David Verdaguer: “La familia del cine es desestructurada, pero es una familia”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de © Papo Waisman · 30 abril, 2024

El actor catalán estrena este miércoles La casa, adaptación de la novela gráfica de Paco Roca que Álex Montoya ha llevado a imágenes

Si hay una palabra que defina a David Verdaguer es naturalidad. El catalán, que conquistó el Goya, el Gaudí y el Feroz al mejor actor por interpretar al cómico Eugenio en Saben aquell, tiene una agenda tan completa que necesitaría muchas más horas en cada jornada para hacer todo lo que le gustaría. Películas independientes y más de un éxito de taquilla en la carrera de este intérprete en cuya casa nadie más se dedicaba a esta profesión  -su abuelo había hecho alguna función amateur-. Y La casa, adaptación de la novela gráfica de Paco Roca que Álex Montoya ha llevado a imágenes con los rostros de Verdaguer, Óscar De la Fuente, Luis Callejo, Olivia Molina y Marta Belenguer, entre otros, es el título del último estreno del actor, que es uno de los  tres hermanos que se reúnen en la casa vacía de su padre tras su muerte en esta historia minimalista que salió con tres Biznagas de Plata del Festival de Málaga -mejor guion, mejor música y premio del público-. Sin perder la sonrisa, en Verdaguer  (Barcelona 1983)  todo es emoción e intención.

Paco Roca consigue empatizar de manera amplia con historias muy íntimas.

Sí, estamos hablando de una cosa muy localista, en este caso era una casa en un  pueblecito de Valencia, que luego se convierte en nuestra historia. Me recuerda un poco a Verano 1993, que también era una cosa muy pequeñita, pero que nos toca a todos.

La casa te hace revivir tus propios recuerdos: la alegría de las primeras experiencias durante la infancia, la tristeza por perder a una madre y un padre, el enfado por creer que podrías haber hecho mucho más de lo que hiciste por ellos, la incertidumbre del futuro…Me removió mucho. Más que una película, es como un como un espejo en el sentido de que tú estás viendo la historia y sigues a los personajes, pero en realidad todo es un espejo que te rebota a ti, a tu experiencia, a lo que te pasó con tus padres. En el momento que me llegó el guion, mi abuela, que aún está con nosotros, se estaba vendiendo su casa de Bañolas. Y es que los lugares, los sitios tienen recuerdos y tienen historias, yo entiendo mucho a la gente que no tiene apego a las cosas, los budistas, pero yo tengo mucho apego a las cosas, la verdad. Para mí los objetos, las casas, me recuerdan mi vida, mi infancia, a mi gente.

A mí no me ha pasado, pero cuando se te mueren los padres, es como que ahora le toca a uno estar arriba y ocuparse  de los de abajo. Y eso siempre genera incertidumbre, porque ser hijos es más cómodo que ser padres.

¿A qué cree que puede contribuir La casa?

Es una historia que nos da un poco la vuelta como un calcetín y que miramos dentro. Vemos dónde estamos, qué hemos hecho y lo que nos espera. Las dos veces que la he visto he llorado muchísimo porque me  recuerda que estamos aquí de paso y  que hace falta quererse y cuidar a los tuyos. Mi personaje, José, le dice a su hermano: ‘Le hablaba mal, cuando padre estaba tan malito e iba lento, le hablaba mal’. A veces me pasa, con mi hija tengo mucha paciencia, pero con mi madre tengo menos. La persona que tiene más paciencia conmigo es mi madre y yo tengo muy poquita con ella. A mí, los niños y los abuelos me hacen llorar mucho.

Dicen que se le dan muy bien los personajes tristes.

Muy bien, lo hago muy bien.

Aquí se le ve muy vulnerable.

He pasado de ser el catalán triste al valenciano triste, estoy mejorando en mis limitaciones. Es un señor que tiene envidia de su hermano mayor porque éste tiene una familia que él no tiene, y su hermano mayor le envidia porque se atrevió a ser escritor. Sí, es vulnerable como todos cuando perdemos a los padres.

Ha sido muy bonito hacer este personaje, soy como el alter ego de Paco Roca.

La película hace una radiografía de una familia media española.

Completamente. Además, en una época donde lo poco que ahorraban era para una segunda residencia.  Mira cómo estamos ahora, que no podemos comprar ni la primera casita.

Y muestra lo importante que es saber despedirte y pasar el duelo. Hay que decir en vida las cosas bonitas, el te quiero, perdonarse. Las familias tenemos que querernos porque no se eligen, pero ya que no podemos elegirlas, al menos hay que intentar llevarte bien.

