Llevar al espectador a un terreno “inexplorado, incómodo y un tanto perverso, con unos códigos visuales diferentes a los del thriller español”, es el propósito de Pablo Maqueda con su tercera película, La desconocida. Manolo Solo y Laia Manzanares son los protagonistas de esta historia que parte de Grooming, la obra de teatro de Paco Bezerra, uno de los guionistas de este título del que es complicado hablar sin desvelar la trama por expreso deseo de Maqueda, “gran fan” de Alfred Hitchcock y de su campaña con Psicosis. Una pista: cuidado con lo que publicas y lo que visitas porque puede arruinarte la vida.
Debutó con Manic Pixie Dream Girl, después firmó un ejercicio de admiración por Werner Herzog (Dear Werner) y en su tercera historia nos advierte sobre los peligros de la red.
Los peligros, o lo que Internet y las redes te pueden dar o quitar en general, es un tema muy poco explorado en el cine, y que a mí me interesa especialmente. Quería adentrarme en ello, saltando sin red y arriesgando sin miedo. Me interesa el lado negativo de cómo internet ha cambiado nuestra vida: relaciones vacías y superficiales, adicciones, algoritmos… O cómo hoy en día cualquier chica es una presa fácil de cualquier agresor en la red. Claro, aquí luego hay un giro, o varios.
Redes sociales, vídeo, fotografías, datos personales, información, comentarios… Internet es un mundo abierto que marca nuestra existencia, plagado de nuevas posibilidades, y las más oscuras y siniestras no podían pasar desapercibidas para el cine. Usted las muestra de manera muy realista.
Junto al director de fotografía Santiago Racaj hemos puesto mucho empeño en llevar la película a un terreno muy naturalista, casi costumbrista y documental. Una apuesta visual por la tecnología como parte de nuestra vida en un Madrid muy real y luminoso. Un Madrid parecido al de títulos como La virgen de agosto, de Jonás Trueba, para luego darle la vuelta desde el tema que tratamos. Como ya ocurría con Midsommar, de Ari Aster, y esos paisajes suecos tan luminosos, quiero mostrar el lado terrorífico de nuestro presente con los ojos más realistas posibles. En el banco de al lado en un parque cualquiera.
Más allá de la obra de teatro de Paco Bezerra en la que se basa La desconocida, ¿qué sabía del grooming –la manipulación de un adulto para iniciar una relación sexual con un menor– y por qué le interesaba hacer una película sobre este fenómeno que, desgraciadamente, esta al alza?
La obra me impresionó. Fui a verla dos veces, la recomendé mucho y no me la quitaba de la cabeza. Me acuerdo de que la segunda vez que fui no dejé de mirar a las personas que estaban sentadas conmigo en el patio de butacas: estaban en shock. También me interesaba lo que había llevado a los personajes a ese banco. No me interesaba hacer una película de la obra de teatro, me interesaba partir de la obra de teatro para hacer una película.
Los mecanismos y modus operandi de los agresores en la red son esquivos, y me parecieron lo suficientemente potentes como para que supusieran un reto a la trama y el desarrollo de los personajes. Durante la escritura del guion, junto a los coguionistas Paco Bezerra y Haizea Viana, nos documentamos mucho. Internet tiene un abismo oscuro.
«Una de las lecturas de la película es la de cómo nos relacionamos con nuestros secretos»
Usted ha dicho que “lo desconocido es algo que habita dentro de nosotros y que, para bien o para mal, es algo íntimo, y puede ser muy luminoso o muy oscuro”. Su protagonista masculino, personaje que interpreta Manolo Solo, es un pederasta, un delincuente.
Para mí es importante narrar sin juzgar a mis personajes. El cine que más me atrae es el que confronta nuestra realidad contra la de personajes lo más ajenos a nosotros posible. Estar sentado en la butaca y experimentar un instante en que nuestra realidad ya no es nuestra, es uno de los motivos por los que cuento historias y por lo que me interesaba esta en particular. Y esta historia siempre fue una historia de oscuridad. Mi objetivo fue adentrarme en lo más profundo no desde la lejanía sino desde la primera fila, como si estuviéramos montados dentro del tren de la bruja y pudiéramos ir de la mano de cada uno de los personajes para observar qué les ha llevado hasta allí.
Una de las lecturas de la película es la de cómo nos relacionamos con nuestros secretos, cómo convivimos con ellos. Todos tenemos nuestros propios monstruos interiores, y claro que el del protagonista está llevado al extremo. Cinematográficamente era interesante porque aquí no hay debate: todos estamos de acuerdo en lo terrible del personaje de Leo, no hay matices. Dejando eso claro, podíamos centrarnos en cómo el personaje se relaciona con eso.
La desconocida, que compitió en el Festival de Málaga, plantea más preguntas que respuestas.
El principal valor que tenía la obra de Paco Bezerra y por la que quisimos contar esta historia era ser capaces de cuestionar nuestros propios valores a través de unos personajes que nos miren a los ojos y nos retan, nos cuestionen y hacen que nos planteemos preguntas. Siento que en los últimos años nos hemos acostumbrado a una cultura que nos da la razón, que nos reafirme en nuestras convicciones y creo que una de las fuerzas más puras del arte es justo que te interpele, que sea contrario, que te haga pensar.
