Fernando León de Aranoa: «La paz no llega con el final de la guerra»

Por Juan MG Morán · 26 agosto, 2015

El director estrena Un día perfecto 

Aunque siempre ha buceado en la sociedad española, sorteando sus carencias y contrariedades, pone la mirada allá donde una historia pueda resultarle próxima y cercana. Interesado en explorar la naturaleza humana, Fernando León de Aranoa, en Un día perfecto, que llega a las salas el 28 de agosto, traslada su objetivo a la Guerra de los Balcanes para narrar el periplo de un grupo de cooperantes en una misión alejada de toda épica. Este realizador, que considera que la etiqueta que se le cuelga de comprometido es una simplificación, no se marcha: prepara un filme sobre el narcotraficante Pablo Escobar protagonizado por Javier Bardem y Penélope Cruz, y rueda a contrarreloj un documental sobre el año vibrante de Podemos.

¿De dónde parte para llegar a Un día perfecto? ¿De qué modo llega a la novela de Paula Farias que inspira el filme?
Identificaría dos lugares, dos momentos importantes para la historia: por un lado, la novela de Paula Farias, de la que escucho hablar hace unos años rodando Invisibles en el norte de Uganda, una zona de conflicto. Es uno de los trabajadores humanitarios de Médicos sin Fronteras quien me la recomienda y me cuenta el pretexto argumental (unos trabajadores humanitarios que tienen que sacar el cadáver de un pozo que ha sido tirado allí para estropear el agua). Me atrajo esa idea, pero también un determinado sentido del humor, una cierta poética y la posibilidad de que a partir de una anécdota, en apariencia simple, se podía hacer una película que trascendiera y hablara de cosas más en profundidad, como lo que supone estar en una guerra, cómo impacta sobre la población civil…

¿Y el otro punto de partida?
Sería mi propia experiencia junto a trabajadores humanitarios rodando en zonas de conflicto pequeños documentales. Estas piezas se han convertido en mi percepción de cómo es su rutina, su día a día. Entre todos esos viajes, hay uno importante que transcurrió en 1995 a la Guerra de Bosnia, en el último año del conflicto en un momento y una situación muy similar a la que describe la película.

¿Hay algo de esos días que le haya llevado a rodar esta historia?
Cuando los amigos me preguntaban cómo es estar en un sitio así, junto a lo más evidente, que es el drama, la tragedia y el dolor de la gente, algo para lo que no hace falta ir allí si quieres entenderlo, me traje una serie de palabras que utilizaba para describir las sensaciones y que tenían más que ver con la irracionalidad (confusión, laberinto, impotencia…). Percibí todo aquello como una situación absurda y laberíntica: los propios implicados en la guerra apenas saben explicarla.

Y ha intentado trasladar eso a su historia…
Sí, porque desde mi punto de vista la primera víctima en cualquier conflicto armado es la razón. Lo primero que se pierde es el sentido común y todo se vuelve, como describe la película, laberíntico y absurdo. Si algo representan estos trabajadores humanitarios es el sentido común, ellos ponen un poco de orden en el caos que es toda guerra.

Paula Farias, cuando presentó la novela, aseguró que quería contar la guerra silenciosa, sin estrindencias ni banda sonora. ¿Sus intenciones fueron las mismas?
Desde luego en lo que respecta a la guerra. No hemos querido hacer una película que describa, como tantas otras, los combates, donde todo es más brutal, pero también más básico. Frente a eso queríamos hacer un filme que hablara de esa guerra que describe Paula, más silenciosa y callada, que tiene que ver con ese momento en el que parece que termina el conflicto y se firma la paz. Como te dicen en esas zonas, la paz no llega con el final de la guerra. Quedan las minas, los cadáveres en los pozos y el odio de los vecinos, elementos más sutiles que me parecían más interesantes porque permiten hablar mejor de la naturaleza humana.

