Adaptar novelas al cine ha sido siempre una tarea tremendamente compleja, sobre todo cuando la obra original es tan magistralmente escrita como la novela de Carlos Augusto Casas, Ya no quedan junglas adonde regresar. Y si a eso aunamos una interpretación bicultural y bilingüe, a la cual las audiencias en España y en el mundo entero apenas comienzan a aceptar y adaptarse, el reto entonces es mucho mayor.
La temática de la película no es completamente cómoda, pues aunque la fórmula aparenta ser solo de una película de acción, un thriller inteligente con un lenguaje cinematográfico exacto, la película lleva a la audiencia a reflexiones más profundas: a lugares oscuros donde se cuestionan estereotipos del inconsciente colectivo, a donde a la naturaleza humana se le presentan coyunturas que obligan a la reflexión, a situaciones limites y a cuestionamientos morales.
La historia, sin embargo, tiene la enorme virtud de darle a cada personaje valores humanos que tocan e identifican a las audiencias, y arcos dramáticos que son dolorosos pero que no decepcionan. Como ejemplos vemos a la soledad, el miedo, la realización y acción del viejo americano expat (Ron Perlman) que se queda en España acompañado solo de sus recuerdos y de la tierra maravillosa que lo ha adoptado, el cariño de los amigos (Nati Natasha, Karra Elejalde), el secreto de la Inspectora (Megan Montaner) que termina mezclando realidad con ficción y la complicidad del subinspector (Hovik Keuchkerian) que requiere una intensa guerra interna para encontrar lo que es verdadero más allá de las reglas. Asimismo, vemos la normalidad de los villanos que demuestran que en cualquier momento la naturaleza humana puede corromperse a grados impensables (Unax Ugalde, Diego Anido, Rubén Ochandiano) y la vileza de los malvados (Marco de la O, Itziar Ituño, Damián Alcázar) que hacen de su elección de vida una cuasi-virtuosa sinfonía. Son entre otros los temas que van surgiendo en este mundo de suspense y acción donde puede haber simpatía o rechazo, pero nunca indiferencia.
A pesar de haber pasado por muchos espacios del mundo del cine, de haber estudiado y evolucionado con los cambios de tecnología y lenguaje, y por tantos años haber trabajado con grandes directores y sentirme estrechamente familiarizado con el manejo de la cámara, mi tarea como director es reciente y, como tal, salvajemente impredecible. De ahí que fue muy satisfactorio y aleccionador el trabajo extraordinario de los actores en la película. Cada uno, sin excepción, analizó, entendió y engrandeció a su personaje, y cada uno se entregó completamente al proyecto, no solo por su profesionalidad nata, sino porque la novela, el guión y la necesidad de comprender más allá de lo superficial la historia que quisimos contar, los llevó a valorar cuidadosamente sus parlamentos y a darle un significado mayúsculo a la puesta en escena. Sobre todo, me dieron la clase magistral de actuación más completa y maravillosa que me acompañará siempre como la herramienta más preciada y fundamental en lo que espero seguirá siendo mi tarea y mi voz como realizador cinematográfico.