Rafa Russo: “La antesala del horror es más interesante que el horror”

Por Enrique F. Aparicio · 26 mayo, 2021

Mientras Uruguay se hunde hacia el precipicio de la dictadura en 1972, dos guionistas de un programa de televisión satírico se enfrentan a las presiones de sus superiores para que rebajen el tono de sus chistes más mordaces. El año de la furia es el nombre con que se recuerda aquella temporada y la nueva cinta de Rafa Russo, que reflexiona sobre “cómo se llegó a ese horror y cómo se puede evitar que ocurra otra vez”. Protagonizada por Alberto Ammann, Joaquín Furriel y Daniel Grao, llega este viernes a la gran pantalla con el objetivo de recordar que “el creador no puede fijar la vista en su lienzo o en su hoja de papel y abstraerse de lo que ocurre a su alrededor”.

El año de la furia hace referencia, desde su título, al ambiente que precedió a la dictadura militar uruguaya. ¿Qué le interesaba de ese ambiente?

Me interesaba mostrar cómo Uruguay, un país que siempre ha estado en la vanguardia del progresismo y los derechos humanos en Latinoamérica, comenzaba a deslizarse por el precipicio del totalitarismo. La antesala del horror me parece más interesante que el horror en sí, y por eso hoy nos interesan más las pelis que cuentan los prolegómenos del nazismo que las que van sobre el nazismo en sí, porque nos ayudan a entender cómo se llegó a ese horror y cómo se puede evitar que ocurra otra vez. Y me interesaba contar cómo el miedo va paralizando a la gente corriente, a la gente de a pie, y cómo la censura y el recorte de libertades lo va impregnando todo, desde las relaciones laborales, a las personales, la amistad, el amor. Cómo la dictadura lo va impregnando todo.

Los protagonistas se enfrentan a un entorno cada vez más crispado desde el humor. ¿Es la cultura la plaza para lidiar la libertad de un país?

Hay algo indómito en el espíritu humano que le lleva a buscar algún resquicio de libertad incluso en los ambientes más opresivos, y por la vía del humor o del ingenio la libertad siempre acaba encontrando una vía de escape. Se buscan maneras de burlar la censura o de que la gente se pueda expresar en la calle a pesar de las prohibiciones.  Y eso me pareció algo muy bonito que contar.  Pero también me interesaba contar cómo el creador no puede fijar la vista en su lienzo o en su hoja de papel y abstraerse de lo que ocurre a su alrededor. Cuando hay un entorno tan crispado y opresivo, la ficción y la imaginación palidecen ante ese entorno tan brutal, y no hay vía de escape posible para el creador si quiere sentirse bien en su piel.

La película reflexiona sobre la libertad de expresión en un mundo donde se cuestionan sus límites constantemente. ¿Qué lecciones podemos sacar del pasado?

El debate sobre los límites de la libertad de expresión está claramente sobre la mesa hoy en día. Y, por otra parte, el auge de los populismos, nacionalismos extremos y partidos de ultraderecha nos están recordando que el peligro de que los regímenes totalitarios vuelvan a socavar las democracias es real. Sabemos que cuando se pierde la libertad de expresión el efecto dominó sobre el resto de libertades es inminente. Por lo que debiéramos tomar buena nota de lo que ocurrió en el pasado. Y es que, además, ahora, la libertad de expresión se ve atacada por nuevos flancos -la cultura de la cancelación, los juicios mediáticos- y no estamos sabiendo defenderla. Se están perdiendo matices y eso es terreno que van ganando los populismos y la demagogia.

¿El humor debe ser siempre crítico con el poder?

El humor debe ser libre, no deber acostarse con nadie.

Las películas sobre los gobiernos totalitarios latinoamericanos suelen hacer un retrato simple de los militares, usted selecciona a un mando de rango inferior para contar su conversión en torturador. ¿Qué lleva a un hombre más o menos normal a convertirse en un monstruo?

