Cuando Ángeles Blanco, abogada de la Confederación Española de Asociaciones de Atención a las Personas con Parálisis Cerebral (ASPACE), en el estreno de mi cortometraje Ava, me contaba la historia de Abril y me animaba a que lo convirtiera en un documental, le dije tajantemente que no, que era mejor que buscara a otra directora o director.
La terrible historia de esta mujer debía ser contada, sin duda alguna, pero yo no era la persona ideal en ese momento. Y no lo era no porque mi corazón se hubiera vuelto tibio ante estas atrocidades, todo lo contrario, sino porque necesitaba alejarme. Empezaba a sentir miedo de hacer pornografía del dolor ajeno, de acostumbrarme a esa tortura y a los monstruos que la provocaban. En ese momento necesitaba tomar distancia para acercarme de nuevo con más fuerza, con una mirada más limpia sobre el mal… No pude.
La historia real de Abril colonizó mi vida y mis pensamientos. ¡Cómo era posible que ese relato de terror hubiera sucedido!, me preguntaba. Y si además, como me contaban, no era un caso aislado, porque nunca hemos sabido los detalles…
Existe mucho desconocimiento sobre la violencia sexual que sufren las mujeres y las niñas con parálisis cerebral. Un 84,09% de ellas han sido violadas y abusadas desde su infancia, a veces por las personas que debían cuidarlas y protegerlas. Ninguno de sus violadores ha ido a la cárcel. Esa invisibilidad y ese silencio que les rodea es lo que catapulta después a la violencia institucional. Son mujeres sin voz, tanto para la ciudadanía en general como también para la justicia… Por eso es tan importante y poderoso el cine, para dar la palabra a mujeres como Abril, ya que lo que no se cuenta, no existe.
Ojalá este cortometraje ayude a que Abril y muchas otras mujeres y niñas con parálisis cerebral tengan muchos veranos e inviernos felices.
