Fernando Trueba: “Cuando haces algo por los demás corres un riesgo”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de ©Juan Hurtado · 6 mayo, 2021

Este viernes estrena El olvido que seremos, la adaptación del libro que Héctor Abad Faciolince escribió sobre la figura de su padre

Lo que le gusta es hablar de cine, volver a ver Dos inglesas y el amor, Eva al desnudo y Anatomía de un asesinato, y leer -es un lector compulsivo-. Pero ante el inminente estreno, el próximo viernes, de El olvido que seremos, “siempre acabo hablando de la sanidad pública, de política.  Es inevitable”, confiesa Fernando Trueba, a quien la adaptación de la novela homónima del colombiano Héctor Abad Faciolince le ha llevado a protagonizar  una maratoniana campaña de promoción. Lo asume con gusto porque los que ya la han visto salen “conmovidos y emocionados” con la historia del médico Héctor Abad, que hasta la noche del 25 de agosto de 1987 que fue asesinado  por los paramilitares en Medellín, dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos y peleó por la paz, la tolerancia y la justicia.

Al director madrileño le ‘tocó’ la novela que en 2006 publicó Abad Faciolince sobre la figura de su progenitor. Tanto, que se la regaló a muchos de sus amigos más queridos, entre ellos a Javier Cámara, el protagonista del filme. No entraba en sus planes trasladar a imágenes un libro “que forma parte de la vida de los colombianos, gente muy dulce y amable”, pero superó sus primeras reacciones de “desconfianza, susto y  cobardía” y la película, que recibió el sello especial de Cannes, clausuró el Festival de San Sebastián, se alzó con el Goya iberoamericano –por primera vez este reconocimiento se quedaba en Colombia y también por primera vez un cineasta español aspiraba al galardón– y se ha proyectado en varios festivales,  viajará por el mundo.

El próximo 1 de junio llegará a Colombia, país con el que Trueba se conecta varias veces a la semana para hablar por zoom con el autor de la novela, el productor, intérpretes y el equipo técnico de El olvido…una película “muy soñada. Todos los días de rodaje he soñado con un plano que luego he filmado”, apostilla.

¿Cuál fue la chispa para decir sí a esta propuesta?
El desencadenante fue que, al releerlo, tuve la sensación de que, si no la hacía, me iba a arrepentir. Hay tantas películas hablando de idiotas, psicópatas, asesinos y todo tipo de seres horribles, algo de lo que me quejo, que no tenía justificación para no hacer la historia de un ser humano en toda la acepción de la palabra. A posteriori, me di cuenta que la película que me decide en mi vocación a los 15 años es El pequeño salvaje, de Truffaut, la historia de un médico educando a un niño, y medio siglo después ruedo El olvido que seremos. Ahora estoy haciendo la cinta de animación They Shot The Piano Player, y, aunque no tiene nada que ver con El olvido…, cuenta lo mismo:  el choque de la belleza con la fealdad, de la humanidad con la violencia. Enlazo con aquello que me hizo estar en esto, tiendo un puente con mi prehistoria en el cine.

Además, pensaba que este relato íntimo de una persona solo podía hacerlo Héctor Abad Faciolince. Pero cuando me planteé desde dónde hacerlo, entendí que el personaje con el que me identifico y me enamoro es el padre. No es la cosa subjetiva de la memoria, del recuerdo del hijo.

¿Hay algo especial en devolver la vida a alguien que existió, aunque usted no lo conoció, para tratar de mantener vivo su espíritu y legado?
No hay que olvidar a la gente tan buena que hace cosas por los demás. La hay, lo vemos todos los días, pero no hacen ruido, no salen en los medios ni se hacen fotos. Una persona que trabaja en inmigración en Canarias contaba en televisión que cuando llega una  barca a la playa aparecen mantas, comidas, botellas de agua, biberones calientes…La realidad es que, o salimos todos, o nos hundimos todos. Si no somos solidarios por vocación, lo vamos a ser por obligación.  

«Siempre ganan los buenos, lo que pasa es que se avanza lentamente»

El amor es el elemento clave de la historia.
Hablando de maestros, no quería hacer ni una película de Costa Gravas ni de Frank Capra, pero sí mostrar la dulzura de vivir y el dolor de perder la felicidad en esa burbuja de amor que es esta familia. También quería contar como el padre , fuera de las convenciones, educa a sus hijos en libertad, con amor y humor.

Como director, dar vida a esta familia, en esa época y en esa ciudad ha sido una experiencia muy especial porque cuando haces cine estás haciendo trozos de vida.

Héctor Abad era un hombre bueno, un humanista, según sus palabras. ¿No cree que,  tanto en la vida como en el cine, siempre ganan los malos?
No. Siempre ganan los buenos, lo que pasa es que se avanza lentamente. En España, desde la Transición, hemos visto la oposición salvaje contra la ley del  divorcio, la de la igualdad, la del matrimonio homosexual, la de la eutanasia…La sinrazón está siempre haciendo ruido, la ironía es que los que tanto se oponen se contradicen a si mismos siendo los primeros que hacen uso de esas normas.

Los derechos se van conquistando porque hay gente silenciosa, elaborando, pensando discutiendo y trabajando en  leyes y acuerdos sociales.