Su filme es amable en el tono, pero cuenta una realidad terrible. ¿El hombre es el ser más cruel?
Sin duda. Hemos demostrado eso y lo contrario. Por eso es tan interesante el ser humano como materia narrativa, por ser capaz de lo mejor y de lo peor, y a veces incluso dentro del mismo día. La película en 24 horas contiene esos dos extremos, un drama que habla de una realidad muy dura, que, como en un juego de muñecas rusas, está metido dentro de una comedia.

¿Cómo cree que se relacionan el humor y la tragedia?
Lo hacen inevitablemente, son inseparables. En el caso de los trabajadores humanitarios he visto de primera mano que para lidiar a diario con la tragedia necesitan poner distancia, y el humor es la mejor forma. En el momento más difícil, a veces se escucha el chiste más salvaje, la broma más negra. De otra forma, sería imposible.

Armando una producción internacional 

Después de Amador, ¿en qué momento y de qué modo surge armar una producción internacional de este calado?
Tienen relación, porque Amador es una película intimista, cerrada y exacta, en la que todo estaba muy medido y era preciso. Sentí la necesidad de hacer algo diferente, coral, donde el humor estuviera más presente, un largometraje que fuese más enérgico y vibrante, donde improvisáramos más. Quería obligarme a no controlar tanto cada aspecto del trabajo con la intención de que la película estuviera más viva, tuviese nervio y yo disfrutase más. El volumen de la producción y el reparto internacional vino después, no formaba parte de los cálculos.

Pensó en Benicio del Toro para el papel de Mambrú desde el principio.
Benicio trajo muchas cosas, él hacía crecer su personaje, pero también la historia. Tuve la suerte de que aceptase, y a partir de ahí se fue armando el resto del casting. El hecho de que haya sido una producción internacional viene dado por la historia, no era una voluntad el hacer películas en inglés. Todo tuvo que ver más con la naturaleza de lo que contábamos que con un cálculo comercial.

Pero llegó a Cannes y fue el único representante nacional con largometraje. ¿Cómo lo vivió?

Aparte de las posibilidades de acceder a muchos mercados, más allá de eso fue mi primera presentación con público delante. En ese momento pones a prueba la energía del filme, y tuve la sensación que la sala entendía la historia tal y como la ha­bíamos escrito, eso es estupendo si lo compartes con los actores, porque quieres que la película les devuelva lo dado y les ­gratifique.

Un año intenso

Tiene en agenda dos proyectos de muy distinto calado. En cuanto a la producción centrada en Escobar, ¿cómo se ha fraguado la relación con el productor Luc Besson?
Estoy en fase de reescritura. La reacción de la productora de Besson al libreto y al reparto ya cerrado (Javier Bardem y Penélope Cruz) fue muy buena. Javier y yo hablamos de este proyecto desde después de Los lunes al sol y hemos tardado mucho en ponernos manos a la obra.

Mientras tanto, rueda un documental sobre el fenómeno Podemos.
Hay un proceso casi único en la historia de los últimos treinta años de nuestro país, que es el surgimiento de una fuerza política, un movimiento, que en tan poco tiempo, a la vez que se forma y se construye empieza a dar la batalla por el poder. El hecho de que todo suceda en un año le añade mucha tensión en términos narrativos.

Menudo año para León de Aranoa: dos proyectos, quizá dos estrenos…
Los que nos dedicamos al cine sabemos que este oficio es así, un año intenso de trabajo y a cambio dos o tres esperando a que pase algo. Tenemos que acostumbrarnos a este cambio de ritmo.

¿Cómo vive el enfrentarse a la taquilla?
Después de tanta piel y tantas emociones, esto es como jugar a la ruleta: llegas, estrenas y no es una ciencia exacta. Nadie de fuera entiende que algo producido durante dos o tres años se juegue casi a cara o cruz su éxito comercial.

¿Dónde cree que estarían en la España de hoy los chicos de Barrio? ¿Dónde los parados de Los lunes al sol?
Son personajes que representan más que momentos, personas, y para bien o para mal siempre van a estar ahí, incluso más allá de los momentos coyunturales como la crisis que todavía vivimos en España. Siempre hay gente viviendo en el límite, en la frontera de las dificultades, y siempre va a haber gente que los retrate.

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