Presión y oscuridad. Es lo que los buzos se encuentran para desempeñar su trabajo: la presión de cientos de miles de litros de agua sobre sus cabezas y la oscuridad que reina cuando la luz del sol ya no alcanza. Los protagonistas de Los tigres, el nuevo trabajo de Alberto Rodríguez con el que compite por la Concha de Oro, tendrán que lidiar con una situación de alta tensión que les llevará por las partes más oscuras del ser humano, pero esta vez en tierra firme. Antonio de la Torre y Bárbara Lennie encarnan a dos hermanos que pondrán a prueba la fortaleza y elasticidad de su relación cuando se vean envueltos en una peligrosa trama en la que tendrán que usar su conocimiento de las condiciones extremas bajo el mar para sobrevivir fuera de él.
¿Qué significa para usted volver a San Sebastián, y a Sección Oficial?
Me considero producto de ese festival, casi de la casa. Desde la primera película que estrenamos, El factor Pilgrim, en 2001, han sido unas cuantas las que han ido allí y el festival siempre ha reforzado su estreno. Es el certamen que más cariño nos ha dado, así que mucha alegría.
¿Cuál es la génesis de este proyecto?
Empezamos por el escenario, por el entorno. Por ese sitio tan particular que es la ría de Huelva y la petroquímica, con ese entramado de tuberías, depósitos, alambiques… y la presencia al lado de la naturaleza, porque por la tarde ves volar a los flamencos. De ahí nos sumergimos hacia el mundo submarino, que nos interesa mucho a Rafael Cobos y a mí. Tuvimos la suerte de hacer un bautizo y descubrir que hay otro universo bajo el agua. Eran buenos elementos para un thriller contado de otra manera.
¿Da miedo plantear una película que sucede debajo del agua?
Creo que antes solo había rodado un plano bajo el agua, en una piscina. No teníamos ni idea de lo que iba a ocurrir en mar abierto. Desde el primer momento supimos que no podíamos rodar en estudio, iba en contra del espíritu de la película. Eso lo hemos sufrido mucho, pero se transmite en la pantalla, que es lo importante.
¿Ha habido algo a lo que no se han atrevido?
Ha habido que adaptarse, había cosas en guion que hemos tenido que cambiar o descartar incluso el mismo día con los buzos. Cualquier situación pequeña en el mar se vuelve compleja, el mar manda y tú haces lo que puedes. Lo más complejo quizás ha sido una secuencia que rodamos en un petrolero, en el que hubo que subirse por una escala. Los ocho que subimos del equipo teníamos que apañárnoslas para subir desde un barquito que subía y bajaba dos o tres metros. Esta película ha tenido mucho de aventura, cosa que por otra parte tiene un valor. Si te soy sincero, no ha habido día fácil, solo los tres días que rodamos en la casa de los protagonistas.
Hemos aprendido mucho del equipo de buzo, que articulamos a través de un buzo sueco que ha hecho películas que nos gustan. Por casualidades de la vida su madre era española y habla español. Es hijo de buzo, hermano de buzo y además muy amigo de un actor de El factor Pilgrim, fíjate si es casualidad. Él formó el equipo que nos ha ayudado y que ha cubierto nuestras carencias.
¿Cree que conocemos la realidad del oficio de los buzos?
Ha sido muy interesante documentarse y conocer a muchos buzos profesionales. Te vas dando cuenta de cuáles son sus problemas, en un oficio que parte de que todos los días te juegas la vida. Ellos dicen: un buen día para un buzo es un día en que no va al agua. Porque cualquier pequeño accidente a cuarenta o cincuenta metros de profundidad te puede costar caro. La precariedad de su oficio está sobre todo en esa exposición. Se usan buzos para muchas cosas que desconocemos, hasta para limpiar una depuradora de residuos. Hacen de todo, y en sitio como Algeciras siempre están pasando cosas que los requieren.
Recuerdo una charla con un buzo brasileño, un tipo de unos cuarenta y cinco años, muy fornido, que cuando se levantó para ir al baño prácticamente no podía caminar, de las lesiones que había ido acumulando, sobre todo en la espalda. Es un oficio que pasa factura, desgasta mucho. Y eso intentamos que se refleje en la película.
El protagonista es un hombre corriente que tiene que transgredir su moral.
El personaje de Antonio de la Torre es un ser semiacuático, que se maneja muy bien debajo del agua pero no tiene ni idea de cómo se vive fuera. Y tiene ese contrapeso tan brutal de una hermana muy inteligente que ha tenido que cargar con el peso de lo que ocurre en tierra. Partimos de esa tensión dramática y la mezclamos con el elemento de thriller del narcotráfico en este entorno, encarnado por un mal absoluto que ni siquiera tiene cara. Ponerle cara creo que hubiera hecho de esta una película más, además que si caes en esta red la solución es muy compleja.
Recuerdo que durante la fase de documentación, un día subidos en un barco, los marineros nos dijeron “mirad a ese”, que era un tipo en una lancha rápida con un montón de depósitos vacíos, y añadían “anda, de dónde viene ese”. Estaba claro lo que estaba haciendo, Rafael Cobos levantó el móvil y los propios marineros le dijeron “¡baja eso!”. La lancha estaría a cien metros, pero esa es la presencia y el temor que hay al narcotráfico, saben que es peligroso incluso hacer una foto. No es un mito, no es un estereotipo, es una realidad.
