Diego San José: “La comedia debe arañar pero no hacer sangre”

Por Enrique F. Aparicio · 14 febrero, 2017

Protagonista de nuestra sección ¡Bienvenidos!, se ha incorporado a la Academia en la especialidad de Guión

El apellido San José no ha pasado desapercibido en el cine español reciente. Casi siempre junto al de Cobeaga, ha firmado alguno de los golpes más sonados de cuantos han moldeado la comedia cinematográfica de los últimos años. Ahora, el nombre de Diego San José también figura en los registros de la Academia. Abrimos una sección para dar la bienvenida a nuevos miembros, y lo hacemos por el principio. Por el guión.

 

¿Mamá, quiero ser guionista?

Nunca lo dije. Casi al contrario. Nunca tuve vocación de dedicarme al cine. De hecho estudié Administración y Dirección de Empresas. Estoy encantado de ser guionista, aunque me sigue sorprendiendo. Me da cierta envidia la parte romántica que no he tenido: escribir una guión por las noches con 17 años… Yo siempre he cobrado por lo que he escrito, lo cual es bueno a nivel económico pero no a nivel vocacional.

¿Cómo llega al cine?

En el instituto cogí una asignatura de libre elección llamada Foto y vídeo, porque sonaba fácil y la profesora era maja. Hicimos un corto entre amigos, como ejercicio de clase. Como entonces no había pantallas de plasma ni nada, lo presentamos a un concurso de un bar de San Sebastián donde, simplemente llevándolo en VHS, lo ponían en un proyector. Solo porque queríamos verlo en grande.

Una de las personas del jurado trabajaba en Euskal Telebista, y nos habló de un programa de prácticas en la tele. A los pocos meses, a esa productora le encargan un programa de humor. Lo que posteriormente fue Vaya semanita. Por eso creo que, a parte del talento o del esfuerzo, para ser guionista hace falta suerte, estar en el lugar adecuado. Borja Cobeaga, después de ser nominado al Oscar por su corto Éramos pocos, decide escribir una película y quiere hacerlo con alguien. Como estábamos juntos en Vaya semanita, me lo propone a mí.

¿Qué supone haber coescrito la película más taquillera del cine español?

Todo es bueno, uno no puede ser cínico con un éxito de este tamaño. Profesionalmente, te convierte en un guionista más atractivo y cotizado. El único pero que le pondría es que no alcanzar un éxito así es una manera de sentirse siempre motivado. Lo persigues. Nuestro objetivo era la taquilla y lo conseguimos, así que ahora pueden ser más atractivos otra clase de éxitos. En vez de pretender derrocar el récord de una película que ya es tuya, pues nos atrae innovar en el lenguaje cómico, hacer otro tipo de humor…

Hubo mucha gente que volvió al cine después de años para ver Ocho apellidos vascos.

Eso es muy bonito. Nosotros pretendíamos que hiciera taquilla, en plan cinco millones. Hizo 56. Recuerdo ir a San Sebastián a verla, después del estreno en Madrid, que siempre es algo menos real, y darme cuenta de que en la cola del cine había un grupo de adolescentes de 14 ó 15 años. Pensé que era muy positivo, porque en principio la película no se dirigía a ese público. Y resulta que había otro grupo de gente mayor, de hecho una señora era abuela de uno de los chicos, y todos iban a ver Ocho apellidos.

Me quedé pensando y caí en que no había habido ninguna película en la historia del cine que nos hubiera hecho coincidir en una sala a mi abuela y a mí. Cuando vi que pasaba eso, que por separado una abuela y un nieto iban a ver la película, sí me di cuenta de que algo especial podía estar pasando.

 

A día de hoy, ¿tiene alguna teoría que explique ese éxito?

Creo que hubo varios aciertos simultáneos, que dieron como resultado esa ecuación imposible. La fecha tan bien elegida por la distribuidora, la estrategia del número de copias… Había gente que no entraba en el cine porque estaba lleno, y no hay nada que ponga más cachondo que imaginar que está pasando algo dentro que no te puedes perder. Más allá de lo cinematográfico, la película también ejemplificaba superar un cierto pasado. Hay una escena de humor en una herriko taberna, se dice ETA, arde un contenedor… Hay algo catártico en el hecho de estar en una sala a oscuras con desconocidos riéndote de cosas que hace cinco año solo salían en las noticias.

Desde que escribe un chiste hasta que se ejecuta pasa por muchas manos, ¿le han sorprendido a veces para bien o para mal?

Las dos cosas. Creo que en la misma medida. Hay cuatro patas en un buen chiste: que sobre papel fuera gracioso, que el tono del director sea coherente con lo escrito, que el actor sepa hacerlo y hasta elevarlo, y que el montador tenga opciones para gestionarlo. Es tan complicado que cuando todo funciona es mágico. El montador en comedia es casi más importante que el guionista. La gestión de las pausas, del silencio, es fundamental.

Cuando uno se ríe parece una reacción poco intelectual. Un drama o un thriller demandan una respuesta más intensa en un principio. La comedia no tiene que jugar a ser intelectual, pero los que la hacemos sabemos que es muy complicado despertar esa reacción, hablar de tú a tú al público y aparentar ser inofensivos. Cuando te ríes siempre pones una serie de valores sobre la mesa, te descubres.

¿La comedia debe ser responsable y tratar con delicadeza según qué temas?

La comedia es la prueba del algodón de que algo se ha superado. Vaya semanita fue la prueba de que le estábamos ganando la batalla al miedo. Una de las primera pruebas de que algo va a acabar bien es que se puedan hacer chistes sobre ello.

Además la comedia es una buena vara de medir la madurez de una sociedad. Cuando se habla de los límites del humor la cuestión está mal planteada: el humor no debe tener límites. Yo puedo hacer un chiste con lo que sea, otra cosa es que la gente lo tolere. Pero ahí la limitación es del receptor, no del chiste. No sé si ahora mismo en ese sentido estamos madurando. Las redes sociales son prueba de lo rápido que alguien se puede ofender y hacerlo público. Eso puede condicionar al que hace el chiste, lo que constituiría una auténtica derrota. Yo puedo hacerme cargo de dónde acaba mi chiste, pero no de dónde empieza tu ofensa. Porque además al hablar de sentimientos y no de ideas, es un debate que deja de ser racional y pasa a ser emocional. En cualquier caso, creo que la comedia debe arañar pero no hacer sangre.

Ahora que es miembro, ¿qué cree que debe reivindicar o visibilizar la Academia de Cine?

Hay que pelear con el prejuicio del espectador que no ve cine español. Hay malentendidos como el tema de las subvenciones que siguen provocando rechazo porque nunca se han explicado bien. De hecho el esfuerzo que sí se ha hecho, por otras partes, es de explicarlo mal. Gente que nos ha ganado en ese terreno por su propio interés.

También me gustaría una renovación en la Academia respecto a qué cine apoyar: abrirnos a otros tonos, a otros géneros y estilos de los últimos años que todavía no tienen ese reconocimiento. Se nota en las nominaciones de los Goya, en quién mandamos a los Oscar… Eso se consigue incorporando a gente de mi generación, explicándoles que es importante que formen parte: si haces cine en España no puedes no estar en la Academia.

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