Manuel Carrión – Efectos de Sala
El cine está lleno de figuras imprescindibles que rara vez ocupan el foco. Manuel Carrión, especialista en efectos de sala, es uno de ellos. Llegó a este oficio por casualidad: estudió Ciencias de la Información y pensaba dedicarse al periodismo, hasta que un giro inesperado lo condujo a un territorio donde las historias cobran vida gracias al sonido. Desde entonces, se ha convertido en una referencia en un campo tan invisible como decisivo.
“Me gusta decir que soy como un actor de doblaje pero de cuello para abajo”, bromea. Su labor consiste en reproducir y recrear cada gesto, movimiento y textura sonora que el espectador percibe como natural. Prefiere llamarlo “efectos de sala” y no Foley, reivindicando así una denominación que, para él, se ajusta mejor a la precisión artesanal de su trabajo. Un oficio que, con humildad, define como un trabajo más, aunque en cada proyecto deja una huella que lo trasciende.
Con los años, Carrión ha visto cómo esta profesión mantiene su esencia artesanal mientras incorpora los avances tecnológicos. “Es muy complicado hacer una película tirando solo de sonidos de librería”, explica. De ahí la vigencia de un especialista capaz de aportar verosimilitud a la ficción desde un estudio, rodeado de objetos que en sus manos se convierten en pasos, golpes, crujidos o atmósferas. Nada de hacerlo en casa: “Siempre se necesita de un estudio, de un técnico. Ya les gustaría”, añade con humor.
De hecho, también podría decirse que el oficio de Carrión es el de un explorador del sonido. “Hemos llegado a comprar percebes para dar con un sonido concreto, o a meter césped artificial dentro del estudio porque Manuel veía que con la hierba se iba a dar un con un sonido en concreto”, explica también su compañero David Rodríguez.
En el estudio trabaja con la cortina cerrada, pocos son los que lo han visto trabajando en el estudio, pero este profesional ha puesto sonido a infinidad de películas de nuestra cinematografía. De todas ellas, asegura que se ha llevado algo. Quizá porque cada proyecto supone un aprendizaje nuevo, un hallazgo inesperado. En ese tránsito entre azar y dedicación, Manuel Carrión ha construido una trayectoria sólida que la Academia de Cine reconoce ahora con un homenaje a la constancia, la pericia y el arte de dar sonido a lo invisible.
Lucía Faraig | Fotógrafa de rodaje
La fotografía fue antes que el cine para Lucía Faraig, a quién el séptimo arte se le cruzó por casualidad cerca de su Dènia natal. Desde ese primer rodaje iniciático – El árbol de las cerezas, de Marc Recha–, han pasado 30 años en los que no ha dejado de capturar instantes de nuestro cine. “Yo estaba buscando dónde encajar y cuando aterricé aquí me di cuenta de que era la especialidad fotográfica que más iba con mi temperamento. Implicaba estar rodeada de departamentos muy diferentes y creativos. Todos los rodajes son como grandes aventuras”, asegura.
Películas de Agustí Villaronga, J.A. Bayona, Marcel Barrena, Isabel Coixet, Pedro Almodóvar y Carla Simón, entre otros, han contado con las imágenes de esta alicantina que no se encorseta en el término de ‘foto fija’ y se define como fotógrafa de rodaje o fotoperiodista en un rodaje. Una figura que se encarga de generar todo el material fotográfico para que los departamentos de marketing y prensa puedan promocionar las películas. Sus trabajos favoritos son precisamente aquellos en los que una de sus imágenes ha acabado siendo el cartel, como sucedió con La enfermedad del domingo, Verano 1993, As bestas, Mediterráneo o, más recientemente, El cautivo.
Para Faraig, las cualidades esenciales para su oficio son “ser empático, sociable, saber moverte bien y ceder y cuál es tu momento, la discreción y conocer cuál es el funcionamiento de un rodaje”. No hay espacio ni tiempo para su labor, que se debe mimetizar en la coreografía del set. “Es un baile, tú bailas con los operadores, con los maquinistas y con los microfonistas. Más te vale llevarte bien con sonido. Tienes que llevar cámaras muy silenciosas para que no se te escuche cuando disparas mientras se rueda”, avisa.
