J.A. Bayona: “Es imposible dar respuesta a las grandes preguntas”

Por Chusa L. Monjas · 22 septiembre, 2023

La sociedad de la nieve, que representa a España en los Oscar 2024, es una de las Perlak del Festival de San Sebastián

A J.A. Bayona no le interesan los proyectos en los que no ve dificultad, y para seguir aprendiendo “tengo que hacer cosas que no sé hacer”. Una vez más, el director de tres de las historias más taquilleras de la historia de nuestro cine se ha complicado la vida con La sociedad de la nieve, película basada en el libro homónimo de Pablo Vierci sobre las 45 personas que despegaron en el vuelo de las fuerzas aéreas uruguayas que se estrelló en la cordillera de los Andes en 1972 y, tras más de setenta días en el desierto blanco, sobrevivieron 16. “Trabajar con 25 actores, la mayoría de ellos noveles, que de manera cronológica pasaron frío, hambre y que estuvieron en estrecho contacto con los supervivientes y los familiares de los fallecidos para decir lo que quisieran en cualquier momento, fue difícil, pero muy satisfactorio”, relata el cineasta catalán, que buscaba constantemente en el set “una imagen, un gesto que reflejara mucho más que las escenas muy escritas o muy ensayadas para que la película fuera mucho más orgánica, estuviera más viva”.

Con ganas de explorar y con el compromiso de coger de la mano a sus actores “para ir juntos hasta donde ellos quieran llegar”, Bayona, que confiesa que en el rodaje se creó “una sociedad muy parecida a la de la película: un grupo muy sólido en el que no había egos y que se ayudaba en los momentos difíciles”, clausuró el Festival de Venecia y participa en la sección ‘Perlak’ de Zinemaldia, certamen al que tiene “muchísimo cariño”, con esta superproducción que representa a España en los Oscar 2024 y en la que deja patente su visión optimista del ser humano y del cine.

 

¿Qué fue lo que más le impactó la primera vez que leyó la novela de Pablo Vierci?

Era una historia que, tal y como estaba contada, no la había visto todavía. Quedé muy impresionado por cómo mezcla lo que es muy extremo con la reflexión profunda. Me ayudó mucho a entender la película que estaba preparando, Lo imposible, título que salió del libro y que define ese momento en el que uno se da cuenta de lo que es la vida de verdad. La reflexión de esa humanidad llena de luz en una historia tan dura y tan oscura me interesó muchísimo.

Todos hemos oído hablar de la historia de los supervivientes de los Andes por las películas, documentales y por los libros escritos en primera persona por los supervivientes. ¿Por qué esta película ahora?

Hay una sensación de culpa que revolotea todo el rato en el libro. Entendí que había una herida sin cerrar, que esta gente necesitaba otra película porque tenía que hacer las paces con el pasado. Creo que se había contado siempre la historia de Hollywood, la de los héroes que regresaban de la montaña, pero no se había contado la de aquellos héroes en la sombra, los que se quedaron en la montaña, y quise ponerlos a la altura de la gesta que hicieron los que regresaron. Esas identidades se quedaron perdidas, fueron borradas de la historia, y La sociedad… da nombre a las 45 personas que iban en el avión.

«En la vida aprendemos a romper con todo lo que nos rodea»

Nadie pensaba que unos estudiantes pudieran sobrevivir con ropa de calle en las inhóspitas cumbres de los Andes durante 72 días.

La película sucede en un lugar donde la vida no es posible, hay que reinventarla. En el momento en que se ha de empezar de cero, esa sociedad se convierte en un reflejo de lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Del relato de Vierci me emocionaba mucho que en los momentos más bajos, más oscuros, surge una luz donde la propia necesidad crea una sensación de empatía, de camaradería, de grupo, algo que se encuentra en los relatos clásicos de aventuras cuando lees a Jack London. Y aquí, frente a la adversidad lo que surge es esa entrega al otro. La idea de la antropofagia, del canibalismo, me interesa más desde el punto de vista del que entrega su cuerpo, que no desde el que se alimenta del cuerpo de un amigo, de un familiar. Los héroes no eran los que regresaron de la montaña y que se encontraron con una sociedad que les recibía de una forma que no entendían, sino los que se murieron dando ánimos a sus amigos, y esto lo quería subrayar.

El dolor de sus pérdidas, frío, hambre, aludes y el sentimiento de abandono cuando se enteraron, por la radio que lograron arreglar, que habían dejado de buscarlos y que se los daba por muertos.

Es muy simbólico que todo lo que está por encima de ellos –Dios, las familias, las autoridades– los abandonan. Son ellos frente al blanco, a la sensación de que la vida no tiene sentido. Y cuando la montaña les golpea, descubren que se tienen a ellos mismos, cuál es su verdadera naturaleza y tienen el valor de ser quien realmente son. Es una sociedad masculina, un equipo de rugby en la Latinoamérica de los años setenta, y para sobrevivir tienen que romper todos esos estereotipos sobre la masculinidad, tienen que aprender a cuidarse unos a otros, a llorar, a romperse, a abrazarse, a dejarse cuidar… Tienen que dejar de ser el héroe luchador que va salvar a todos.

