Profesionales fuera de plano

Por Chusa L. Monjas y Enrique Aparicio · 13 octubre, 2022

Katrina Bayonas, Manuel Galiana, Alsira García-Maroto, Carlos López Arranz y Antonio Santamarina son los profesionales celebrados por la Academia de Cine el próximo lunes. El Homenaje a los Profesionales reconoce a dos representantes, un animador, un restaurador y un investigador cinematográfico

Katrina Bayonas, representante de actores y actrices

Es hija de una actriz y de un director de casting, y nieta de una directora de teatro. Por eso, cuando llegó a España descubrió que “aunque no hablaba ni jota de español, sí hablaba cine”. Su conocimiento de la industria le permitió empezar a trabajar en la promoción de algunas películas y, con el tiempo, sus protagonistas le pidieron que les representara todo el año.

Cree que su oficio se puede enseñar, “pero con la práctica”.  En su empresa, Kuranda, ha habido casos de personas que “empiezan como recepcionistas y han acabado llevando actores”. Para ello, se precisa “amor al actor, capacidad para negociar, entender cuál es el trabajo del actor, tener empatía con él, saber protegerles…”, enumera.

Entiende su trabajo como la capacidad de liberar a los intérpretes de las “mil estupideces del día a día. Tenemos un tema en Kuranda: el trabajo del actor es ser el mejor actor que puede ser, todo lo demás nos corresponde a nosotros”.

Con décadas de experiencia a sus espaldas, Bayonas asegura distinguir a quien “quiere ser estrella, pero no quiere ser actor. Se ve en seguida, y duran cinco minutos”. Quienes sí demuestran su compromiso por la actuación, suelen tener según esta profesional “pasión por la interpretación, disposición a trabajar como bestias para ser lo mejor que pueden ser, y una formación constante. Porque la formación no acaba”, asegura.

La mayor satisfacción de su trabajo es “cuando tienes claro que un personaje es para un actor, incluso si el director, el director de casting y la productora no lo ve, apuestas por ello y lo consigues”. Por eso, a punto de recibir el homenaje de sus compañeros en la Academia de Cine, confiesa con satisfacción celebrar “haberme dedicado al actor, que es el alma del cine”.

Manuel Galiana, director de animación

“Que la Academia, los compañeros, reconozcan la labor que has hecho cuando estoy llegando al final del partido, me gusta”, admite Manuel Galiana, a quien los muchos años de lucha que lleva en la animación, 53, no le han hecho perder la ilusión por comunicar con su mano sobre papel, un ordenador o el medio que esté utilizando.

La famosa historia de Bambi se le metió en la cabeza al Manuel Galiana de 7 años. “Vi la película y me empeñé en que quería hacer eso. En ese momento no había academias ni escuelas de animación. En casa siempre decían ‘qué bien dibuja el niño’, pero cuando les dije que quería vivir de esto, empezaron los problemas”, cuenta este veterano profesional que ha trabajado en numerosas producciones –Chico y Rita, Buñuel en el laberinto de las tortugas, El ilusionista, Anastasia, Astérix y los vikingos»…–.

Galiana nunca dejó de dibujar, de leer y ver cine mientras estudiaba una Ingeniera –“ni siquiera recogí el título”–. Fue durante la mili, donde puso que era realizador de dibujos animados, la primera vez que pisó un estudio de dibujo. Los Estudios Castilla, las series de Hanna-Barbera (Los Picapiedra, entre otras), títulos de Disney y de DreamWorks… Este director de animación, que como la mayoría de sus compañeros ha trabajado fuera de España, reitera su creencia de que el cine de animación “no es solo para niños”, y está feliz por el interés que despierta esta técnica para contar historias. “La animación suele funcionar bien en taquilla, tiene una vida larga. Y nosotros somos los que comunicamos las emociones, somos como los actores de las películas de imagen real”, apostilla.