La suya es una profesión que, aún a día de hoy, no tiene una formación específica dentro del campo de la fotografía. “Yo aprendí a base de equivocarme y observar, de preguntar y mirar el trabajo de otros fotógrafos y con las observaciones de las productoras y de cada jefa de prensa y de marketing”, recuerda.
Entre sus referentes, destaca a Teresa Isasi, “una de las primeras mujeres fotógrafas de rodaje y que luego se convirtió en amiga”. Cuando llegó al sector, “las mujeres en los departamentos de cámara y fotógrafas éramos una rara avis”, una situación que explica que “afortunadamente, es distinto ahora”. En estas tres décadas enarbolando una cámara, Faraig ha sido testigo de otros grandes cambios en la industria como son el paso del analógico al digital y la irrupción de las plataformas en España. “Ha sido muy positiva para los fotógrafos. A pesar de que con el digital pensábamos que íbamos a ir en retroceso, con la entrada de las plataformas la demanda ha ido en aumento porque necesitan un volumen inmenso de fotografías para promocionar sus proyectos y ha permitido a mucha gente joven poder entrar y dedicarse a esto”, celebra.
Cuando no está en un rodaje, Faraig fotografía la vida desde el mar, una inquietud que ha plasmado en su proyecto personal ‘Life Aquatic’. Esta apuesta por fotografiar en semigravedad y flotando, que conecta con su carácter mediterráneo, ha hecho que llamen a su puerta para largometrajes en alta mar o dentro del agua, como sucedió con Nowhere y con Mediterráneo –una experiencia que recuerda durísima, trabajando ocho horas al sol, con un neopreno en Grecia dentro del agua, y con y más de 200 figurantes, pero también como uno de los trabajos de los que se siente más orgullosa–.
Faraig es muy exigente con las fotos que entrega y siempre intenta que la definan. “Los actores saben que los respeto y los voy a cuidar y que todas las fotos que yo voy a proporcionar van a ir a favor. Quiero que cuando alguien vea alguna de mis fotos también me reconozca. Intento que sean bellas, expresivas, que respeten la iluminación del director. Que te seduzcan y viéndolas digas ‘quiero ver esta película’”, desgrana esta fotógrafa, que mantiene intacta las ganas y la ilusión por este oficio, que considera vocacional. Este año, su mirada, pasión y vocación detrás de las cámaras será reconocida con el Homenaje a Profesionales 2025 de la Academia.
Rafael García | CEO de Rafael Catering
La de Rafael Catering es una de esas historias que parecen sacadas de una de las muchas películas en las que ha trabajado la compañía. Dejemos que la introduzca Rafael García, su CEO. “En los años cincuenta, mi padre, Eduardo García, tenía un restaurante que se llamaba Trocadero en la Gran Vía de Madrid. Allí venían muchos clientes del mundo del teatro y del cine. Parece que se comía muy bien, todo el mundo estaba encantado. Un día vino un cliente que se llamaba Luis Robert Tamés, que le dijo a mi padre que tenía unos proyectos importantes de productoras americanas que iban a rodar en España. Él era bilingüe y tenía buenos contactos. Le dijo: si esto funciona, quiero que seas mi cáterin, pero el problema es que ahora ando bastante mal de dinero y tendría que comer aquí todos los días hasta que empezáramos a funcionar. Mi padre, como era tan echao palante, le dijo que sí. Pasó un mes, dos meses, tres meses, y aquel señor se presentaba todos los días pero de negocios, nada de nada. Así hasta que el quinto mes por fin llegó y dijo: empezamos a rodar en Aranjuez, película El caballero negro con Adan Ladd. Mi padre se organizó, alquiló un camión… En ese momento las cocinas eran de carbón, imagina lo que costaba andar todo el día subiéndolas y bajándolas. Los actores y el equipo tanto americano como español estaban encantados. Así empezó todo”.
