gabriel, Miguel Littín, Alain Tanner, Tornatore, Agustí Villaronga, Imanol Uribe, Isaki Lacuesta, Julio Medem o Pablo Berger figuran también en la extensa lista de directores con los que ha trabajado la intérprete, que también canta y tiene el título de maestra de danza clásica española y, según confesó, cuenta con una gran imaginación, «tengo bastante, me domina a mí”.
Antes del acto, los asistentes vieron de nuevo en pantalla grande Las cosas del querer, el primero de los tres títulos protagonizados por Molina que la Fundación Academia de Cine proyecta en un ciclo dedicado a la actriz. La mitad del cielo y Carne trémula se verán también en la sala el jueves 28 y viernes 29 de enero, cintas por las que fue nominada al Goya a Mejor Actriz Protagonista y de Reparto, respectivamente, y que recuerda con especial cariño.
A esa niña que estaba»en las musarañas y era muy sentida, pero que también tenía que ser espabilada porque era la tercera de ocho hermanos» y que sigue hoy incansable y en activo –en unos días comienza un rodaje en Vigo–le quedan aún papeles soñados por interpretar. “Algún personaje de Lorca me encantaría. Me apetece muchísimo trabajar con todos con los que no he trabajado, pero no me entretengo en pensar en ello. Hay que soñar porque los sueños, sobre todo los que son buenos, acaban sucediendo sin que te des cuenta”, aseguró el Goya de Honor 2021, que cree que “la vida se reconstruye y reconstituye siempre”.