Una chica trans acude a la consulta de una especialista sin reconocerse todavía como tal. Para su sorpresa, la mirada ajena parece tener más claro que ella misma qué camino ha de tomar. Es el punto de partida de Mi vacío y yo, tercera cinta de Adrián Silvestre y segundo trabajo –tras el documental Sedimentos– que explora la identidad y las experiencias de las mujeres trans.
Su protagonista y coguionista, Raphaëlle Pérez, ha revivido todo su proceso de aceptación y exploración frente a las cámaras. “La mayoría de las experiencias que habéis visto han sucedido de verdad, yo las había transcrito en un libro autopublicado que fue el germen de la película”, explicó este viernes en la Academia de Cine. “La película tiene un lenguaje de ficción, porque hay una puesta en escena, pero todo lo que ocurre es real, incluso las cosas que menos lo parecen”, completó Silvestre.
El cineasta valenciano conoció a Pérez en un grupo de apoyo colectivo para mujeres trans de Barcelona, donde le chocó su absoluta “honestidad. Cuando vi la sinceridad y el poco pudor con la que describía su vida, me interesó”. Honestidad para relatar un viaje en que debía medirse con la imagen que los demás se formaban de ella. “Enfrentarme a la mirada de la gente no ha sido fácil, pero me he construido con eso. Sé que una parte muy importante de mí misma necesita encajar, necesita la aprobación de los demás, y la película explora esa necesidad”.
En una cinta que construye con elementos documentales una narración con las hechuras de la ficción, “Fue un reto encontrar un equilibrio entre lo estructurado y lo orgánico”, explicó Silvestre. Sobre todo, para no convertirla en un manual sobre la experiencia trans. “La película no tiene una voluntad didáctica, sino de retratar una realidad que me parece que debe ser contada. Aunque hay información y eso siempre es didáctico, porque además aparecen asociaciones, estructuras artísticas… Fue una decisión sobre todo de montaje, quisimos huir de lo excesivamente pedagógico”.
La respuesta parece exitosa. “Cada vez que participamos en charlas, siempre he notado un cariño especial”, declaró Pérez. “La gente ha conectado mucho con la historia, y eso me parece lo más bonito. Independientemente de la identidad de género, hay temas universales en los que todos nos reconocemos: la necesidad de ser querido, de encajar…”, concluyó.