Han pasado cincuenta años desde su graduación en la última promoción de la Escuela Oficial de Cine. Tras volver de Hollywood, donde ha pasado dos décadas, Javier Aguirresarobe dice estar preparado para despedirse de su gran pasión, la dirección de fotografía, aunque admite que le hubiera encantado participar en el regreso al cine de Víctor Erice, que no le importaría volver a trabajar con viejos amigos como Montxo Armendáriz y Imanol Uribe o que Rodrigo Sorogoyen es el representante del nuevo cine español que más le llama la atención. Su pasión por la iluminación sigue intacta, como evidencia mientras posa frente a la cámara de otro fotógrafo y, en la sombra, dirige la propia sesión de fotos de la que es protagonista en la Sala Equis de Madrid.
La realidad es que es imposible entender los años 80, 90 y 2000 de nuestro cine sin el legado del vasco, el director de fotografía que más veces ha ganado en los Premios Goya (seis) y un artista que ha sido premiado en Berlín (Beltenebros, 1991) y San Sebastián (Bwana, 1996), los festivales más importantes del planeta en reconocer ese trabajo. Ninguno de los grandes directores de su época dejó pasar la oportunidad de trabajar con él, aunque solo fuera en una ocasión. En orden cronológico, su filmografía incluye a autores de la talla de Eloy de la Iglesia (El pico 2, 1984), José Luis Cuerda (El bosque animado, 1987), Víctor Erice (El sol del membrillo, 1992), Juanma Bajo Ulloa (La madre muerta, 1993), Julio Medem (Tierra, 1996), Fernando Trueba (La niña de tus ojos, 1998), Javier Fesser (El milagro de P. Tinto, 1998) y Pedro Almodóvar (Hable con ella, 2002).
Especialmente trascendentales fueron sus numerosas colaboraciones con Pilar Miró (con la que rodó hasta el final de sus días, con Tu nombre envenena mis sueños, 1996).
y El perro del hortelano, 1996), los propios Uribe (con éxitos históricos como Días contados, 1994) y Armendáriz (en películas como Secretos del corazón, 1998, el primero de sus numerosos trabajos en llegar a los Oscar) y Alejandro Amenábar (Los otros, 2001, el mayor éxito popular de su carrera y la película que marcó un antes y un después en su vida).
El 2004 fue el principio del fin para su carrera en España: estrenó Mar adentro, recibió el Premio Nacional de Cinematografía (es uno de los tres únicos directores de fotografía que han recibido tal homenaje) y rodó su última película aquí: Obaba.
Y entonces Aguirresarobe hizo lo que nadie se había atrevido a hacer, y seguramente tampoco a pensar: coger las maletas, abandonar un país y una industria en la que lo había conseguido todo y empezar de cero en la Meca del cine. Para su sorpresa, apenas pisó su nuevo hogar en Hollywood, pero durante casi veinte años viajó por todo el mundo y se enfrentó al sueño americano con la ilusión de un recién llegado y la maestría de un veterano. Trabajó dos veces con Woody Allen en Vicky Cristina Barcelona (2008) y Blue Jasmine (2009), retrató el mundo postapocalíptico de Cormac McCarthy en La carretera (2009), participó en un fenómeno cultural como la saga Crepúsculo (Luna nueva, 2009, y Eclipse, 2010) y hasta puso en imágenes la psicodélica imaginación de Taika Waititi en Thor: Ragnarok (2017).
No ha habido nadie como Javier Aguirresarobe en el cine español y, francamente, es difícil que vuelva a haberlo.
Daniel Mantilla