Hay un adoctrinamiento y un adiestramiento previo. Y además una amenaza constante que impide que nadie se salga de la línea. Y una política muy jerarquizada del palo y la zanahoria. Cuanto más y mejor hagas el trabajo sucio para los mandos, más alto escalarás… Pero el torturador no es una mera máquina que ejecuta: es un ser humano que cada mañana tiene que mirarse en el espejo. Y que tiene su propia conciencia. Y eso me pareció que era un ángulo interesante y original a la hora de abordar una historia sobre el totalitarismo.  Porque la misma bala del miedo que paraliza a los ciudadanos oprimidos es la que mantiene en raya a los rangos menores de los opresores, que son quienes van a hacerle el trabajo sucio a los mandos.

¿Es la maldad una cuestión de la persona o del ambiente en que vive?

Nada, ni siquiera la maldad, es blanco o negro ni tiene una respuesta simple. La realidad siempre es compleja, con matices. Determinar dónde está la semilla de la maldad es muy complicado. Porque siempre hay otra semilla previa. Creo que en el corazón de todo ser humano anidan las luces y las sombras. Pero hay ciertas líneas rojas que cuando se cruzan, ya tienes muy complicado el punto de retorno. No es lo mismo no empatizar con el sufrimiento de los demás que insensibilizarte al sufrimiento que tú mismo ocasionas. Cuando cruzas esa línea y puedes seguir viviendo con ello, no hay límite a la destrucción que puedes generar.

Evidentemente, un ambiente opresivo y totalitario tiende a sacar lo peor y lo mejor del ser humano. Pero entre esos dos extremos hay una paleta muy variada de actitudes que vienen marcadas por el carácter de cada uno y las circunstancias personales, y eso es lo que quería reflejar en una historia eminentemente coral. Y lo que sí tengo claro es que es muy difícil ser un héroe y que no sé cómo actuaría si estuviera en la misma situación que mis protagonistas. Por eso intento no juzgar.

El miedo es en la historia un arma poderosa. ¿Es el miedo la primera conquista de los totalitarios?

Sin duda. Es el arma más poderosa que tienen. Saben que una vez que lo inoculan en los ciudadanos, tienen media batalla ganada.

Apuesta por el thriller como género para contar una historia que de entrada podría ser un drama. ¿Le permite el género reflexionar sobre los temas de una manera novedosa?

Si algo tenía muy claro es que no quería hacer una peli didáctica y panfletaria. Ya hay demasiadas sobre dictaduras latinoamericanas. A mí me interesa, sobre todo, bucear y profundizar en el corazón humano, mostrar cómo esa bala del miedo se mete bien dentro del cuerpo de la gente corriente. Pero también, me interesa entretener y sorprender al espectador, y en ese sentido ciertas convenciones del thriller ayudan mucho a conseguir que el espectador se suba a la montaña rusa de la historia. En el recuento final, no sabría decirte cuánto hay de drama y cuánto de thriller. Yo considero que El año de la furia es más un drama con elementos de thriller que a la inversa. Porque me interesa más quizá el poso que pueda dejar la peli en el espectador que el enganche que pueda sentir mientras la ve, y en ese sentido pienso que prevalecen un poco más el retrato de los personajes y sus sentimientos que los requiebros de la trama.

Apuestan por estrenar cuando los cines todavía funcionan a medio gas. ¿Es importante mantener las salas vivas?

Sin duda. La experiencia del cine en pantalla grande es algo que hay que preservar y potenciar como liturgia colectiva frente al aislamiento de la pandemia y las pantallas pequeñas.  Hay un terreno ahí fuera que tenemos que recuperar como seres sociales que somos y el cine forma parte de ello.

¿Cómo cree que El año de la furia encaja en un mundo que está atravesando una pandemia?

Creo que muchos de los temas que toca El año de la furia siguen siendo muy relevantes. Estamos empezando a salir de una reclusión prácticamente universal en la que hemos tenido que sacrificar nuestras libertades por temor a un enemigo ajeno a nosotros, invisible y “exterior”. Me gustaría pensar que la pandemia nos ha hecho reflexionar sobre lo preciada que es nuestra libertad y que en el futuro no seremos tan idiotas como para ponerla nosotros mismos en jaque con un enemigo “interior”.  Pero no soy muy optimista al respecto…

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