Nació en Valencia en 1921 y falleció en Pozuelo de Alarcón en 2010. 89 años “que representan una época y que nos permite recorrer cómo ha cambiado el cine español y la propia España”, en palabras del periodista e historiador Miguel Ángel Villena, autor de Berlanga. Vida y cine de un creador irreverente, biografía sobre Luis García Berlanga que sentó en la sala de proyecciones de la Academia de Cine al actor José Sacristán y a la directora de producción Sol Carnicero junto al responsable de esta obra reconocida con el XXXIII Premio Comillas.
Por el tiempo y el trabajo que compartieron con el cineasta valenciano, Sacristán y Carnicero son grandes conocedores de las facetas vitales y artísticas del autor de Plácido, El verdugo y La escopeta nacional. Una figura en la que también se ha especializado Villena, que con el Premio Comillas en sus manos manifestó que le gustaría que el reconocimiento que le entregó Juan Cerezo, director editorial de Tusquets, sirviera para reconocer “la valía y la maestría de Berlanga, y se conociera más o por primera vez su cine brillante, entretenido, un tipo de comedia que te hace pensar, porque sin él no se entendería la España del siglo XX. Las nuevas generaciones deben acudir a sus películas para comprender la España de sus padres y de sus abuelos”, sentenció.
Dos años trabajando en la biografía de su paisano, al que no conoció en persona, metieron a Villena en un “campo de minas”, sobre todo en las etapas de infancia y juventud del cineasta. “Berlanga decía que nació el mismo día del Desastre de Annual, pero lo hizo un mes después; ni en la batalla de Teruel, a la que fue de voluntario, hacía 40 grados bajo cero porque allí nunca se ha alcanzado esa temperatura. Y de pasota, nada, era un perfeccionista de tomo y lomo”, apuntó el periodista, que destacó la importancia que tuvo la pastelería que la familia materna de Berlanga tenía en Valencia en su mirada de cineasta.
“Era un mirón, un gran observador, y esto nace en la pastelería por la que de niño vio pasar a mucha gente: al niño gamberro, al señor tonto… Y esa realidad que ve y de la que se empapa, la traduce en imágenes. La mayoría de los 17 largometrajes que rodó se basaban en hechos reales, en lo que había vivido, le habían contado o había leído. Era una esponja”.
Entre la fascinación y el miedo
Entre las personas con las que Villena habló para elaborar el libro estaban José Sacristán y Sol Carnicero, quienes salpicaron de divertidas y curiosas anécdotas el encuentro que moderó la periodista Pepa Blanes. Para el conocido actor, Berlanga “era la realidad químicamente pura aliñada con ese humor prodigioso. Los máximos valores berlanguianos se condensan en El verdugo y Plácido, pero hay un antes y un después de Tamaño natural, un salto formidable que no fue muy bien recibido. Y él decide vengarse del personal a carcajada limpia, desaparece la mirada piadosa”, destacó.
“Rodar con él era complicado pero maravilloso, porque lo que estaba haciendo era bueno. Sabía lo que quería, y nos ponía al límite para que estuviéramos siempre despiertos. Era fundamental tener el plan de trabajo detallado y resuelto el presupuesto”, apostilló Carnicero, que incidió en que el maestro valenciano era “un vampiro, escuchaba a todo el equipo”, y un “juguetón. Disfrutaba y los que trabajamos con él, también”. La directora de producción también echó por tierra su fama de anárquico. “Era muy preciso, los planos-secuencia son complicadísimos, no salen por casualidad”.
Vacas, petardos y ‘fórmula enriquecida’
Villena, Sacristán y Carnicero coincidieron en que Berlanga era “un gran fustigador del poder. Su cine no deja títere con cabeza, tenía especial predilección por los curas y los obispos”; y señalaron la vigencia de sus películas. “Tengo la sensación de que me está pasando la separata de hoy”, indicó la directora de producción; y recordaron que a las mujeres “las admiraba, idolatraba, le fascinaban y, por otro lado, les tenía miedo”, dijo el periodista. “De misoginia, nada”, añadió Sacristán, y Carnicero, por su parte, declaró que a las mujeres “nos daba autoridad”.
En la conversación también salió sus problemas con la censura, y se habló del “demoledor y violento” final de Plácido, “que son palabras muy mayores. Luis es uno de los mejores cineastas del cine universal”, expresó José Sacristán, que contó jugosos chascarillos de los rodajes de La vaquilla -el actor tiene miedo a los toros, y pasó los peores dos días de su vida cuando tuvo que rodar con una vaca brava. “Al final, convencieron a Luis para que fuera una vaca mansa, y me la jugué”. Y con los petardos… «Le decía a Reyes Abades que nos los tirara cerca”– y Todos a la cárcel, donde se vivió un ataque de risa colectiva a cuenta de ‘fórmula enriquecida’, frase que se enquistó y nadie, ni siquiera Agustín Gonzalez, pudo pronunciar.