Si Pedro Martín-Calero no ha escuchado nunca la cita de Alejandro Dumas sobre el miedo, la ha encarnado desde la intuición. Dijo el escritor francés que “no hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor”, y la ópera prima del cineasta vallisoletano da buena cuenta de ello. El llanto no es solo su puesta de largo por todo lo alto –el apartado más importante de Zinemaldia–, también es una apuesta por un terror que huye de “lugares comunes y clichés del género” para desplazar hacia el desasosiego una historia de mujeres marcadas.
Junto a su coguionista Isabel Peña han decidido escribir sobre una realidad “que nos preocupa y nos duele”, pero a través de la plasticidad casi infinita que ofrece el cine no realista. La española Ester Expósito, la francesa Mathilde Ollivier y la argentina Malena Villa son los tres rostros y cuerpos sobre los que se cebará un terror que persigue a generación tras generación de mujeres. Con una estética y puesta en escena “que no son de peli de terror”, Martín-Calero despliega una trama en varias coordenadas espaciales y temporales donde el ojo de la cámara registrará lo que el humano no llega a ver… por suerte para él.
¿Cuál fue la génesis o el chispazo de El llanto?
Hay que remontarse mucho [risas]. Creo que la lectura de Mariana Enríquez me inspiró bastante. Leí sus relatos y me sentí apelado a hacer una película de terror, quizás por la atmósfera. Después encontré una idea y tras la incorporación de Isabel Peña nos pusimos a escribir la historia.
¿Siempre fue una trama contada a varios tiempos? No es demasiado habitual en este género.
Isabel y yo nos pusimos algunas normas para evitar los lugares comunes del terror y jugar con sus arquetipos. Nos dimos cuenta de que el cine de género suele ser muy lineal, lo cual lo puede hacer previsible, y no queríamos caer en eso.
¿Provocar le miedo es cuestión de ritmo?
Cuándo y cómo das la información es lo que crea el interés, en cualquier género. En este caso, al cambiar la estructura temporal, el espectador a veces va por delante del personaje. Por eso, conseguir esa tensión a ambos niveles fue un trabajo arduo que esperamos haber hace bien.
¿A qué ha recurrido en las encrucijadas?
Dar a leer lo que estás escribiendo a gente fuera del proceso siempre ayuda. Escuchar sus opiniones como lectores vírgenes te da una buena perspectiva. Esa visión externa nos ayudó a entender si íbamos por el buen camino.
El guion juega con el fuera de campo y con cómo ese fuera de campo se cuela en el plano. Es una fórmula sensible.
No queríamos hacer una película gore ni muy física, entre otras cosas porque estimábamos a los personajes y no queríamos maltratarlos a ese nivel. Creo además que muchas veces el impacto es mayor no mostrando lo terrorífico, porque el espectador completa la imagen en su cabeza.
En ese qué se muestra y qué no se muestra, ¿hasta qué punto es determinante el montaje?
En el guion y en la puesta en escena ya había mucho decidido. El montaje refuerza eso, y cuando te das cuenta de que algo funciona lo abrazas más. Aunque es mi primera película, y lo que he descubierto es que la última versión de guion es el montaje. En la primera parte, nos dimos cuenta de que nos pasábamos dando información, y quitamos una escena que antes nos parecía clave y que después vimos que todo funcionaba mejor sin ella.
Tras toda la película generando esa tensión, ¿qué intenciones tenían para el final?
Queríamos que el clímax fuese muy potente: es una peli de terror y tiene que ser terrorífica. Ese final es la parte más de género de manual, aunque venga todo de los personajes. Decidimos poner toda la carne en el asador, dentro del estilo y el tono de la película.
«Lo más importante de la película, más que el género, son sus personajes»
Esta es una historia de personajes femeninos, pero no solo pasan miedo. También se enamoran, se obsesionan, se divierten…
Lo más importante de la película, más que el género, son sus personajes. Queríamos personajes complejos, que traspasaran la pantalla, y todo en la historia surge de ellas. Creo que eso las actrices lo entendieron, y aportaron mucho. Estoy satisfecho con esa decisión: primero las actrices y luego lo demás.
El mal en la película persigue exclusivamente a mujeres.
Isabel y yo compartimos el hecho de escribir sobre cosas que nos duelen y nos preocupan, y en ese sentido la película contiene un mensaje contra la violencia de género. No en un primer término, pero sí que está ahí. Queríamos mostrar esa bestialidad, y la película tiene la voluntad de hablar de ello pero sin aleccionar ni dar soluciones.
Este mal es además algo inescapable, lo cual suma la angustia al miedo.
Es algo que está entre nosotros y de lo que formamos parte. Pero me gustaría marcar que al final hay una luz de esperanza, queríamos atisbar al final el inicio de algo mejor.
Probablemente haya muchas comparaciones con It follows.
It follows no es una referencia directa, aunque la vimos durante el proceso y por supuesto siempre queda algo de todo lo que te gusta. También creo que hay un elemento que puede entroncar con La semilla del diablo, por ese mal que está ahí pero cuesta ver, y también por la mirada al mundo de la mujer.
En El llanto da la sensación de que el terror se cuela en una película que no debería ser de terror.
La parte visual está muy trabajada; en el story board ya teníamos claro que cada plano tenía que contar algo e ir generando la tensión, a veces de forma subliminal, como un goteo contante. Puede que eso es lo que le da un aspecto más clásico. Quería que la luz y la puesta en escena no fueran “de película de terror”, sino algo más estilizado. Pretendíamos que la película no pareciera de género en su estética, lo cual puede ayudar a conectar más con los personajes.
¿Qué le parece la etiqueta de terror elevado, tan en boga los últimos años?
Las etiquetas a priori me parecen aburridas. He intentado hacer una película que esté en la frontera de géneros y estilos, que sea difícil de clasificar. Pero dicho esto, creo que hay algo de bueno en esa terminología, porque parecía que este género era algo menor, y algunas de las mejores películas de la historia son de terror.
¿Se puede seguir siendo original dando miedo?
Yo he intentado serlo, al menos en el sentido de que el espectador no sepa lo que va a pasar en la escena siguiente. He intentado huir lo máximo posible de lugares comunes, pero de hay a una originalidad, cuando hay tanto hecho… Supongo que la combinación de elementos o la mirada sí pueden tener algo de novedoso, aunque los problemas de la humanidad siguen siendo los mismos.
«El miedo llevan a un estado que no exploramos tan a menudo»
¿Por qué seguimos disfrutando de pasar miedo en el cine?
Hay gente que no soporta estar en una sala y ver este tipo de películas, pero El llanto está hecha para gente que no sabe que puede disfrutar del terror. Yo lo paso mal pero es un estrés controlado. Sabes que todo es falso y que, cuando acabé la película, ya está. Además esas sensaciones te llevan a un estado interesante que no exploramos tan a menudo.
¿Cómo valora la presencia de su debut en Sección Oficial de San Sebastián?
Es un sello de calidad. San Sebastián es un festival muy autoral, y esa parte la peli también la tiene, junto a la más popular y de género. Espero que el público encuentre en ella una propuesta inesperada, con una identidad propia que no se parezca a las demás.
¿Qué cree que le puede aportar el certamen a la película?
Hay tantas películas que pasan desapercibidas, a pesar del esfuerzo titánico que siempre hay detrás… Eso sí es una película de terror [risas]. Que haya sido seleccionada y que ya se esté hablando de ella es fundamental. La película existe, el reto más importante está cumplido.