La feliz coincidencia se demostró de lo más fructífera, puesto que a ese primer largometraje, fechado en 1954, le siguió una lista que abarcan la práctica totalidad de aquellos clásicos cuyo rodaje pasó por España. “A partir de ahí fue una detrás de otra”, explica García: “La caída del imperio romano, 55 días en Pequín, Doctor Zivagho, Nicolás y Alejandra, Cromwell, Patton… Así hasta que, a mediados de los setenta, hace medio siglo, yo cogí el relevo”. El primer rodaje del que se encargó Rafael García, segunda generación en el negocio, fue el de Robin y Marian, con Sean Connery y Audrey Hepburn, estrenada en 1976.
Desde entonces, la empresa se ha “internacionalizado, hemos dado servicio en dieciocho países entre Europa y el norte de África. Hemos alimentado a casi todos los intérpretes de Hollywood que han pasado por aquí. Hemos hecho seis películas de James Bond, con Ridley Scott hemos hecho películas muy grandes, entre ellas Gladiator y Exodus”. Y mucho cine español, claro: “hemos trabajado con Pedro Almodóvar, Alejandro Amenábar, Julio Medem, Isabel Coixet, también hemos hecho muchas series de televisión. No hemos parado”, desgrana el veterano profesional.
Tras casi tres cuartos de siglo perfeccionando su oficio, García reconoce que “dentro de lo laborioso que es, nuestra organización se ha ido haciendo lo más sencilla posible”. Ese dominio lo aplican con un objetivo primordial. “Lo importante es atender al cliente, que son los que tienen que estar contentos. Un ejército bien alimentado funciona de maravilla, un ejército que no está bien alimentado va a tener problemas. Hay que estar muy pendiente, adaptarte a las necesidades y peticiones a rajatabla”. Para ello, toman nota de las necesidades y “según lo que quieran y según las localizaciones así actuamos. Normalmente se da un desayuno continental, que lleva un poco de todo (bollería, pan, tomate, fiambre, huevos…), un bocadillo o sándwich a media mañana y la comida, y si es rodaje de noche pues cena”. Eso sí, hoy no hace falta subir y bajar las cocinas de los camiones, porque se han fusionado en caminones-cocina.
Rafael Catering, toda una referencia en el sector, cuenta con unos cuarenta trabajadores entre fijos, fijos discontinuos y por obra y servicio. Todos ellos saben que este no es un oficio monótono. “Hay que tener en cuenta los cambios de horario constantes, el moverte de donde te colocan porque de repente se ve en cámara…, el poder de adaptación es fundamental.
En todo este tiempo, seguro que han tenido más de una petición especial. García recuerda unas cuantas: “Warren Bitty, con el que hicimos una película bastante grande en Marruecos en la que también estaba Dustin Hoffman, pedía a las ocho de la mañana verduras al dente. Los cocineros alucinaban con que las pidiera a esas horas, pero con mucho gusto las preparaban. Clint Eastwood pedía a las nueve de la mañana salmón a la plancha con brócoli. Christopher Nolan una tortilla con bacon también a las nueve de la mañana. Y me acuerdo de que Joaquin Phoenix, que es vegano, en una película que hicimos pidió que incluso la silla de montar no fuera de cuero, porque está muy concienciado con el tema”.
Toda una vida de experiencias y anécdotas que se darán cita a la hora de recoger el Homenaje a Profesionales. Y no faltará el recuerdo “a mi padre el primero, que es el creador; a mi familia, que ha tenido que aguantar mis desplazamientos y ausencias; y del equipo, que es el que ha hecho todo lo posible para que fuéramos reconocidos”.
María José Martínez ‘Majós’ | Representante
Fundamentales y necesarios para la carrera de intérpretes, directores y guionistas, la profesión de representante no es tan conocida como debiera. “Nuestro trabajo debe estar en la sombra: tenemos que hacerlo bien desde atrás, el foco tiene que estar en la persona que está delante. No echo de menos tener mayor visibilidad”, expone Majós. Así se conoce en el sector audiovisual a María José Martínez, profesional querida, admirada y respetada que lleva más de tres décadas ejerciendo este oficio por el que ha sido reconocida por la Academia de Cine.