Atraído por los artistas plásticos españoles “que son los mejores del mundo” interesados en expresar sus ideas vía la animación, este profesional autodidacta tiene muy presentes a Carlos Alfonso Juan Pina, Pablo Núñez, José Luis Moro y Bill Hanna, “mis maestros”. Mira al pasado y al futuro. “Ahora hay gente muy buena en la animación, que es mi vida. Mientras el cuerpo aguante, ahí estaré”, asegura Galiana, que acumula tantas horas delante del tablero que hay una norma no escrita para saber si una persona tiene experiencia o no en la profesión. “Cuando llega alguien nuevo la pregunta es ¿conoces a Manolo? Si la respuesta es afirmativa es que no es novato”, comenta.

Alsira García-Maroto, representante de actores y actrices

Nunca pensó en dedicarse al cine. Estudió química y estaba dando clases y trabajando en un laboratorio, pero cuando el laboratorio cerró, un amigo me animó a que empezara a trabajar en una productora que tenía. Por allí entraban directores y la encontraban leyendo guiones, lo cual “les encantaba, y acababa por hacer propuestas para las futuras películas”. Cinéfila empedernida, conocía a muchos actores como espectadora. “Gonzalo Suárez o José María Forqué me escuchaban y me decían, oye, pues esta propuesta es un acierto. ¿Por qué no te dedicas a esto?”.

Desde entonces han pasado varias décadas y docenas de intérpretes por su cartera. “Me cogí cantidad de actores al principio, porque ellos siempre están buscando nuevos representantes y ni siquiera sabía que no podías trabajar con uno si ya tenía oficina”, rememora de sus inicios. “Pero desde entonces nunca he cogido a un actor sin asegurarme de que no tiene compromiso con otro representante”.

Espectadora de excepción de la industria desde 1990, asegura que “la profesión ha cambiado mucho, sobre todo con las crisis económicas”. Sobre todo en la manera de trabajar y en el trato con los directores: “yo antes iba a las productoras, hablaba con los directores, hablaba con los productores y ‘vendía’ a mis actores. Ahora ya no es así; a los directores a muchos ni los conozco porque ya no hacen directamente las pruebas, las hacen los directores de casting. Y las pruebas se hacen online, mandando vídeos”.

A quien quiera hacer carrera frente a la cámara, le diría “que esté muy preparado y se siga preparando. Que sea puntual, que sea fiel y confíe en su representante”. Esos profesionales que considera que deben ser, sobre todo, “personas prácticas y muy de tener relaciones. Antes se hacían en las cafeterías y bares donde acudía la gente del cine, y allí se generaban amistades que luego te llaman, te preguntan, te escuchan. Eso ya no existe”.

García-Maroto, una de las representantes más conocidas y respetadas del cine español, empezó su oficina “sola, con la ayuda de mi hija. Gracias a ella creamos esta agencia y gracias a ella prosperó. Ella siempre es muy honesta conmigo, con los actores”. Honestidad, transparencia y capacidad de lucha han sido sus pilares durante todo este tiempo. “Mi hijo no entiende por qué trabajo los domingos. Y no me he ido de vacaciones nunca”, confiesa.

Carlos López Arranz, restaurador cinematográfico

Lleva 22 años digitalizando y restaurando una parte considerable de películas españolas en el laboratorio de Video Mercury, la distribuidora de Enrique Cerezo. Con la vista muy entrenada para que no se le pase un punto, una raya, un parpadeo de imagen, Carlos López Arranz se pasa la vida viendo y arreglando películas para que los espectadores del futuro puedan contemplar historias de nuestro cine con una calidad perfecta.

“Recuperar la película como originalmente se hizo en su día es una satisfacción”, recalca López, a quien la mayoría de las visitas a Video Mercury siempre le preguntan ‘y aquí, ¿qué hacéis?’. “Lo que hacemos [es la cabeza de un equipo de 11 personas] es digitalizar en 4K los títulos del catálogo propiedad de Enrique Cerezo: escaneamos la película, hacemos la corrección del color y la restauramos eliminando todas las imperfecciones que tenga el material. Cuando mostramos el antes y el después de la película, la gente se queda muy sorprendida”, indica.

