Hay historias que el cine ha contado mil veces, y otras que apenas han llegado a la pantalla. Maspalomas, la nueva película de ‘los Moriarti’ —esta vez dirigida por Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi— pertenece a estas últimas. Los cineastas vascos ponen ahora la mirada en la culpa y la vergüenza, en la identidad y el deseo en la vejez. Maspalomas, que concursa en Sección oficial el 73 Festival de San Sebastián, da voz a quienes crecieron sin referentes.
Rodada en 35 mm, la película transcurre en ese territorio emocional apenas explorado por el cine: el de los hombres mayores que, tras una vida marcada por el silencio, inician un proceso de autodescubrimiento. Con este largometraje, el equipo Moriarti compite por cuarta vez en la que consideran su casa. “Estamos muy contentos de estar en Donosti. Con Maspalomas volvemos un poco a nuestras primeras películas”, comentan los autores de esta historia contada en euskera, protagonizada por José Ramón Soroiz y Nagore Aranburu.
Volver a la Sección oficial del certamen que se celebra en su ciudad con una película tan íntima, ¿tiene un significado especial esta vez?
Aitor Arregi: Hemos estado cuatro en la Sección oficial. Cada vez es más complicado porque se hacen más películas y es un festival muy importante. Estamos contentos con el resultado, además, parte del filme se desarrolla en Donosti.
Jose Mari Goenaga: Con Maspalomas volvemos un poco a nuestras primeras películas, como 80 Egunean o Loreak. Volvemos a una idea original después de mucho drama histórico y mucho biopic.
Y con una película en euskera.
JMG: Sí, iba a ser bilingüe. Pero ha acabado siendo en euskera.
Tienen una trayectoria internacional, han estado también en Venecia, ¿cómo es su relación con las selecciones y los premios?
AA: Ir de la mano de un festival tiene muchas ventajas: te pone en el foco, da prestigio a la película y prolonga su vida. Para nuestro cine es algo fundamental e inherente a lo que hacemos.
JMG: Si te dan un premio es genial, y si te seleccionan o te nominan es seguir promocionando la película. A veces puede haber presión para estrenar en festivales, parece que si no entras, no existes. Tenemos que asimilar eso y pensar que si no se estrena en un certamen no pasa nada. A veces te impones una presión que no es sana.
AA: Este problema es muy generalizado, es como una espiral diabólica.
Han desarrollado un cine de mirada coral, emocional y con un componente humano. ¿Dónde se sitúan Maspalomas dentro de ese imaginario?
JMG: En muchos aspectos es un regreso a nuestras primeras películas. Especialmente está muy relacionada con 80 egunean, que era una historia de amor entre dos mujeres, donde se veía ya la temática, pero no abordábamos tanto su sexualidad. Ese es el punto diferenciador, el nivel en el que retratamos cómo vive su sexualidad un hombre mayor. Para mí también está muy relacionada con La trinchera infinita, en la que sus personajes estaban encerrados y no se atrevían a salir.
AA: Y dentro de la serie que hicimos sobre Cristóbal Balenciaga también están estos puntos en común.
La vejez, la identidad y los vínculos familiares confluyen en este nuevo largometraje, ¿fue muy complejo el proceso de documentación?
JMG: La documentación ha sido mayor con todos los temas que tienen que ver con las residencias de mayores. Contactamos con entidades, trabajadores sociales… Tendemos a tratar a los mayores como personas que no tuvieran voluntad propia. Nos interesó mucho la mirada hacia cómo viven su sexualidad, algo que no está en la calle porque se les percibe como personas asexuadas, y no es verdad. Fue interesante hablar con los profesionales y ver la visión que tienen.
¿Cómo fue construir al personaje de Vicente, el protagonista, con todas sus contradicciones?
JMG: Hemos tirado mucho de ficción y también de vivencias personales. Yo me proyectaba mucho en Vicente al escribir, en cómo me visualizaría con setenta u ochenta años, con las preocupaciones que tendría y cómo las afrontaría. Estuvimos leyendo testimonios de gente que salió del armario muy tarde, casada y con hijos, que se enfrentó a ese doble armario, que tuvo que superar la vergüenza y la culpa.
AA: A Vicente lo quisimos contar casi como un adolescente, con esa etapa que no vivió en su momento. Una persona que acaba de romper con su pareja, que tiene ganas de vivir, de construir, de conocer… Son cosas que asociaríamos más a la adolescencia, pero aquí también están.
JMG: A mí también me pasó, salí del armario tarde y viví esa adolescencia tarde. Luego el protagonista vive un giro en que planteamos hasta qué punto él había superado toda esa homofobia interiorizada, cuando vuelve a vivir todos esos complejos, esos miedos… Al final, hace un viaje a la aceptación personal.