Majós llegó a este mundo porque era amiga de Jose Coronado y, cuando este se vio sobrepasado de trabajo, “empecé llevándole los temas de prensa, hasta que un día me dijo que quería que llevara su carrera. Mi primera negociación fue con el productor y distribuidor José Frade. Luego conocí a Rosa María Sardá, que, con su ironía habitual, me dijo: ‘Jose y yo nos vamos a morir enseguida, tienes que llevar a una pareja joven’. Y al dúo se unieron Alberto San Juan y Malena Alterio, “con la que tuve un flechazo”, recuerda esta profesional, que durante muchos años solo representó a este conocido cuarteto de intérpretes.
Representante y representado se eligen mutuamente y entre ellos se establece una relación de confianza. “Por cariño, por admiración al trabajo que han hecho, porque son buena gente… En mi caso, tiene mucho que ver con lo personal, en todos hay algo que nos ha llevado a buscarnos. A veces, contactan conmigo para trabajar juntos y, aunque me gustaría acompañarles, no me he comprometido porque no me da la vida. Mi capacidad de trabajo es limitada, y el trato que tengo con mis actores y actrices demanda mucho tiempo”, relata Majós, para quien la base de su trabajo es “el sentido común”.
Emma Suárez, Irene Escolar, Silvia Abascal, Aida Folch, Bárbara Goenaga, Francesco Carril, Martínez Lázaro, Arantxa Echevarría, Fernández Armero, Dani de la Torre, Alberto Rodríguez, Félix Sabroso, Uribe, Isaki Lacuesta, Miguel Barros, Guillem Clúa, Rafael Cobos, Beto Marini y Michel Gaztambide son algunos de los nombres que confían su día a día profesional a Majós, quien confiesa que, “nos da miedo crecer mucho, nos gusta conservar una cartera manejable y pequeña”.
En 2013 amplió su cartera con la creación, junto a Joserra Cadiñanos, de una de las primeras agencias españolas de representación de guionistas y directores de cine. “El balance es muy positivo. Llamé a Joserra, con el que compartía mi forma de trabajar, y nos pudo la pasión por iniciar algo que nos parecía interesante. Además, los dos siempre estábamos rodeados de amigos directores y guionistas que, de alguna manera, nos lo sugerían. Al principio trabajamos solo con directores y luego, de manera natural, entraron los guionistas, que son los que menos ayuda tienen y más la necesitan. Como pasa con los intérpretes, para guionistas y directores es muy difícil meter la patita, hay muchos que trabajan poco o nada y pocos que trabajan mucho. Intentamos que se reparta un poco el trabajo, pero no depende de nosotros”, expone.
Leer guiones, negociaciones, firmar contratos, tratar con los medios, presencia en los rodajes, viajes a festivales, coordinar agendas, aconsejarles… La vida diaria de un representante no es nada aburrida. “Desde que llega un proyecto hasta que finalmente se hace se pasa por muchas fases. Hay un proceso inicial muy duro para los intérpretes, los castings. A veces, hacen la prueba y pasan meses sin saber nada… Viven en una constante incertidumbre y cuando reciben el no es doloroso. El único momento desagradable de mi trabajo es cuando les tengo que comunicar que no les han cogido… No me llego a acostumbrar”, confiesa esta profesional pegada al móvil, a quien le cuesta mucho desconectar “porque me gusta muchísimo mi oficio”.
Arropada por un equipo de tres personas, entre las que figura su hija Teresa, además de Laura y Paloma; Majós desarrolla “con mucha pasión” su trabajo, en el que es muy consciente de que en las carreras, también de los grandes y veteranos intérpretes, “hay siempre altibajos”; y destaca el escaso riesgo que asumen productores, productoras y plataformas a la hora de elegir a nuevos talentos, y darles la oportunidad de cambiar de registro. “Cuesta que los vean en otro sitio”, subraya esta representante, que a la hora de elegir algún recuerdo de sus inicios, cita los primeros viajes con Coronado y Sardá al Festival de Cuba.
Luis San Narciso | Director de casting
A muchos espectadores les sonará su nombre al verlo una y otra vez en los créditos del cine español de las últimas décadas. A otros, quizás por las veces que le ha nombrado la carismática Paquita Salas. El de Luis San Narciso es, en cualquier caso, un nombre asociado al audiovisual de nuestro país desde la discreta esquina de los directores de casting. Un oficio al que este profesional llegó a través del teatro. “Trabajé como ayudante de dirección y conocí a muchísimos actores”, recuerda. “Un día buscaban un director de casting para una serie y así empecé”.
