Manolo Zarzo, un obrero de la interpretación

Fotografías de Miguel Ángel Águila · 21 junio, 2023

La Academia homenajea al nonagenario actor madrileño en el ciclo ‘Maestros’

Manolo Zarzo es buena gente. Muy querido y admirado en la profesión, el actor a quien todo el mundo reconoce y sabe su nombre está agradecido a la vida “porque, aunque creo que no he hecho todo lo que podía haber hecho, tengo amigos, aunque casi todos han muerto, y el respeto y el cariño de la gente”, manifestó emocionado el que es el intérprete que cuenta con 243 títulos en IMDB entre películas, series y obras de teatro. Un asombroso número que ha atesorado en las más de siete décadas que lleva en la profesión, en la que sigue activo porque este viernes estrena su último filme, La fortaleza, donde encarna a un muerto “muy vivo”.

Día tras día, largometraje con el que debutó en 1951; El pescador de coplas, Sierra maldita, Saeta del Ruiseñor, Margarita se llama mi amor, Los guardiamarinas, El abuelo tiene un plan, Lo verde empieza en los Pirineos, Los nuevos españoles, Los golfos, Llanto por un bandido, La colmena, Los santos inocentes, Entre tinieblas, Luces de bohemia, El Lute, camina o revienta y Tiovivo c 1950 son solo una pequeña muestra de las películas en las que ha participado el intérprete madrileño, que ha hecho comedia, drama, westerns, serie B y numerosas coproducciones con Italia y Francia en las que tuvo como compañeros de fotogramas a Edward G. Robinson, Marcello Mastroianni, Nino Manfredi, Alberto Sordi, Monica Vitti, Terence Stamp y Giulliano Gemma, entre otros.

Una increíble trayectoria que recordó en el homenaje que le rindió la Academia de Cine dentro de su ciclo ‘Maestros’. Acompañado por el actor Fernando Cayo, Zarzo echó la vista atrás y empezó por el principio. El menor de siete hermanos –“fui el mimado. Mi hermana, que tiene 102 años, me sigue llamando ‘el niño’”-ya prometía en el colegio. “Me pasaba el día haciendo el ganso, y mi profesor, don Clarencio, les dijo a mis padres que me metieran a payaso porque no había quién me aguantara”, rememoró.

Y en 1948, con 16 años, empezó en el teatro, en una compañía juvenil con la que recorrió España durante tres años. “Éramos más de 20 chicos y chicas que hacíamos un espectáculo folclórico. Mi hermana Pepita y yo, que cantaba bastante bien, formábamos una pareja cómica y Lina Morgan era una de las bailarinas”, explicó el actor, que debutó en la gran pantalla de la mano de Antonio del Amo en Día tras día. “Interpretaba a un chico cojo de El Rastro. Me descubrió Antonio del Amo y no he parado de hacer cine. He trabajado con tantos directores: Mariano Ozores, Pedro Lazaga, Jaime de Armiñán, Juan Antonio Bardem, Carlos Saura, Mario Camus, Ettore Scola El único con el que no rodé fue con Luis García Berlanga. Me hubiera hecho mucha ilusión, pero nunca he hecho la pelota a nadie”, manifestó.

Gracias a las coproducciones en las que participó, su nombre traspasó fronteras y llamó la atención de Ettore Scola. “Me vio en Siete hombres de oro y me contrató para que hiciera de portugués en una película de Angola, con Sordi y Manfredi, a los que llevaba en un Land Rover por toda la selva. Ettore también me llamó para hacer un pequeño papel en El demonio de los celos, con Marcello Mastroniani y Mónica Vitti. También he trabajado en la selva de Camboya y Vietnam, donde lo pasé muy mal, y con Edward G. Robinson. Yo no sabía nada de inglés, y una noche que estábamos cenando juntos en Mallorca Edward me soltó una parrafada y no entendí nada. Su mujer, que hablaba bastante bien español, me dijo: ‘Manuel, Edward te está pasando el texto de mañana’. Me da mucha rabia no haber aprendido inglés», confesó Zarzo, que en italiano “me defendía bastante bien” y el francés “lo chapurreaba un poco”.

Aprender hasta de los que lo hacen mal

En su homenaje, se exhibió Los guardiamarinas, “la película en la que mejor me lo he pasado en mi vida. Fue un disfrute rodar en el barco Elcano con José Luis López Vázquez, Landa, Julia y Emilio Gutiérrez Caba, Pepe Rubio… ¡Y qué guapo estaba de blanco! Bueno, con el uniforme estaban bien hasta López Vázquez y Landa. El director de fotografía fue mi buen amigo Juan Mariné, que tiene 102 años y está hoy con nosotros”, señaló el actor, que citó a muchos de los compañeros con los que había compartido pantalla y escenario.

Joselito, Antonio Molina, José Bodalo –“de todos los que he conocido, el mejor”–, Fernando Rey –“me dijo que se aprendía hasta de los que lo hacen mal”-, José María Rodero, López Vázquez –“lo hacía todo y lo hacía bien, desde los disparates a los dramones”–, Agustín González, Jesús Puente, Julia e Irene Gutiérrez Caba, ‘la Ponte’ –“hice una gira con ella por varios países europeos y lo pasamos fenomenal”-, Fernando Fernán-Gómez, Pepe Isbert, Juan Diego, Paco Rabal y Alfredo Landa. “Eran muy buenos. De todos aprendí mucho. Ahora también hay actores y actrices que lo hacen muy bien, pero hay algunos… Este oficio te tiene que gustar, tienes que tener los pies en la tierra, leer mucho, vocalizar y hablar en voz alta”, indicó Zarzo, que, a pesar de su popularidad, nunca se ha considerado estrella ni ha ido de galán. “Yo soy un obrero del cine, del teatro”, recalcó.

Su vida profesional se cruzó con la personal. Padre de cinco hijos, uno de ellos actor y otro operador de cine, “a los que he inculcado que hay que ser respetuosos y educados con todas las personas y en todas las situaciones”, Zarzo se describió como un hombre “fácil, nada estirado, normal”; muy enamorado de su segunda mujer, “con la que llevo casado más de 40 años”; y que, como todos,  ha pasado sus fatigas. “He tenido buenas y malas rachas, y estas últimas las he superado apretándome el cinturón, lo que aprendí de mi familia. Soy lo que soy gracias a mis padres y hermanos”, recalcó el también actor de las series Fortunata y Jacinta, Compañeros, Juncal y El súper.

El homenaje finalizó con el recuerdo de un dramático suceso. Manolo Zarzo nunca olvidará el 23 de septiembre de 1960, día en el que iba hacía la Puerta del Sol para sellar su pasaporte porque tenía que hacer una película en Italia. En el camino se encontró con un incendio en la calle Carretas y se unió a un grupo de personas que estaban sujetando mantas para que las personas que estaban atrapadas pudieran bajar del edificio. Una de las jóvenes que saltó iba a caer fuera de la manta, “y me eché hacia atrás para cogerla y sentí cómo su peso me caía sobre el hombro. Estuve dos horas clínicamente muerto y después dos meses con el torso escayolado. Salí de aquello con voluntad. Me dije: ‘me voy a poner bien’, y aquí estoy con 91 años”, recordó emocionado el actor, que sigue el consejo de su hermano Pedro: no tengas miedo a la muerte. “Y no se lo tengo”.

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