Juan Diego no se cansaba de dar las gracias por vivir de una profesión en la que llevaba más de cinco décadas. Reconocido con tres Premios Goyas, la Concha de Plata de San Sebastián, la Espiga de Oro de la Seminci y la Medalla de Oro de la Academia de Cine, entre otros muchos premios, el comprometido, camaleónico y querido intérprete sevillano ha fallecido hoy en Madrid a los 79 años de edad.
Militares golpistas, señores de derechas, dictadores, frailes, productores de cine porno, exlegionarios, asesinos, padres coraje… La galería de personajes que encarnó Juan Diego es muy extensa y va desde Franco en Dragon Rapide, al señorito Iván de Los santos inocentes, pasando por el intrigante fraile Villaescusa de El rey pasmado, Cabeza de Vaca en la cinta homónima y San Juan de la Cruz en La noche más oscura. “Tanto en la vida como en la profesión hay que tener suerte, y yo la tengo”, declaraba este eficaz actor que alternó con solvencia sus papeles en la gran pantalla con apariciones en la televisión y personajes en las tablas.
Vete de mí, El séptimo día, La vida que te espera, Anochece en la India, El camino de los ingleses, Fuerte Apache, Remake, Smoking room, El triunfo, París–Tombuctú y El Cover son algunos de los más de 70 largometrajes que interpretó. “Estoy contento con lo que he hecho. No soy el mejor, pero sí el más enrollado. Intento pasarlo bien, divertirme trabajando”, declaraba el maestro, siempre ilusionado y esperando lo de siempre: seguir trabajando y tener en sus manos buenos guiones.
Profeta en su tierra, Juan Diego siempre recordaba lo bien que pronunciaba Pilar, la señorita que tenía en párvulos, “que era de Zaragoza y pronunciaba muy bien, distinto a lo que oíamos en Andalucía”; y a su tío Simón, al que leía las críticas de toros y la tercerita de Pemán del ABC.
Transmitir emociones a través de la palabra
Nacido en Bormujos, localidad que le nombró recientemente Hijo Predilecto, estudiaba en Sevilla cuando sintió que le gustaba hablar, transmitir emociones a través de la palabra. Viajó al Madrid de los sesenta a probar suerte en el teatro: papeles pequeños, una serie con María Fernanda Ladrón de Guevara, un programa semanal en directo durante 52 semanas… La primera película le llegó en el 63 con Eloy de la Iglesia, y el gran papel se lo confió Mario Camus, para quien fue el señorito Iván de Los santos inocentes (el pasado octubre, Juan Diego acudió a la Academia para participar en el acto-homenaje al cineasta cántabro).
Siempre se habla de Juan Diego como la persona que consiguió el día de descanso para los actores, pero él siempre matizaba que lo había conseguido toda la profesión. “Son muchos y muchas los que han participado en la lucha por el reconocimiento de la dignidad de este oficio”.
Miembro de la Academia de Cine, Juan Diego recibió a lo largo de su carrera nueve nominaciones a los Goya, premio que conquistó con El rey pasmado, Vete de mí y París-Tombuctú. La Academia también le distinguió con la Medalla de Oro 2015, premio que recibió junto a Aitana Sánchez-Gijón. Ambos intérpretes, que se conocieron en la serie Segunda enseñanza, y también coincidieron en Jarrapellejos, hicieron gala de su complicidad y admiración mutua en el acto de entrega de la Medalla.
Pura luz y pura humanidad
«Todos le debemos mucho a Juan Diego. El cine, el teatro, el mundo del arte y de la cultura en general. No solo como actor o como artista, sino por su defensa de la dignidad de nuestra profesión. Como actor era valiente, brillante, arriesgado, pura luz y pura humanidad. Sus personajes son inolvidables, le mantendrán con nosotros para siempre. Como persona de teatro y de cine era insobornable. Un verdadero activista cultural. Juan fue de los primeros en plantear que los derechos de los actores no se contradecían con el privilegio de dedicarse a su profesión. Las actrices y actores le deben gran parte del respeto que han ido ganando. Echaremos mucho de menos a Juan Diego en el rigor de nuestro trabajo y en el disfrute de nuestra profesión», ha declarado Mariano Barroso, presidente de la Academia.