¿Y cómo trabajaron para mostrar su evolución emocional, más allá del guion?
AA: José Ramón Soroiz tuvo un proceso de un año, de mentalizarse y de aceptar, de ver si era capaz de hacer esto. Es un actor de 73 años, muy reconocido en Euskadi, y se enfrentaba a un papel que es un reto físico y psicológico, y tuvo cierto miedo, porque hay muchas escenas de desnudo y de intimidad. Estuvo todo ese tiempo hablando con nosotros, y afortunadamente vimos que encajaba muy bien en el personaje, él se lanzó, y nos dio mucho. Puso tanto de su parte que nos lo facilitó mucho.
Supongo que ahí ayudó mucho la figura del coordinador de intimidad.
JMG: Sí, lo que más le preocupaba era su desnudez, las escenas de intimidad, y con las coordinadoras de intimidad se canalizó muy bien. Luego él se entregó a saco.
Y luego está la tensión que Vicente vive con su hija, que atraviesa toda la película.
AA: Teníamos mucha confianza en dos de los pilares fundamentales: Por un lado, el guion, y por otro, que José Ramón y Nagore Aranburu [que interpreta a su hija] se conocen desde hace mucho, y prácticamente son como padre e hija en la vida real, se quieren mucho. Las escenas entre ellos fueron orgánicas y fáciles. Me recuerdo disfrutarlo mucho dirigiéndoles.
JMG: Nos preguntamos mucho si, sobre guion, las escenas de ellos dos eran muy estáticas, porque había que basar todo eso en las miradas. En rodaje trabajamos mucho, y luego en montaje también conseguimos ese dinamismo.
El contraste entre Maspalomas, un espacio de libertad; y la residencia, lugar de normas y silencio, resulta muy simbólico. Incluso parecen dos películas distintas.
AA: Venía de base en guion ya. Queríamos empezar con una mirada muy potente, dinámica, con una fiesta en Maspalomas, y cortar: pasar a otra cosa distinta, con otra quietud, otro tono y otro ritmo. Teníamos claro que tenía que haber un contraste. Para nosotros Maspalomas es un concepto que está al principio, pero también al final, y algo que es una evocación constante durante toda la película.
JMG: Queríamos que Maspalomas estuviera presente siempre, aunque no lo estés viendo. Era importante que esa primera parte dejase una impronta muy fuerte para entender todo ese contraste. Los propios escenarios ya son totalmente opuestos.
Reflejar esos dos mundos supone un desafío técnico.
AA: Nuestro equipo técnico es nuestra familia. Llevamos quince años trabajando juntos. Una de las cosas más claras es que tenía que haber dos mundos. Además, la hemos rodado en 35 mm. Pensábamos que eso le aportaba otro color y otra textura, porque el cielo y el mar se ven distintos. Al final, le da un punto de evocación a Maspalomas y le aporta un punto más feísta a la residencia.
JMG: Tuvimos un susto con una de las latas [ríe]. Había que enviar las latas desde Canarias hasta Roma, donde teníamos el laboratorio. El último día de rodaje allí nos dijo el director de producción que ese material había desaparecido. Tardó unos días en aparecer.
La representación de personas mayores LGTBIQ+ en el cine es muy escasa, ¿creen que su película puede cubrir ese vacío?
JMG: Si podemos aportar un grano de arena a abrir el abanico y el rango de personajes, a que haya referentes que puedan servir a los espectadores, estamos encantados. Hay muchos prejuicios que vencer, y si con esta película podemos ayudar a ampliar esas referencias LGTBIQ+, bienvenido sea.
Vicente es un personaje con el que muchos pueden identificarse, y la historia puede abrir un debate social.
AA: El cine no es solo emocionar y entretener, también es abrir puertas a realidades desconocidas. Eso es de las cosas que más me gustan. El cine va más allá de los titulares. Me gustaría que esta película fuera eso también.
¿Qué esperan de su estreno en salas?
AA: No va a ser Lilo & Sticht, eso lo sabemos [ríe].
JMG: A priori, no es fácil vender una película sobre un hombre mayor y homosexual. No son los temas más atractivos para una taquilla quizá, pero espero que aún así encuentre su público. Tengo mucha curiosidad por ver cómo la recibe el público LGTBIQ+. Además, esperamos que se vea en otros sitios. Si pasa bien por Zinemaldia, tengo la esperanza de que encuentre su público y su sitio. Creo que la gente va a salir con una sensación positiva y eso siempre es bueno para recomendar la película
AA: Creo que aquí la temática puede tirar mucho, es una peli que te abraza y eso es algo que el público busca también. Se estrena el 26 de septiembre y si salimos fuertes del festival, seguro que nos aporta.