Estuvo a punto de rechazar el proyecto de Kiki, el amor se hace, su tercer largometraje y el primero del que no es productor ni autor, pero creyó que en este remake de la australiana The Little Death tenía mucho que decir sobre los tres temas que más le gustan. «El amor, el sexo y el humor me parecen una combinación perfecta», afirma Paco León para el que el género no condiciona la profundidad –»porque sea comedia no significa que no pueda tratar temas complejos»– y que debuta en el reto de dirigirse a sí mismo y en la ausencia cinematográfica de su madre Carmina Barrios y su hermana María León. Ausentes ellas, pero no el espíritu que el actor y director encontró «casi por casualidad» en ‘las Carminas’.
Cinco tramas de filias sexuales componen esta película, rodada como si se tratara de cinco cortos independientes, que confluyen en la verbena de la Paloma. León ha contado en su elenco con la ganadora de dos goyas, Natalia de Molina, con Álex García, Ana Katz, Belén Cuesta, Candela Peña, Alexandra Jiménez, Luis Callejo, Luis Bermejo, Mari Paz Sayago y David Mora, que trabajaron sin apenas guión y tuvieron que abrir su mente en el terreno sexual.
«Aprendes a no juzgar y acabas con ganas de investigar tu propio cuerpo», confesó De Molina, mientras que Candela Peña reconocía que ha aprendido más como intérprete que sexualmente gracias a Kiki. «Ha puesto en entredicho mi yo-actriz. He sufrido mucho, yo que iba de intensa…», bromeó.
Los personajes mantienen los nombres de los actores que los interpretan, una decisión que «al principio fue por pereza, pero después vimos que cuando nos llamábamos por nuestros nombres ocurría algo», reveló Paco León.
El actor y realizador cree que su estilo, aquel lenguaje que encontró casi por casualidad en Carmina o revienta y Carmina y amén, pasa por ir «abriendo huecos para que se cuele la realidad» y que, si en su anterior largometraje trató el tema de la muerte, ahora era natural enfrentarse al sexo, «las dos cosas que nos igualan a todos».
Un canto a la tolerancia
Sin renunciar al humor escatológico, ha optado, junto al coguionista Fernando Pérez, por tratar el sexo «de una manera muy blanca, que es muy romántica, en el fondo, y muy descarada». ¿Y queda algo de la historia original? «La verdad es que hicimos una adaptación bastante libre, llevándolo mucho a mi universo y haciéndolo bastante ibérico y latino, ‘apacoleonarlo’ todo”, explica el director, antes de añadir que ha traído las historias «a la puerta de mi casa, a Madrid que tiene esa dualidad que es muy pija y muy provinciana a la vez».
Y de fondo la filosofía de los bonobos, una raza de monos que resuelve todos sus conflictos mediante las prácticas sexuales. ”El lema de los años 60 hippie de ‘haz el amor y no la guerra’ sigue siendo necesario y sigue siendo subversivo”, defendió León, que reconoció ser «más pudoroso de lo que la gente piensa”.
Mucho menos pegado a su autobiografía que sus anteriores largometrajes, sí que relata que en la película se incluyen muchas intimidades de sus amigos y de los del equipo artístico de la cinta. Pero, además de esta puesta en común de anécdotas, el proceso de investigación para Kiki… incluyó una visita de León a una fiesta de bondage y sado y una lista de los cientos de filias existentes, que utilizaron en el rodaje.
Dirigir desde el actor
Ha afrontado por primera vez el reto de dirigirse a si mismo, un proceso que ha resultado más fluido de lo que se temía y que ha asumido desde la perspectiva «del compañero. Tener a Ana Katz en el reparto, que también se ha dirigido a sí misma, ayudó mucho”, confiesa el actor y realizador, que comparte escenas con la argentina y con Belén Cuesta y se reivindica ante todo como actor.
Aún no tiene ningún proyecto futuro como cineasta, ni en la agenda «ni en la cabeza», pero sí tiene muy claro cómo concibe el género en el que ha desarrollado hasta el momento su carrera actoral y como realizador. «Defiendo la comedia con textura, la risa como medio y no como fin. El límite es lo que me hace gracia a mí”.