Terry Gilliam: «El humor consiste en pensar»

Por Chusa L. Monjas · 2 julio, 2018

Con El hombre que mató a Don Quijote clausuró el Festival de Cannes

 

Es imposible aburrirse con Terry Gilliam. Al excesivo director y guionista, el único norteamericano del extinto grupo británico Monty Python, le divierte todo. Hasta las malas críticas. Con una camisa menos estridente de lo que es habitual en él y sin ningún reparo en descalzarse ante los periodistas, el cineasta, de 77 años, pasó fugazmente por Madrid para promocionar el proyecto que le ha costado más de 25 años poner en pie, El hombre que mató a Don Quijote.

Inasequible al desaliento, Terry Gilliam, que siempre ha hecho gala de una total libertad a la hora de contar historias, está feliz, con un permanente gesto risueño, porque su deseo de trasladar a imágenes las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha se ha cumplido. El autor de Brazil, El rey pescador 12 monos se apoya en Jonathan Pryce, Adam Driver, Stellan Skarsgård, Olga Kurylenko, Joana Ribeiro y en los españoles Óscar Jaenada, Sergi López, Jordi Mollà, Rossy de Palma, Hovik Keuchkerian y Jorge Calvo en esta producción de Gerardo Herrero y Mariela Besuievski que ha llegado a los cines con 110 copias y apta para mayores de 12 años. Una clasificación que le hace especial ilusión, ya que cree que sus cuentos «gustan mucho a los niños porque tienen la mente abierta y no tienen tantos prejuicios como los adultos”. Eso sí, advierte de que, “a diferencia de la gran mayoría de los chicos españoles», él ha leído los dos tomos de la novela cervantina.

El que para muchos es el artista con peor suerte del mundo ha realizado su Quijote, un proyecto que ha tenido una de las gestaciones más torcidas y extensas de la historia del cine: inundaciones, riadas, enfermedades de actores, abandono de estrellas, recortes de presupuesto, pulsos con los productores… Decidió continuar y llegó hasta el final. Lo suyo ha sido una cuestión de fe.

A finales de los ochenta leyó por primera vez Don Quijote de la Mancha y dijo que su intención era hacer una reinvención del mundo de la figura literaria española con mayor proyección universal. 

Es imposible encajar la novela en una única película. He sido respetuoso con un libro que he absorbido y luego he hecho saltar por los aires, y me he fijado dónde caían las páginas. Me gusta mucho Cervantes, sus personajes y los hechos que cuenta, y me he agarrado a la ventaja de no ser español. 

La serie de televisión que protagonizó Fernando Rey me pareció muy seria porque era una adaptación muy fiel, pero un norteamericano que se ha nacionalizado británico es libre. ¡Con el Brexit no tengo que ser fiel a nada!

Lo que me haría feliz es que a Cervantes, si viviera, le gustase lo que hemos hecho con su trabajo.

La novela ha tenido lecturas muy diferentes. Cuando se editó fue un best seller, una obra de risa, luego pasó a ser una obra clásica y posteriormente se entendió como una novela romántica. El Quijote da para todos, pero no deja de ser una novela de aventuras y caballería, muy para los jóvenes. 

Yo sé la película que he hecho, pero desconozco cómo reaccionará la gente ante la historia que hemos contado, que ha sido una selección de las partes de la novela con las que más me identificaba. Habrá personas que no estén de acuerdo y eso me gusta. Uno trata de hacer el mayor ruido posible, pero no sé como meter al público en el cine, quizá si saliera en la televisión hablando se daría cuenta de lo divertido y simpático que soy, y así llamaría la atención para que fuera a ver El hombre que mató… Confío en que si ha gustado lo que he hecho antes, también vaya a ver lo que acabo de hacer.

Varias personas me han dicho que se escucha mucho fuck –joder–, una palabra que uso a menudo cuando ruedo y que Adam Driver dice continuamente por boca de su personaje, Toby –un director de publicidad que vuelve al pueblo español donde una década atrás, cuando era un estudiante, filmó una película sobre El Quijote y se reencuentra con el zapatero que interpretó al ingenioso hidalgo (Pryce), que se ha vuelto loco al quedarse enganchado al personaje de Miguel de Cervantes–.