Siempre me han gustado las películas que te dejan rellenar los huecos, completar, que pueden generar debate, que toman al espectador como alguien inteligente. No queríamos hacer una película obvia. Como cinéfilo, siempre he acudido al cine a encontrar la verdad, la respuesta, pero también me ha planteado preguntas cuyas respuestas he encontrado en mí mismo. Y cuando empecé a dirigir encontré mucho más estimulante plantear esas preguntas que dar respuestas.
Es un guion escrito a seis manos, dos de ellas son las de Bezerra. ¿Qué es mejor, la obra o la película?
Ese fue el gran reto… ¡La obra era perfecta! Paco ha sido muy generoso en el proceso de adaptación. Mientras escribíamos, íbamos viendo las representaciones de la obra a lo ancho del mundo, y todo ello iba inspirando la puesta en escena. La obra eran dos personajes en un parque que hablaban, relataban situaciones, nos daban datos, pero siempre a través de la palabra. El mayor reto para nosotros fue poner imágenes a todo lo que ellos transmitían en palabras. Tuvimos que tomar decisiones clave para la trama y lo que finalmente se vería en pantalla. Y creo que ahí radica la diferencia con la obra.
Me gusta pensar que ambos formatos dialogan muy bien el uno con el otro. A Paco le gusta mucho la película y eso me hace muy feliz, porque a mí me gustó mucho la obra.
La película se sostiene en dos actores, Manolo Solo y Laia Manzanares, por lo que la elección del casting era fundamental ¿fueron siempre sus primeras opciones?
El casting estuvo a cargo de Arantza Vélez y Paula Cámara y fue un proceso largo hasta encontrar a Laia Manzanares. Vimos a más de 100 actrices durante un año y me involucré mucho porque el personaje de Carolina es muy complejo y requiere unas características muy concretas, tanto físicas como psicológicas. También quería a alguien que no fuera especialmente reconocible por el público y Laia era perfecta para el papel y estaba dispuesta a profundizar en el personaje, a dejarse llevar. Manolo Solo es un reputado y premiado actor que nunca había tenido un papel protagonista. Yo buscaba a alguien que ya tuviera un nombre, pero que a la vez fuese el hombre corriente, el hombre de la calle. También necesitaba un actor que quisiera meterse a interpretar a un personaje como este y Manolo lo estaba.
Disfruto mucho del proceso de audición como parte creativa del proceso de ser director de cine.
¿Cuál es el recuerdo más bonito que tiene de los tres juntos?
Los ensayos, construyendo los personajes gesto a gesto, mirada a mirada. Me involucro mucho en los procesos de casting y de ensayo, y filmo muy pocas tomas en rodaje. La gran mayoría de lo que se ve en la película suele ser la primera o segunda toma. Improviso con ellos y me convierto en su personaje para sentir lo que sienten mientras les doy la réplica. Poder retorcer este guion línea a línea con Laia y Manolo ha sido un proceso intenso.
Las historias por las historias
Como hizo Alfred Hitchcock cuando se estrenó Psicosis, La desconocida comienza con un texto suyo pidiendo a los espectadores que no revelen las sorpresas de la historia. Usted no va tan lejos como otros directores a los que les gustaría que el espectador fuera a la sala sin saber nada sobre la película que va a ver.
Es muy importante que el espectador sepa que si no la ve el primer fin de semana en cines, ¡seguramente le cuenten el final! Hemos apostado por un estreno limitado para que la película se haga más grande semana a semana con el boca-oreja. En los cines encontrarán instrucciones para no desvelar los secretos de la trama, avisos de los actores antes de los tráileres… Buscamos la implicación de la audiencia y queremos que La desconocida sea como un juego. Y que después, al salir de la sala, genere reflexión y conversación.
«En una sala de cine es donde me siento genuinamente feliz»
¿Tiene intención de seguir explorando los extremos, las perversiones del ser humano?
No sé si las perversiones, pero me interesan los personajes complejos. Creo que es porque me interesan las personas complejas. Entiendo que hay gente a la que le puede asustar, pero a mí me gustan las historias de terror cotidiano. Me siento muy cómodo con este tipo de historias y de personajes. Yo hago un cine para gente que es como yo, gente a la que nos gustan las historias por las historias.
Ha habido mucha gente que se ha sorprendido de que una persona como yo haya hecho esta película. Normalmente nos solemos quedar con lo que se proyecta de la gente, pero si rascamos un poquito… Es decir, me interesa el ser humano con toda su complejidad y entiendo que cuando tú buceas en el ser humano no van a salir cosas buenas siempre. No hablo de cosas extremas, simplemente que los personajes mientan, que los personajes hagan cosas inmorales, que los personajes sean imperfectos. Eso va a salir en el momento en el que rascas un poco en la superficie de cualquier personaje. O de cualquier persona.
¿Cómo decide de qué hablar en una película?
Más que un tema que abordar, es una imagen. Todo surge de ella. Es lo primero que me viene a la cabeza: un cuadro, una foto, una persona… A veces me he empeñado en sentir la inspiración de otra manera, pero no, siempre comienza con una imagen.
¿Hay algo que compita con su pasión por hacer películas?
Te diría que verlas. Para mí el cine es como una religión fanática. Intento ir todos los días. A veces incluso dos o tres veces, y cuando no lo consigo, sufro. Suena a topicazo, pero en una sala de cine es donde me siento genuinamente feliz.
Voy mucho al cine y estoy tan a gusto que me da por cerrar los ojos. A veces me enfado y lo niego, pero reconozco que he tenido que volver a ver alguna película porque me había dormido.