Fernando González Molina: «No quiero aburguesarme como director y para eso hay que ponerse retos»

Por Juan MG Morán · Foto: ©Manolo Pavón · 3 marzo, 2017

Estrena hoy la adaptación al cine de El guardián invisible

Dolores Redondo, autora de la aclamada trilogía del Baztán, vio la película que adaptaba el primero de estos libros sola en una sala de cine. Cuando los títulos de crédito aparecieron, se descubrió llorando y aplaudiendo. Fernando González Molina, director de títulos tan taquilleros como Fuga de cerebros, A 3 metros sobre el cielo o Palmeras en la nieve, conseguía así el que es su principal reto como cineasta: hacer sentir emociones al espectador. En el ADN de este navarro como cineasta va el dirigir como si estuviese sentado en una butaca de cine. Hoy estrena El guardian invisible con la mirada puesta en los impecables datos de taquilla de sus anteriores películas, pero tiene claro que si este filme ha hecho feliz a Dolores Redondo, es probable que el millón de lectores que ha disfrutado con las páginas de esta historia se sientan también satisfechos.

 

¿Cómo descubre el libro de Dolores Redondo?

Soy un lector compulsivo de novela negra y en uno de los viajes que hicimos a Colombia para preparar Palmeras en la nieve lo devoré. Vi que ahí había una película, pero leí en la contraportada que el productor de Millenium tenía los derechos y supuse que rodarían una producción internacional.

Parece que finalmente se la encargaron a un navarro….

Adrián Guerra y Mercedes Gamero me dijeron que estaba previsto rodarla en castellano, y les dije que aunque yo no era la apuesta más obvia para hacer esta película, me apetecía mucho. La idea es que la película viaje porque la novela se ha leído en muchas partes del mundo.

¿Cómo se planteó la adaptación a la gran pantalla de una novela leída por un millón de lectores?

Como en todas las adaptaciones que he afrontado. He leído un texto, he intentado destilar la esencia y, a partir de ahí, creo que, para ser fieles, hay que ser muy infiel al desarrollo. La novela de Dolores Redondo es muy cinematográfica y había cosas fácilmente trasladables, pero también hemos incluído 20 ó 25 minutos que no existían.

¿Le imponía lo que pensase Dolores Redondo tras ver la película?

Los que nos dedicamos a contar historias queremos el favor del público. No me creo a quien dice que le da igual una mala crítica. Imagínate si esa crítica viene de la persona que ha dado origen a la historia. La opinión de Dolores me importaba mucho, porque si ella estaba contenta, los lectores estarían contentos.

¿Cómo fue precisamente poner voz y rostro a la inspectora Amaia Salazar?

Fue muy fácil, pero, como los directores somos tan inseguros, lo hice difícil. Eva Leira y Yolanda Serrano, directoras de casting, cuando leen el guión y empezamos a pensar quién puede ser este personaje tan dual, con esta mezcla de fragilidad y firmeza, me dicen que por edad, por carácter y por talento lo debe hacer Marta Etura. Al ser tres películas, me daba pavor quedarme con la primera que veía, aunque hizo un casting impresionante. Así que vimos a 15 ó 20 actrices españolas de la edad, pero nos dimos cuenta claramente que había que volver a Marta.

¿Fue importante incorporar al equipo a profesionales vascos como la propia Marta, como Luiso Berdejo, como Fernando Velázquez…?

A lo mejor es un ejercicio de simpleza, pero para mí era muy importante que la gente que conoce ese clima, esos sonidos, esos lugares y esa luz estuviesen trabajando en esas áreas. Creí que ellos le podían dar autenticidad. Y son muchos, como dices: Fernando Velázquez haciendo la música y entendiendo muy bien la sonoridad; Iván Marin haciendo el sonido directo; Flavio Labiano haciendo la luz, porque vive allí y conoce muy bien esa atmósfera y geografía; más de 25 actores vascos o navarros… Estoy convencido de que esto hace que la película respire un lugar.

Volver a la comedia 

No hace nunca películas sencillas, ¿le motivan los retos cada vez más difíciles?

No es una decisión consciente, pero en las elecciones de las historias que quiero contar viene implícita esa necesidad de cambiar y enfrentarme a retos narrativos nuevos. No quiero aburguesarme como director, y para eso hay que ponerse retos.

¿Le apetece ahora rodar un filme con otros mimbres? 

Tengo otros proyectos [la miniserie Dime quien soy, la adaptación al cine de La piedra oscura, la producción en inglés Hijos del sol y las dos películas que podrán completar la trilogía de El guardián invisible], pero me apetece mucho hacer una comedia de nuevo. La vida me pide reírme y me apetece volver a este género. 

¿Cómo llega a este sprint final horas antes del estreno?

Como todos los directores a 24 horas de estrenar siento vértigo.  A eso se suma que cada vez te pones el listón más alto. A efectos de taquilla, Palmeras en la nieve me puso el listón muy arriba, y aunque estamos hablando de películas muy diferentes no puedes evitar  mirar atrás y desear que la película funcione tanto como aquella.

¿Cuál es el secreto para llevar tanta gente a las salas película tras película? ¿Es Fernando González Molina el director que nunca falla?

Creo que ese es Jota, pero sí hay un secreto debe ser algo parecido a elegir bien las películas que quiero hacer. No creo que sea yo el que lleve a la gente al cine, sí que son conceptos poderosos, interesantes. He tenido la suerte de poder elegir las historias que he querido contar.

¿Rueda pensando en el espectador?

Siempre me coloco en el monitor como si estuviese en la butaca de cine. Tengo la gran suerte de que mi ADN es el de la gente que va al cine a ver mucho cine. Eso me facilita las cosas, hago las películas para mí y soy muy honesto conmigo mismo, pero tengo la gran suerte de que lo que me gusta a mí también le gusta a mucha gente.

Yo no me tengo que disfrazar de nada, y eso me hace sentir muy cómodo. Muchas veces hablan de mí como el director que busca la taquilla, pero me da rabia, porque desconocen que este es mi ADN.

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