Los defensores de derechos humanos como Héctor Abad quieren cambiar realidades. Una defensa que conlleva grandes dosis de pasión y, en muchas ocasiones, riesgos, acusaciones y prejuicios.
Cuando tú buscas una mínima justicia, algo tan básico como el acceso al agua potable, la leche, las vacunas, entras en colisión con intereses económicos. Ahora, hay Premios Nobel y presidentes de todo el mundo pidiendo la liberación de las patentes, y chocan con los intereses de las farmacéuticas que pertenecen al capital, que es una abstracción, no tiene cara ni ojos ni cuerpo, no es alguien con el que puedas hablar. El hombre es capaz de crear cosas que escapan a su control.

Cuando haces algo por los demás corres un riesgo. Héctor Abad, que no era político, lo sabía, pero no se arrugó y cumplió con su deber. En estos momentos, en Colombia se sigue matando, hay dos asesinatos a la semana de líderes de derechos humanos, sindicales, indígenas, campesinos.

Cámara como el Circo Price

Dice que no es una película política, pero hacer una obra como ésta es un acto político  porque puede transformar.
Es bonito cuando las películas hacen a la gente empatizar, reflexionar, abrir los ojos a ciertas cosas. El olvido…habla de temas que están en el día a día, y lo hermoso es que lo cuenta a través de esa cosa maravillosa que es la ficción, los actores, los personajes.

Es una producción colombiana y, excepto Javier Cámara y usted, rodada con un equipo colombiano.
La montadora y el músico también son españoles. Nos hubiese gustado hacerla en coproducción, pero para los productores era una cuestión de principios que fuera cien por cien colombiana.

Hay mucha gente que sabe cómo era Héctor Abad, tiene una impresión de quién fue y lo que hizo. ¿No encontró intérpretes colombianos para encarnar este personaje real?
Vimos muchísima gente en Bogotá y Medellín. Javier Cámara se parece mucho a Abad, que en todas las fotos salía riéndose a carcajadas, era un disfrutador de la vida y esto, por muy buen actor que seas, no se puede fingir . Además del parecido físico, Javier es el Circo Price desde por la mañana a la noche.

¿Qué haría Héctor Abad hoy?
Si estuviera vivo, sería un viejo listo, encantador, lleno de energía e ideas.

¿Está preparado para escuchar ‘me gustó más el libro’, ‘el libro era mejor’?
Estoy preparado para todo, pero lo que me ha ocurrido es todo lo contrario. Algunos periodistas que han visto la película están leyendo ahora el libro. Varias periodistas colombianas me confesaron que tenían sus prevenciones con el filme, y después de verlo les parece impecable. Héctor Abad Faciolince me ha dado las gracias porque el libro es número séptimo en ventas en España, donde todavía no se ha estrenado la película. Se lo merece él y se lo merece su padre, que es el culpable de que exista el libro y la película.

Abad Faciolince es su amigo. La relación con Juan Marsé cuando adaptó El embrujo de Shangai fue muy distinta.
Hay dos extremos: Marsé, que hablaba mal de todos los que habían adaptado al cine sus novelas; y Héctor Abad, tan elegante. Se fue a Italia cuando comenzó el rodaje para  no tener la tentación de entrometerse, y no ser un estorbo o un inquisidor. ¡Me estaba quitando un peso de encima! Por un problema, tuvo que volver a la mitad de la filmación y le dije que viniera cuando quisiera, y de vez en cuando venía, lloraba viendo cosas.

Mirar la vida con optimismo

¿Cómo va They Shot The Piano Player?
Javier Mariscal cada día hace dibujos más bonitos. Empezamos este proyecto tan querido en 2005, así que hay momentos en que quiero que se acabe ya. Hemos finalizado la creación de esta historia que tiene varios tipos de animación. Es brutal la cantidad de secuencias, decorados y personajes que hay. Estará lista el próximo año.

En  los momentos que estamos viviendo ¿qué papel juega el cine?
En el último año hemos visto más pelis y series, leído más libros y escuchado  más música que nunca. De esto se han beneficiado las plataformas, las salas lo están pasando duro, pero creo que cuando abran todos los cines en condiciones normales se van a llenar.

¿Haría una película sobre estos tiempos?
A priori, no me apetece nada, pero si te llega alguien con una historia maravillosa o se te ocurre a ti, sí.

¿Le preocupa el futuro?
La vida está llena de cosas buenas y malas. Unas me ponen los pelos de punta y otras me devuelven la fe en la humanidad. Después de la pesadilla de Trump dábamos por perdido Estados Unidos, y ha llegado Biden, un señor tan mayor que carece de atractivo que está poniendo las pilas al país, claro que tiene detrás a Kamara Harrris, Nancy Pelosi y a Jill Biden, su mujer. Es el nuevo Roosevelt.

Aparte de los que salen insultando y gritando y no hablan de nada porque carecen de discurso, hay gente en la política que está muy bien. Soy optimista.

En su trabajo, ¿qué es lo que más le hace disfrutar?
Cuando empezaba era escribir el guion, hacer la película era como ir a trabajos forzados. He aprendido a disfrutar de los rodajes, a no estar tan angustiado, aunque en algunos he sufrido mucho. La reina de España, la película que estoy más feliz de haber hecho, La niña de tus ojos, Belle Epoque, El artista y la modelo y Calle 54 fueron rodajes muy felices.

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