¿Estos ‘tigres’ siempre fueron Antonio de la Torre y Bárbara Lennie?
Con Antonio ya había hecho dos películas, Grupo 7 y La isla mínima. Han pasado diez años y nos hemos encontrado más mayores [ríe], pero ha sido un encuentro muy feliz. Ese personaje estaba tan claro que era para él que desde la primera escritura se llama Antonio. El caso de Bárbara es bastante más especial, porque no terminábamos de encontrar a una actriz que reuniera las características que buscábamos. Eva Leira y Yolanda Serrano la propusieron y a mí me costaba verla, pero hizo una sola prueba y estuvo claro. Bárbara ha trabajado mucho para encontrar el acento, se ha preparado con una chica de Huelva y me parece increíble su capacidad. Ha hecho propuestas con mucha intuición, y hemos modificado incluso cosas que yo tenía claras que tenían que ser de otra manera.
¿Con qué espera que se quede el público?
Esta es una película que desde el principio ha tenido la intención de ser espectacular: ese mar, esos barcos, esos paisajes… Y todo eso conviviendo con un mecanismo de relojería de un thriller que te mantiene en tensión pero que en el fondo está apelando a tus sentimientos. Si se cumple todo eso, será un pleno.
Alberto Rodríguez adapta Anatomía de un instante: “Debate y polémica son cosas distintas”
En esta 73 edición de Zinemaldia, Alberto Rodríguez se desdobla para presentar la serie Anatomía de un instante, adaptación del un material tan conocido como sensible: la reconstrucción que el escritor hace del 23F. La serie, que se verá en Movistar+, pasa antes por San Sebastián con la intención de llevar al público por un “viaje sentimental a un momento concreto de nuestra historia” que no por visto mil veces terminamos de comprender. Con Álvaro Morte en la piel de Adolfo Suárez, Eduard Fernández como Santiago Carrillo, Manolo Solo como Gutiérrez Mellado y Miki Esparbé como Juan Carlos I, la reconstrucción de los días más importantes de la transición se propone abrir debate y esquivar la polémica.
Rodar el 23F y partiendo del clásico de Javier Cercas parece un reto mayúsculo.
Cuando Domingo Corral me propuso esta adaptación, con José Manuel Lorenzo, yo no había leído el libro de Cercas. Si esto fue un viernes, lo compré el sábado y el lunes ya lo había leído. Lo devoré. Tuve la sensación de que era tan apasionante lo que se contaba, y el enfoque, porque a pesar de ser un ensayo es una ficción que ordena una realidad, vi claros los personajes y la trama. Esa perspectiva peculiar me pareció que si me interesaba a mí iba a interesar al público. Además soy un ingenuo y siempre me pasa lo mismo: como guionista me doy toda la libertad, y creo que todo va a quedar perfecto, y como director tengo que resolver muchas cuestiones de guion.
Contar esta historia y hacer ese viaje sentimental a una época determinante me parece hasta pedagógico. Poca gente recuerda los orígenes de Suárez, por ejemplo, y lo interesante que fue la capacidad del consenso durante la transición, cosas que suenan lejanas y que no está mal recordar en estos tiempos. Desde el principio me pareció un material excelente para adaptar.
Es una serie que probablemente se leerá de maneras que van más allá de lo cinematográfico o lo artístico.
Es casi una pregunta como ciudadano más que como director. Me parece bien cualquier planteamiento que se haga sobre este texto; lo que hemos intentado es hacer un trasunto del libro de Cercas, que contiene muchas ideas que en ocasiones son dispares. Pero aunque esto me ha podido pasar por la cabeza, mi sensación es que abrir el debate es bueno, pero una cosa es la polémica y otra el debate. ¿Que hay gente a quien esta serie no le va a gustar? Seguro, pero habrá mucha otra a la que le sirva para conocer o recordar este momento histórico. Encontrarán nuevas capas y cosas que no conocían, estoy seguro.
¿Qué parámetros ha tenido en cuenta para poner rostro y voz estas figuras históricas?
Descartamos de entrada el parecido físico por sí mismo. En el caso de Suárez, que era la piedra angular del proyecto, tiene un físico tan peculiar que no se me ocurre ninguna persona de la vida pública que se parezca a él. Pero sí tenía algo que perseguimos: la elegancia, ese porte casi de dandi. Optamos más por dar con alguien que pudiera evocar esa personalidad de Suárez desde un acercamiento casi literario, lo que te imaginas cuando lees una novela. Pensamos mucho en la película Nixon contra Frost, cuyos intérpretes no se parecen a las personas reales, pero cuando llevan cinco minutos dices: son ellos.
Dar con Álvaro Morte ha sido definitivo, no puedo estar más contento. De Eduard Fernández como Carrillo fue muy rápido, le encontramos cierto parecido en seguida, ya habíamos hecho una película juntos… El resto de decisiones fueron cayendo por sí mismas. Pero más que parecido hemos buscado presencia, el aura de cada personaje.
¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado este proyecto?
La alegría que tengo es que me da la sensación de que, de una manera u otra, el espíritu del libro está en la serie. Evidentemente supone una extracción, un punto de vista distorsionado respecto a la palabra escrita, pero este viaje ficticio, emocional que plantea Cercas hemos logrado que se vea en la serie.