Nosotros también tenemos que aprender en la vida a romper con todo lo que nos rodea, descubrir quiénes somos y tener el valor de serlo.

Todos ceden sus cuerpos si fallecen.

Hay algo ahí que tiene que ver también con lo filosófico: la trascendencia de descubrir que tú y yo somos lo mismo, la única forma que tengo yo de trascender la montaña y de morir en paz es darte lo único que me queda, que es mi cuerpo y mi ánimo.

El canibalismo es un tabú. En su película sirve para preguntarse ¿qué habría hecho yo en su lugar?

Cuando leí el libro, olvidé muy pronto el canibalismo. El primer día, comer carne fue un tabú; el segundo tenían tanta hambre que había cola. El tabú se rompió muy rápido, al final lo que resulta tan escabroso se convirtió en anecdótico. Esto es muy difícil llevarlo a la ficción en dos horas porque la película siempre se va a ver desde el llano, nunca desde la montaña. Por respeto a las víctimas y también porque una imagen explícita va a sacar al espectador de la película, optamos por sugerir, más que mostrar.

La fe también encuentra su lugar en La sociedad de la nieve.

Para mí hay algo que está por encima de la fe, que es la dignidad. Lo que les quedaba era la posibilidad de decidir cómo morir, o morían dando ánimos a los amigos o morían echándose a andar para buscar ayuda. Ellos son muy religiosos, yo no lo soy tanto, pero creo que descubrieron una forma de entregarse unos a otros que tenía que ver más con la mirada lateral que con la vertical, la de mirar a los lados, estar unos con otros. Eso sí que es un acto transcendente que tiene que ver más con lo espiritual que con lo religioso.

 

Dos oportunidades

En La sociedad de la nieve y también en Un monstruo viene a verme y Lo imposible están los miedos que todos tenemos. La aceptación de la pérdida, la muerte, la enfermedad, el dolor, el abandono, la culpabilidad…

Más que los hechos, me interesan las preguntas que se hacen, y a las grandes preguntas es imposible dar respuesta. Los 16 que regresaron son 16 interrogantes que merecen respetados, cada uno de ellos es una respuesta a la pregunta de qué sentido tiene vivir, y la manera de responder es vivir la vida. Cuando uno mira la muerte tan de cerca y tan de frente, lo que sale a relucir es la vida, por contraste. Todos tenemos una oportunidad en la vida, ellos tuvieron dos.

¿Qué ocurrió realmente en Los Andes?

Hemos estado muy cerca en todo momento de lo qué sucedió allá –más de 100 horas de entrevistas, los actores conocieron y han estado en contacto directo con los supervivientes y las familias de los fallecidos, ensayaron durante dos meses en Barcelona–. Lo que hacemos con las películas es tomar la realidad e intentar ordenarla para darle sentido. Me interesa llevar al público a una experiencia inmersiva que intenta estar lo más cerca posible de la realidad para que se haga las mismas preguntas que se hicieron ellos. Uno de los supervivientes dice que la realidad no tiene ningún sentido, el sentido se lo das tú.

¿Es La sociedad de la nieve una historia inspiradora?

Me interesa el cine que te ayuda a ser mejor persona. Me gusta ese carácter iluminador y pedagógico del cine y, a veces, para tocar esa luz tienes que introducirte en la oscuridad. Este es un viaje muy muy oscuro que en un momento sale a la luz, literal, y los personajes empiezan a formar un grupo sólido que hasta hoy día siguen cuidándose. Es un grupo muy humano, tienen muchas peleas entre ellos, pero cada 22 de diciembre se juntan para reconocerse en los ojos del otro.

Es importante que el cine hable de lo universal, de nosotros. Todos tenemos cordilleras, todos tenemos momentos que nos falta el aire, que estamos en un pozo muy oscuro, y esta historia ha ayudado a muchísima gente a transitar y poder superar esas cordilleras que uno encuentra en la vida.

¿Cómo vivió rodar en el lugar del accidente?

Más fuerte de lo que pensaba. Por el mal de altura se me fue la noción del tiempo. Para entender la historia, es básico entender el contexto: el frío, el hambre, la sensación de aislamiento… Todas esas sensaciones las vivieron de verdad los actores y el gran trabajo del equipo técnico. El trabajo hace que el espectador tenga la sensación de que está metido en ese agujero con ellos.

«Es importante que el cine hable de lo universal»

El sistema de producción de sus largometrajes funciona muy bien –usted, Belén Atienza, Sandra Hermida y, en lugar de Mediaset, Netflix–. ¿Ha dado con la fórmula mágica?

Nadie en diez años ha hecho lo que Netflix, que es financiar algo tan único como una película de gran presupuesto, rodada en español, con actores desconocidos uruguayos y argentinos y dándome carta blanca para hacer lo que yo quisiera. Y con el compromiso, antes de rodar, de ir a las salas de cine.

¿Será A sangre y fuego, basado en uno de los grandes libros del periodista y escritor sevillano Manuel Chaves Nogales, su próximo proyecto?

No sé si será el próximo. Me hace mucha ilusión, pero también es una bestia difícil de financiar. El cine es arte y es negocio, y se hacen las películas que acepta el mercado. Sí vamos a producir a dos directores, uno novel y otro consagrado.

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