Su oficio, que define como el de quien “ayuda en una producción a encontrar a los intérpretes que pondrán voz y cuerpo a las historias”, es una de esas imprescindibles labores del cine y la televisión que no ocupan las alfombras rojas. Para hacerlo bien, considera que se debe “conocer la historia de la profesión, conocer a todas las generaciones de actores y actrices. Estar muy al día con el teatro, tener educación y sensibilidad para defender y ayudar al actor. Y cuantos más conocimientos tenga de todo lo relacionado con el cine, el teatro, la palabra, la literatura, mucho mejor”.
Para el hombre que ha esculpido las carreras de algunos de los rostros más conocidos del cine español, dar una primera oportunidad a un actor o actriz es “precioso, pero también la recuperación de intérpretes más maduros y que a lo mejor no han sido tan conocidos”. Para San Narciso, tan satisfactorio ha sido hallar a Paz Vega, Blanca Suárez o Mario Casas muy jóvenes como recuperar a Julia Gutiérrez Caba, Lola Herrera o Juan Diego. “Soy muy partidario de los actores y las actrices mayores, me gustaría que hubiera más historias protagonizadas por personas de esa edad”, confiesa.
¿En qué se fija para seleccionar a unos y no a otros? “La búsqueda es una cuestión de emociones”, desgrana, “si un actor es capaz de emocionarte, divertirte, de tocarte la piel de alguna manera, esa sensación en una prueba o en una obra de teatro, eso es una señal para presentarlo a un personaje”. Y cuando se unen intérprete y papel, no le da más vueltas. “Ese personaje ya es de esa persona, no me da por pensar en otras posibilidades. Eso sí, las películas son tan caras que se tiene mucho cuidado, y no se toman decisiones a la ligera”.
A veces no es fácil que un cineasta vea la opción que los directores de casting ofrecen. En buena medida, estos profesionales también repercuten en el resultado final: “la dirección de casting tiene un componente artístico, buscamos lo mejor para un personaje y si creemos que lo mejor es algo que el director no ve de entrada, también es nuestro trabajo que se abra a esa posibilidad”. Entre los “casos extremos” de su carrera, recuerda el de Belén Rueda para Mar adentro, “porque ella en cine hasta ese momento quizá no había tenido papeles tan certeros, pero cuando tienes un director tan inteligente como Alejandro Amenábar entran al juego”.
Aunque los síes y noes de quienes dirigen los castings pueden marcar carreras enteras en la interpretación, el asturiano (procede de la localidad de Mieres) no creo que los actores y actrices tengan “nada que agradecerme. Yo considero que no he descubierto a nadie, sino que he dado con gente que encajaba con las necesidades que tenía, y que son ellos los que han demostrado lo que valen. He sido muy afortunado”. ¿Algún hallazgo que todavía le haga sonreír? “Encontrar a Carmen Machi cuando tenía cuarenta años fue un premio de la lotería, le tengo una admiración absoluta”.
Considera San Narciso que alguien que quiera hacer bien su oficio debe “ir con los tiempos, sin olvidar la base tan excelente que es el actor formado en escuelas, el actor teatral”. Sobre encontrar nuevos rostros en las redes sociales o por métodos menos ortodoxos, explica que de esos lados “puede aparece gente que tiene otro tipo de frescura, y no está mal estar abierto a ello. Pero lo fundamental es que el intérprete haga bien su papel”.
Cuando dentro de unos días recoja el Homenaje a Profesionales de la Academia tendrá presente el pasado y el futuro. Porque se acordará de “Elías Querejeta, que fue el primer productor que me llamó para hacer una película, ni más ni menos”; también de “Gracia Querejeta, Fernando León de Aranoa, Daniel Écija, Laura Fernández Espeso, Alejandro Amenábar, Pedro Almodóvar, mucha gente”; y, mirando hacia el mañana, “de las personas que han trabajado a mi lado, que ahora son mejores directores de casting que yo”.