Adolfo
Aristarain

Director y guionista

El cine fue real, no fue ficción

Siempre hizo lo que quiso hacer, nunca diferenció si hacía una película de autor o por encargo: era lo que él había elegido hacer, lo que le dictaba su corazón. Creador clave para las filmografías argentina y española de las últimas décadas, Adolfo Aristarain pertenece a una generación que vivió el cine: se enamoraron de mujeres fantásticas, se sintieron héroes, pudieron mentir y asesinar sin castigo…El cine es parte de su vida, es real, no es ficción.  Y es que el cine entró muy pronto en la biografía de este porteño nacido en el barrio del Parque Chas, donde después del colegio veía dos o tres películas diarias, en aquellas salas de sesión continua.

Cineasta hecho a sí mismo, se bregó en los rodajes como meritorio, sonidista, montador, ayudante de producción, la ayudantía de dirección, incluso se puso delante de la cámara en Dar la cara, película de José Martínez Suárez. Asistió en la dirección a su gran amigo, Mario Camus, y también a Vicente Aranda, Sergio Leone,​ Lewis Gilbert, Gordon Flemyng o Sergio Renán; y escribió guiones en colaboración con su maestro Mario Camus, con el que se entendía muy bien, y con su inseparable Kathy Saavedra, que ha participado en casi todas sus historias y por la que, según confesó, no ha caído en la sensiblería en las películas que firmó.

Devoto de John Ford y de Alfred Hitchcock, Aristarain (Buenos Aires, 1943) ha contado historias vitalistas, evocadoras, sensibles, brillantes con la cara de Federico Luppi, José Sacristán, Mercedes Sampietro, Eusebio Poncela, Aitana Sánchez-Gijón, Cecilia Roth, Juan Diego Botto y Susú Pecoraro, por citar algunos de los actores y actrices por los que siente adoración y a los que dedica especial atención porque, advierte, sin ellos hubiese sido imposible hacer películas.

El autor de Tiempo de revancha, Un lugar en el mundo, La ley de la frontera, Martín (Hache), Lugares comunes y Roma -su última producción- es el primer director argentino que ha recibido la Medalla de Oro de la Academia de Cine “por ser uno de los nombres fundamentales de la historia del cine en español, destacado representante del fundamental cine argentino, que tanto ha aportado a nuestra cinematografía”. Una distinción que entendió que tenía mucho que ver con la amistad y con su manera de ser, que era una Medalla mucho más personal que un premio a sus películas. Y algo de verdad hay en esa apreciación porque es de admirar la accesibilidad, cordialidad y conocimiento del cine de este lector empedernido y amante de la música -celebramos que no lograra ser buen trompetista, si es que eso permitió que se convirtiera en un gran cineasta-.

Me permito unos apuntes personales. Compartimos llamadas de teléfono -nunca se molestó porque le hice madrugar por la diferencia horaria entre España y Argentina-, confidencias -su miedo a volar le impidió viajar a nuestro país, donde vivió más de 7 años, para recoger la Medalla de Oro y reencontrarse con los muchos amigos que tiene aquí- y convicciones -no cree que el cine vaya a desaparecer porque la gente se aburre mucho y necesita entretenerse viendo historias que le creen la ilusión de que la vida puede ser otra cosa distinta y más apasionante que la que le ha tocado vivir-. Palabra de Adolfo Aristarain.

Chusa L. Monjas

Fotogalería de
Adolfo
Aristarain

1 / 15
Entrevista
Chusa L. Monjas
Realización
De atar contenidos + Brooma Productions
Montaje
Kabiria
Fotografía
Evelyn Flores
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires I MALBA
2024