El último proyecto de Pedro Almódovar nos lleva al Oeste, donde firma Extraña forma de vida, título que el cineasta manchego eligió por uno de los fados más populares de la portuguesa Amália Rodrigues. El director y guionista revisita el western, el género por excelencia del cine norteamericano, bajo el formato de corto: treinta minutos en los que muestra el deseo de dos hombres, Jake (Ethan Hawke) y Silva (Pedro Pascal), 25 años después de su primer encuentro.
El que es su segundo corto en inglés sale “del placer de escribir. Hasta ahora, no me había preguntado cuántas películas me quedan por hacer y si tendré tiempo para hacerlas todas, pero voy cumpliendo años y tengo prisa”, cuenta Almódovar, que, de niño, descubrió el melodrama, los musicales, las comedias disparatadas “y, sobre todo, el drama”. No fue hasta que llegó a Madrid, con 20 años, y fue a la Filmoteca cuando conoció “a los grandes directores de western, un género no ya masculino, sino macho, que se ha enriquecido con la aportación femenina [cita los títulos firmados por Jane Campion, El poder del perro; Kelly Reichardt, First Cow; y Chloé Zhao, The Rider] y del que parece que se ha dicho todo, pero no es así”, asegura.
Aprovechando “un territorio inexplorado por los norteamericanos como es no pensar en el deseo de esos hombres, porque no hay nada más humano que entre esas cuadrillas de vaqueros nazca una historia de sexo, de amor, entre dos hombres”, Almódovar, mezclando estilos y géneros, “como hago siempre”, firma un western queer que este viernes llega a los cines a un precio reducido y con 185 copias, y que tendrá un recorrido internacional tras su estreno en el Festival de Cannes, donde la historia “sorprendió y emocionó a los espectadores porque, aunque sabían que existía el elemento homosexual, desconocían cómo se explicaba. No sabían que lo que más me importaba no era mostrar a Ethan Hawke y Pedro Pascal desnudos, sino mirándose y hablando de algo sobre lo que cada uno de estos dos hombres tiene una reacción totalmente distinta”, expone el conocido realizador en el despacho de su productora ante un grupo de periodistas.
El sentimiento con el que ha bautizado a su empresa es muy importante para Pedro Almódovar. “Yo creo en el deseo que te vuelve loco y que te hace perder el control. Todas las personas deben permitirse el lujo de vivir en su vida una pasión y un deseo que casi te aniquile. Pero el deseo no dura, y hay otras cosas que están mucho más allá de la amistad y que tienen que ver con el amor… Y yo estoy en la edad de poder hablar de eso», asegura. Y también por su momento vital y profesional decidió no mostrar escenas de sexo en Extraña forma de vida. “Me interesaba otro tipo de desnudez, la desnudez del deseo. Ya me he desfogado, he filmado muchas escenas de amor, muchas escenas eróticas, ahora me atrae mucho más que sean las palabras las que hablen del deseo de estos dos hombres”.
Políticamente incorrecto
Rodado en el desierto de Tabernas, la meca del spaghetti western, “con los fantasmas de Sergio Leone y Clint Eastwood asustados de lo que estábamos haciendo”, este corto –que cuenta con la producción de Saint Laurent by Anthony Vaccarello– tiene una carga de nostalgia y de auto homenaje al cine. “El paso del tiempo está muy presente. Me imagino a los dos protagonistas de chavales como parte del Grupo salvaje, de Sam Peckinpah, uno de los primeros innovadores del género. Hay un homenaje explícito a esa película en Extraña forma de vida, historia para la que me he documentado mucho”, cuenta el creador de Calzada de Calatrava.
Tiene “archivado” un tercer corto en inglés con el que cerraría una trilogía que empezó con La voz humana. En estos momentos, su cabeza está en la próxima producción de El Deseo que rodará en inglés “con capital europeo, que es como yo sigo rodando”, en Nueva York –exteriores que ya están localizados– y Madrid –en estudio–. “Todo el peso recae en dos actrices que son estrellas, arropadas por un personaje secundario masculino”, desvela con cuentagotas Almódovar, que quiere hacer películas “pequeñas, con pocos elementos, personajes y localizaciones”.
Poco mundano en su cotidianidad, trata de estar al día “con lo que veo en televisión, lo que oigo, lo que me mandan…”, y cuando se sienta en el ordenador “escribo lo que quiero escribir. Hoy hay una cosa atroz, que es lo políticamente correcto, que se ha convertido en una verdadera dictadura para los creadores. Yo no siento esa dictadura porque, además, por muy liviano que sea lo que escribes, siempre va a molestar a alguien”, indica el cineasta, quien, sin nostalgia, agradece haber sido joven en los ochenta. “Mi formación, después de las vecinas de mi madre, fue esa gran universidad que era Rockola y sus aledaños en plena explosión de libertades, y entre la sociedad de los ochenta y la actual hay una merma democrática, visible y tangible. Pero con esto no quiero decir que todo el país haya vuelto atrás”, afirma este “votante de izquierdas” que se ha tomado “todas las libertades que he podido, y lo sigo haciendo”.