Desde que entró por primera vez en un set de rodaje y fue testigo de cómo se creaba el cine, Paz Vega tuvo claro que algún día querría dirigir. Esta certeza se ha hecho realidad con Rita, una ópera prima que le ha costado siete años levantar y que ha ambientado en su ciudad, Sevilla, y en los años 80. En esta nueva faceta, la sevillana reconoce el “vértigo” y el “pudor” con el que afronta en festivales y entrevistas ser “la responsable última” de una historia. “Es diferente enfrentarte como actriz, solamente en tu parcela”, confiesa. Con Rita se fija en la infancia, a través del día a día de dos hermanos de una familia obrera, Rita y Lolo, que viven el verano soñando con ir a la playa, aunque el barrio les tiene reservadas otras sorpresas. La protagonista de Lucía y el sexo, El otro lado de la cama, Carmen o 7 vidas se ha volcado al cien por cien en su primer largometraje, que escribe, dirige y en el que interpreta a la madre de estos niños, a cuyo padre da vida el actor Roberto Álamo.
¿Cuándo encuentra esta historia?
Hace más de 20 años, cuando estaba preparando un personaje y entro en contacto con un centro de acogida de mujeres maltratadas. Yo quería contar una historia a través de los niños y hacer un homenaje a la infancia y a la importancia de cuidar de nuestros niños y no menospreciarlos. A veces se piensa que no se enteran de nada, que pasan por ahí y es justo lo contrario, se están formando. Quería hacer una carta de amor a la inocencia y a mi propia niñez, que era muy distinta a la de los niños de ahora.
¿Ha recurrido a sus recuerdos para recrear la Sevilla de esa época?
He tirado de mis propias vivencias, de mi propio barrio, de cuando iba con mi madre a comprar al mercado. De lo que significa cada vez que paso por el puente de Triana. Es como si el tiempo se detuviera. Ahí he ido en carrito y ahora sigo pasando y eso es muy bonito. Y es un homenaje a mi ciudad, con sus tradiciones.
Se ha dirigido a sí misma. ¿cómo ha conciliado la Paz directora con la Paz actriz?
Ha sido la parte más difícil. A la hora de dirigir me he sentido super segura, tranquila, serena en todo momento. Lo tenía todo muy claro y he tenido un equipo maravilloso. Pero ese desdoblamiento, cuando tenía que vestirme y pasar al otro lado, si ahora volviera atrás quizá no lo haría. He disfrutado menos la parte de actriz, porque cuando diriges tu cabeza está en mil millones de cosas y si encima a eso le añades que tienes que estar metida en una emoción con tu personaje, es complicadísimo. Rita no nació con la idea de hacer una película para mí, pero mis productores me dijeron “Paz, que tú estés en la película, siendo tan pequeñita, hace que se posicione en otro lugar”.
“No soy una directora novel normal, tengo mucho bagaje”
¿Su experiencia a las órdenes de tantos directores, le ha ayudado a definir cómo es como directora?
He trabajado en diferentes países, con diferentes idiomas y directores. Me he tenido que adaptar a muchas circunstancias y presupuestos y todo eso me ha dado un aprendizaje natural, que he podido poner en Rita. Yo no he estudiado dirección o escritura de guion. He sido autodidacta y todo lo que he hecho han sido cosas que me han ido naciendo.
A nada que tengas un poquito de curiosidad y que te guste, cualquier actor podría enfrentarse a un proceso de dirección y de escritura de guion. Yo leo muchísimos guiones como actriz. De alguna manera, si yo me siento a escribir hay algo natural, aunque solo sea por repetición, que te sale. Y tú sabes cómo dialogar y quieres que cada personaje hable de una manera diferente. En eso sí me ha ayudado mucho ser actriz. Dialogar es la parte que mejor se me da en la escritura de guion. Y luego la parte técnica siempre me ha fascinado. Lo he aprendido porque tengo curiosidad y estoy en rodajes continuamente. No soy una directora novel normal, soy una directora novel con mucho bagaje.
Se ha puesto además el reto de dirigir a niños. Sofía Allepuz y Alejandro Escamilla, que interpretan a Rita y a Lolo, son los grandes protagonistas.
Estuvimos meses antes trabajando esa conexión con ellos y los diálogos, de una forma muy intensa. Yo tengo mi manera particular de dirigirlos. A veces como actriz he necesitado de los directores no tanto de dónde vengo, a dónde voy o los porqué, sino una indicación concreta y no me la han dado. Y con los niños se trabaja así, con indicaciones muy concretas del momento.
Tú como actriz siempre vas con una propuesta clara de personaje, pero de repente te llega el director y te dice “no. Quiero esto”. Y ese desubique a mí me gusta muchísimo, pero te tiene que guiar. A mí no me importa que me manejen como una marioneta, me encanta. Julio Medem hizo una dirección muy precisa y exacta conmigo. Y a veces no lo entendía, pero yo confiaba. Eso me gusta porque te pones en manos de alguien que tiene una visión superior de la historia.
Un mensaje fundamental
En Rita hay un mensaje generacional para la niña de que debe ser independiente. ¿Cómo ha cambiado el empoderamiento de la mujer desde los 80 hasta ahora?