Hablamos de cerca de 9.000 títulos, de los que cerca de 6.000, entre largos, cortos y documentales, corresponden a nuestra filmografía. “También hay cine italiano y americano”, añade este restaurador entusiasmado con el nuevo proyecto que se trae entre manos. “Sabemos que el material fílmico dura, por lo menos, 100 años, pero si tienes una película en un disco duro y este se te cae, la has perdido. Para tener la certeza de que, por lo menos, durante otros 100 años se va a conservar la película en perfecto estado, pasaremos a 35 mm las películas rodadas en digital”.

Muy querido en la profesión, López hace hincapié en que hay un desconocimiento sobre el trabajo que hacen, y que el premio que dedicará a sus compañeros ayudará a visibilizar un oficio en el que el digital ha dado muchas opciones. “En España se rodaron unas 12 películas con dos cámaras y dos negativos en blanco y negro que se mezclaban en fotoquímico y salía a color. Pero al superponer las dos imágenes no casaban y se veía fuera de foco, y los contornos eran todo rojo o todo azul, que eran los principales colores. Gracias a un software específico que tenemos, y que no lo tiene nadie en España, se pueden ver en todo su esplendor”, cuenta.

Conservar el cine español es el compromiso de este restaurador que ha disfrutado con muchos trabajos, entre los que destaca la coproducción hispano-italiana Sherezade, rodada en 70 mm. “Nos llevó tiempo escanearla y ha quedado espectacular. Es del 62 y parece que se rodó ayer”, dice.

Antonio Santamarina, escritor, investigador cinematográfico y exgerente del Cine Doré

Ver una película americana de cine negro o una española de “desarraigados” y al salir del cine tomarse una bamba de nata. Así era la tarde perfecta para Antonio Santamarina, que aprendió viendo mucho cine y también leyendo de cine. Con un perfil que no es habitual en la Administración –jefe de personal de 1500 funcionarios, jefe de recursos materiales de 31 centros e investigador cinematográfico– aterrizó en abril del 2002 en el Cine Doré, la sala estable de proyecciones de la Filmoteca Española, de la que fue gerente hasta el mes de julio de 2016. De todas las actividades que desarrolló al frente del Doré como servidor público, marca como prioridad “las sesiones infantiles y para jóvenes. Las proyecciones para los chavales de colegios de dentro y fuera de Madrid fueron un éxito. Los chicos y chicas, a los que les gusta más el Gordo y el Flaco que Chaplin, respondían muy bien. Con los más jóvenes no puedes fallar, y si les ponías una película en analógico que tenía un pelo, te decían que se notaba que era antigua”, comenta.

De su paso por el Doré, sala que sigue frecuentando, recuerda también los coloquios con Manuel de Oliveira, Isabelle Huppert, William Dafoe, Isabella Rossellini… ”Lo pasaba mal en las presentaciones, pero era un premio estar con estas personalidades”; haber conocido a José Luis Borau y Julio Diamante, “que me enseñaron la importancia de la humildad, la amabilidad, la profesionalidad; y el cambio del cine analógico al digital. “Los que más sufrieron fueron los proyeccionistas, el espectador entendió el cambio y las nuevas generaciones disfrutaban de películas clásicas en pantalla grande. Con ‘los padrinos’ y El mago de Oz, la sala [que cuenta con un equipamiento para proyectar en todos los formatos] se llenó”, relata.

A su labor en el Cine Doré, “donde tenían que poner una butaca con el nombre de Javier Aguirre (el cineasta vasco era un fijo de la sala)”, Santamarina, que estudió Filología Hispánica, suma su trabajo como investigador y escritor cinematográfico. Al cine negro y al cine de los hermanos Coen, Eric Rohmer, David Lean, Álex de la Iglesia, Enrique Urbizu, Daniel Calparsoro, Juanma Bajo Ulloa y Ana Díez ha dedicado libros junto con otros autores. También escribió con Carlos F. Heredero un volumen sobre las adaptaciones del cine español. “Estuvimos seis años indagando. Nuestro cine, por desgracia, está lleno de lagunas”, advierte este adicto al celuloide que, entre sus historias favoritas, cita Cuento de otoño, Centauros del desierto, Regreso al pasado, Furtivos, El día de la bestia, Alas de mariposa y las dirigidas por Buñuel y Enrique Urbizu.

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