Albert Serra y su fe en las imágenes

30 agosto, 2022

El creador catalán acude por primera vez a la Academia, que preeestrenó su nuevo trabajo, Pacifiction

Albert Serra se maneja muy bien en medio del caos que son sus rodajes. El creador catalán, que tiene muy presente que lo que a él le fascina “no tiene que fascinar a todo el mundo”, participó por primera vez en una actividad de la Academia de Cine, que inauguró la nueva temporada de actividades de su Fundación con el preestreno de su último trabajo, Pacifiction.

La gente dice que es mi película más convencional y accesible, pero no os confiéis. Hay un margen bastante amplio para la sorpresa y las sensaciones desagradables», declaró el cineasta sobre este largometraje, que llega este viernes a las salas.

El cine de la Academia se llenó para escuchar al autor de esta cinta, que formó parte de la sección oficial del último Cannes, certamen en el que es una figura reconocida y reconocible. Tras bromear sobre el metraje de la cinta – “tengo que daros una mala noticia: dura dos horas y 45 minutos y, según dicen, los últimos 45 minutos son los mejores”–, Serra contó que el punto de partida para llevar al espectador a la Polinesia a través de un alto comisionado del estado francés –personaje interpretado por el galo Benoît Magimel– fue el libro que escribió la tercera y última esposa de Marlon Brando, la tahitiana Tarita Teriipaia.

“Son muy fan del Marlon Brando persona, no del actor. Leí lo que contaba esta mujer sobre su vida, sus líos, las dos caras de Tahití –donde se conocieron rodando Rebelión a bordo–, y me estimuló mucho para mostrar el reverso del paraíso: un lugar oscuro, corrupto, perdido… Y hablar del mundo actual, de las fuerzas del mal, del poder y de la paranoia nuclear, que cuando escribí el guion no estaba tan presente como ahora. Algo de anticipatorio tiene mi película porque, además, la vida actual de los políticos no es muy estable”, resaltó.

En este viaje al territorio francés de ultramar, el autor de Honor de caballería, El canto de los pájaros y La muerte de Luis XIV explicó que contó con un “stock. Necesito tener a los actores y actrices disponibles todo el tiempo en el rodaje, y yo decido cuándo, quién y cómo ruedan cada día”, y que él nunca hablaba con los intérpretes, a los que inspira “creando tensión, presionando, haciéndoles pasar un mal trago. La violencia con los actores es muy buena porque aceptan la intensidad”, subrayó el personal director y guionista, que, a su manera, piropeó a Magimel, cuyo traje fue diseñado por Serra. “Tiene mucha imaginación verbal, una cualidad que no es habitual en los intérpretes. A tiempo real, fue aprendiendo lo que pasaba, quién era la gente con la que estaba trabajando”.

Hacer una película que no se parece a otra es el propósito de Albert Serra (Banyoles, Girona, 1975), que dio los números de Pacifiction: 25 días de rodaje con tres cámaras que dieron como resultado 540 horas de metraje. Más dígitos: el visionado se editó con 230 páginas de notas. “Escojo lo mejor, hago la película con lo que me gusta. Uno sacrifica cosas importantes en aras de la no rentabilidad”, destacó.

Sin ninguna gana de volver a la Polinesia –“no os perdéis nada si no conocéis ese territorio”–, el cineasta ha conjugado el realismo y lo artificioso en Pacifiction, que se desarrolla fundamentalmente de noche –“es una de las constantes de mi cine”–; cuenta con unos colores ultrasaturados –“una de mis obsesiones es la idea de la distorsión por la percepción. Con la saturación del color se da la imagen de una postal exótica en el sentido de la palabra”–; y donde la música y el sonido se confunden, según sus palabras.

El catalán no juzga, tiene fe en lo que ve “por estúpido o inverosímil que sea” y, aunque confiesa que el videoarte es “una buena inspiración”, su máxima prioridad son “las imágenes. Mi máxima influencia son los buenos críticos de cine. Ven una imagen que es imposible que el director haya puesto conscientemente, son elucubraciones, sensaciones…”, afirmó.

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