 

Carrera de fondo

Este año ha logrado el Premio Goya, el Gaudí, el Forqué, el Feroz. Vive un momento muy dulce, ¿le asusta que esto pueda cambiar? No. Todo es muy bonito, pero no es nada. Todo va a épocas, a modas. Estoy muy contento porque he estado nominado cuatro veces a los Goya -lo ha conseguido en dos ocasiones, el de reparto por Verano 1993 y el protagonista por Saben aquel-, lo que quiere decir que trabajo. Este año he tenido muchísima suerte y de aquí a unos cuantos años no tendré ningún premio más y no pasa nada. Lo que quiero es trabajar.

Lleva más de la mitad de su vida interpretando.

Llevo desde los 20 años trabajando, sobre todo en teatro. Me he podio ganar y malganar a veces la vida. Soy un privilegiado, es que no sé hacer otra cosa.

Pero usted quería ser médico.

De muy pequeñito, pero se me pasó a los  8 años porque tenía que estudiar mucho y la sangre…Soy hipocondriaco.

En este oficio también hay que estudiar mucho, pero es más divertido. Los médicos tienen mi apoyo y mucha suerte de que no esté en su gremio.

Su pasión por la interpretación se fraguó con su abuelo, -hizo teatro amateur- ¿qué le quedan de esos años?

Pues me queda que era una persona muy divertida conmigo. Con él descubrí la ironía, incluso el cinismo;  el tabaco de picadura, el de liar.; y que la vida no hay que tomársela muy en serio. Nunca le vi actuar, pero

era un señor que tenía una manera de ver la vida que me quedó y pensé que el arte o la interpretación era un buen sitio para estar implicado en este mundo que me ha tocado vivir, pero sin perder el juego.

Ya lleva unos cuantos personajes a sus espaldas, pero ¿cuáles son las películas por las que más le preguntan?  Ahora sobre todo me recuerdan por Eugenio, que es lo último que he hecho. También por los papeles que han marcado algo: Mi primer personaje protagonista que fue bien, 10.000 kilómetros; Verano 1993, película de Carla Simón que lo reventó y se descubrió que era una cineasta increíble. Lo importante es que la gente se acuerde de ti, sea por el papel que sea.

Yo me acuerdo mucho de Lo dejo cuando quiera, una comedia con Ernesto Sevilla y Carlos Santos, de la que no se habló mucho a nivel de crítica, pero fue muy bien de público  y me lo pasé muy bien. Fue mi primera producción con un alto presupuesto y en la que me salía un poco de lo mío, del cine indie. Reconozco que no recuerdo el nombre del personaje, pero conocí a Ernesto Sevilla, que nos hicimos muy buenos amigos.

¿El trabajo es su vida o al revés?

Estoy aprendiendo a que la vida sea mi trabajo.

¿Qué es lo último que ha aprendido de su oficio? Pues algo que ya intuía que es una carrera de fondo y que no hay que tomarse muy en serio ni los fracasos ni los súper éxitos, sino seguir trabajando, saberte el nombre de toda la gente del rodaje, de los técnicos, llegar puntual y saberte el texto. Creo que con eso puedes ir tirando muchos años.

Compañerismo

¿Qué consejo le gustaría haber seguido en el pasado?

Me he encontrado siempre con buena gente. Siempre me habían dicho de pequeño o de más joven. ‘Uy, este mundo tuyo tiene muchas envidias’. Cuanto más trabajo, más veo que  somos una familia, desestructurada, pero una familia. No he notado envidias, yo no soy nada envidioso, quizá las hay,  pero como en todos los oficios, pero no me gusta este mantra de fuera de ‘uy, qué complicado es este mundo, con muchas envidias,’ pues igual que en una súper empresa, en gas natural, en Telefónica o en una escuela de Secundaria porque tú tienes unos turnos que yo no tengo. Creo que hay más compañerismo en este oficio, mucho más que en otros.

¿Qué le diría a su yo adolescente?

Los granos se van a ir, no te preocupes. Y también que va bien, que todos los trabajos que está haciendo tienen sentido. Hacer teatro en la calle, hacer de payaso en Comuniones, hacer de mago en discotecas…Todo suma y todo te aporta en  este oficio, que no creo que sea un arte.

Lleva un tiempo encadenando un trabajo tras otro. Tiene pendiente el estreno de dos películas, El 47 y Muy lejos, con Eduard Fernández y Mario Casas, respectivamente; en breve grabará una serie en TV3; y sigue haciendo bolos con la obra de teatro Elling ¿cuáles son sus próximas metas? Me encantaría hacer doblaje, doblaje de dibujos, y seguir haciendo películas bonitas. El año que viene haré  La gaviota en el teatro Lliure con Julio Manrique. Nunca dejaré el teatro

 

 

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