Asghar Farhadi, fotografiando el pasado

Fotografías de Paloma Núñez de Arenas · 29 junio, 2023

El cineasta iraní, reconocido con dos Oscar y Patrono de Honor de la Fundación Academia de Cine, presenta en la institución la exposición ‘Asghar Farhadi. La acera’

Un adolescente se gana la vida como ayudante de un estudio fotográfico en el Teherán de finales de los ochenta. Como el laboratorio manda todas las imágenes reveladas juntas y revueltas, en fardos de cientos de fotos, su trabajo consiste en agrupar las del mismo carrete para entregarlas. De esta manera, la mirada inquieta de Asghar Farhadi (Homayoon Shahr, Irán, 1972) aprendió a observar la vida de la gente a través de las instantáneas que captaban.

“Sabía qué pasaba en cada casa, en cada familia. Así pude conocer otras caras de la gente, de la vida, de la ciudad”, explicó ayer el cineasta en un encuentro en la Academia de Cine junto a Zara Fernández de Moya y Ahmad Taheri, comisarios de la muestra ‘Asghar Farhadi. La acera’, y Álvaro Longoria, productor de su película Todos lo saben.

Esta exposición, la primera de carácter internacional del creador, puede verse hasta el 10 de septiembre en el Centro Galego de Arte Contemporánea de Santiago. Farhadi, vinculado a la Academia de Cine como Patrono de Honor de su Fundación, se mostró muy contento de la “reunión familiar” en su honor, donde reconocía “bastantes caras” en una sala repleta para escucharle. Agradeció su presentación a Fernando Méndez-Leite, presidente de la institución, quien destacó la capacidad del cineasta iraní para narrar sus historias con los mínimos elementos.

Historias que, como reveló Farhadi, muchas veces comienzan con una imagen. “Un día pensé en una persona mayor con la ropa mojada, en la orilla del mar, mirándolo con angustia”, explicó. “La imagen me venía a menuda a la cabeza. Empezaron las preguntas: ¿por qué tiene la ropa mojada? ¿Se ha ahogado un familiar, quizás su hijo, su esposa? ¿Está triste porque no la ha salvado?”. Responder a las cuestiones de esa imagen fue el origen de A propósito de Elly.

Hay autores que “empiezan con un concepto, con un tema que quieren tratar, y construyen para llegar a ese concepto”, detalló. En su caso, “solo una vez tengo la primera versión me pregunto ¿de qué trata esta historia? Hasta ese momento no lo sé, solo busco una narración atractiva”.

Con la cinta que le granjeó su primer Oscar, ocurrió algo similar: “mi abuelo tenía alzhéimer y mi hermano mayor lo cuidaba. Este me contó cómo nuestro abuelo, que era la persona a la que más respetábamos, ya no podía desnudarse solo para bañarse, pero tampoco permitía ser ayudado”. A partir de ahí, la imagen: un hombre joven enjabona en la ducha a un hombre, rompe a llorar y apoya la frente en el hombro del abuelo. “Esa imagen se mete en mi mente, crece… ¿Por qué el hombre joven baña al mayor? ¿Dónde está familia del joven? ¿Por qué está solo? ¿Tiene problemas con su mujer?”. Las respuestan están en Nader y Simin, una separación.

Obsesión por el pasado

La fotografía es para Asghar Farhadi un disparadero para la imaginación, solo comparable a la música. “La foto detiene el tiempo en un momento preciso; pero al mirarla no podemos evitar pensar qué ha pasado antes y después. Es un ejercicio de proyección, de imaginación”, comentó.

En una cultura la iraní, “obsesionada por el pasado”, en palabras del autor, las conversaciones sobre tiempos anteriores y las imágenes de infancias y juventudes perdidas son más que habituales; “ahora mismo estaba hablando con dos amigos, antes de entrar en la sala, y charlábamos sobre nuestra niñez”, bromeó. “Es algo que no veo en España. Quizás mi mirada no es muy precisa, pero noto que los españoles no piensan tanto en el pasado”, dijo antes de recordar un refrán cubano que alguien le enseñó y que le encanta: “no sabemos qué pasado nos espera en el futuro”.

Preguntado precisamente por el futuro del cine, Farhadi no dudó en asegurar que “la tradición del cine en salas va a perder fuerza, pero el cine no desaparecerá”. La manera de disfrutarlo sí va a cambiar, “como tantas cosas que se pierden”, concluyó, en un mundo en el que “nos bombardean las imágenes y el sonido, porque a lo largo del día vemos miles de imágenes, de frames, pero que no tienen visión, sentido de la estética”. Hoy en día, se lamentó, “Carlos Saura no podría haber hecho las películas que tanto nos gustan”.

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