Cuando rodábamos esa secuencia, todas las mujeres del set decían “mi madre me dijo exactamente lo mismo”. La de nuestras madres fue una generación bisagra. Para nuestras abuelas y bisabuelas lo importante era buscar un marido que la pusiera en un estatus, que la mantuviera y que trajera dinero, mientras ellas se dedicaban a la casa y los hijos. Pero nuestras madres, como hubo un cambio en la sociedad, ya veían que no solo hay una salida, que ser mujer no era solo casarte y tener hijos. Ellas estaban atrapadas porque no estudiaron o ya estaban casadas, pero estaban muy preocupadas de que nosotras tuviéramos otra alternativa. Ahora no hace falta dar ese mensaje, pero en nuestra época fue fundamental. Yo a mi hija no le digo esto porque está super asumido. Ella ve en casa que somos dos personas que comparten autoridad y que los roles están equilibrados.
Dedica la película a los niños que indirectamente son víctimas de la violencia machista.
Fue algo que germinó en mí hace muchos años, la conciencia de que hay algo en esta sociedad que tenemos que cambiar. El cine me parece un instrumento y una herramienta maravillosa para mandar estos mensajes desde un lugar lúdico, porque es entretenimiento y cultura. He aprendido muchas cosas de otras realidades viendo las películas de Ken Loach, el cine social me gusta. Rita no es panfletaria para nada, habla de la realidad de una familia en un contexto histórico.
¿De qué manera conecta con el presente?
Conecta por esas dinámicas de pareja tóxicas que siguen imperando. Y tú dices con todo lo que hemos visto de nuestros padres y nuestras abuelas, con toda la información que hay, que todavía esto siga pasando… Ahora es “¿quién te ha llamado?”, “he visto que no sé quién te ha puesto un Me gusta” “¿qué falda llevas?” Eso está en los jóvenes, ese germen sigue ahí. Mi película pretende ser simplemente un granito de arena y un “eh, que hay que seguir en esto”.
¿Qué tipo de historias le gustan como creadora?
Estoy escribiendo ahora y me vuelve a salir naturalmente algo con un componente social muy importante. Además es muy diferente a Rita y a la realidad española porque sucede en Latinoamérica. Yo tengo que ver algo que conecte con la realidad, me lo tengo que creer. Soy poco fantasiosa y de superhéroes, prefiero las historias pequeñas y locales que se convierten en universales. Me gusta mucho más el cine intimista que las grandes superproducciones.
“Me he dado cuenta de lo vulnerables que somos los actores”
¿Qué aprendizajes se ha llevado de esta primera vez?
Que para ser creador tienes que tener una mente muy flexible, porque yo tenía todo marcado, pero luego la realidad manda y siempre lo que surge va a ser mejor que lo que tú tenías. Hay que confiar en eso e ir con la idea de dejar atrás cosas que tenías como inamovibles. Ese es un aprendizaje que también lo he vivido como actriz, pero verlo en tu propio rodaje me ha hecho darme más cuenta de ello.
Y por otro, me he dado cuenta de lo vulnerables que somos los actores en manos de un director y una sala de montaje. A veces nos creemos muy importantes, pero lo somos tanto como el director de fotografía, la montadora etc. Y sales de un trabajo creyendo que lo has dado todo, y luego llega la sala de montaje y eso el director no lo monta, o te lo corta.
Después de esta experiencia, ¿seguirá compaginando las facetas de actriz y de directora?
De hecho, acabé Rita y me puse a rodar con Álex de la Iglesia. Y tengo una película de un director venezolano, una historia muy social. Lo bonito también es cuando como actriz puedo conectar con mis gustos. Otras veces dices que sí a proyectos porque tienes hijos y que pagar facturas. Pero cuando tienes la posibilidad de dirigir y crear tú de la nada es una sensación maravillosa. Me decía un director argentino “a ti te ha picado el bichito y de ahí no se sale”. Y lo sé. Y es doloroso porque hacer una película no es fácil, siempre es un milagro. Pero quizá después de Rita pueda acortar los tiempos en mi próximo proyecto.
Son muchos los intérpretes que han dado el salto a la dirección en los últimos años, Leticia Dolera, Daniel Guzmán, Raúl Arévalo, Marta Nieto, Juan Diego Botto…
Ellos tienen en común conmigo que llevan muchos años recibiendo órdenes y estando en esa vulnerabilidad y dicen voy a escribir, voy a dar mi visión y el tono de la película que quiero. Yo he hablado con muchos compañeros animándoles, porque me suelen gustar mucho las películas que dirigen actores. Estamos muy capacitados para dirigir. Tenemos un popurrí de todo impregnado en nuestro ser, al leer guiones, estar en el set, adaptarte a diferentes directores. Ese collage está en nosotros. Si le pones coraje y un poquito de valor lo puedes hacer y te va a salir una película muy decente. A muchos les he dicho ¡pero ponte a escribir! Si yo lo puedo hacer, tú también porque tienes la misma experiencia y sensibilidad que yo, o más, y seguro que tienes una historia que contar. Y me dicen “no, me da miedo, no me veo”. Yo es que sí me he visto desde el principio.