¿Cree que Cervantes escribió esta novela para que la gente perdiera el miedo a los locos?

Me gusta pensar que el propósito de Cervantes fue que la gente se riese más de la vida. Cada capítulo del libro es perfecto para pasar una tarde delante del fuego rodeado por la familia. Creo que, como Charles Dickens, Cervantes escribió con la idea de que cada día descubriéramos qué apasionante y nueva aventura le esperaba a Don Quijote. Es un libro familiar y espero que también sea una película familiar. 

Foto: ©Alberto Ortega

El soñador sin sueños

Para aventura la suya con esta producción. Parecía un sueño imposible. 

Ya no tengo sueños, me conformo con contemplar una puesta de sol. Los tres últimos años han sido muy intensos, solo ha habido Quijote, Quijote, Quijote… Llegó el Festival de Cannes y no sabíamos si se iba a proyectar por los problemas judiciales con el productor Paulo Branco [pidió el embargo de la película, demanda que la justicia francesa rechazó].

En unas semanas espero volver al trabajo, pero no tengo ningún plan, no sé lo qué voy a hacer. Ahora solo quiero irme de vacaciones con mi mujer.

¿Que ha supuesto para usted que El hombre que mató a Don Quijote clausurara Cannes, el festival de festivales?

Yo sé que el material es bueno. Cuando estaba montando, enseñé la película a muchas personas y por sus reacciones y opiniones supe que funcionaba. Si no hubiera podido enseñarla en Cannes, tenía un plan B: alquilar un cine e invitar a todo el que quisiera a ver la película gratis. Estoy agradecido al festival porque me he ahorrado dinero. En serio, fue fantástico porque estaba preocupado por si Paulo [Branco] ganaba, pero perdió, así que puedo decir que también es una película optimista.

Ha hecho lo que quería y en lo que creía pero, ¿en algún momento temió fracasar?

Sí. Me preocupaba que mucha gente tenía ya una idea de la película y que mi Quijote no fuera tan bueno como muchos esperaban. Las primeras semanas de rodaje fueron muy duras, tenía dudas, así que me concentré en el trabajo. Cuando vi todo el material rodado me pareció una ‘mierda’, metí las tijeras y al final conseguimos un buen corte de pelo, y confío en que también un buen filme. Me llevó un tiempo amar la película porque me obsesioné y, aunque habrá gente que se sentirá decepcionada, estoy muy orgulloso de lo que he hecho porque es una historia mágica, preciosa. Todo lo que quiero ver en una película está aquí. 

Hay que verla porque no es un cómic de la Marvel y porque hay que estar orgulloso de ser español (risas). El Gobierno tendría que dictar una ley obligando a todos los ciudadanos a que vayan a verla.

Ha dedicado el filme a los desaparecidos Jean Rochefort y John Hurt.

No podía actuar de otra manera. Es curioso, todos mis Quijotes se llaman John –Rochefort, Hurt y Jonathan Pryce–. Todo estaba conectado y todo encajó porque cuando volví a España me reencontré con viejos amigos como Rossy de Palma, Jorge Calvo y el director de arte Eduardo Hidalgo, entre otros miembros del equipo que estaban en la versión original y han participado en El hombre que mató…

Para usted, ¿estaba loco Don Quijote? 

Sí, porque se empeña en ver el mundo a través de sus ojos de romance y caballería, y siempre se equivocaba porque el mundo no es así. Yo me identifico con él porque cuando hago una película miro al mundo, intento entenderlo y pienso que he hecho un dibujo perfecto, real, y años más tarde me doy cuenta de que no he acertado. Así que empiezo de nuevo y hago una nueva película sobre mi perspectiva del mundo, pero nunca consigo hacerlo bien. El mundo es lo que es [empieza a cantar en español la canción ‘Qué será, será’]. 

 

Preocupado por la Tierra

Lleva casi 40 años ofreciendo demoledoras instantáneas de un futuro desolador. 

¿Yo he hecho eso? Cuando llego al set digo: Inshala –que significa ‘Dios lo quiera’ y que equivaldría a nuestro ojalá–. El mundo es una caja de Pandora que Donald Trump ha abierto y ahora todo está volando por los aires y reina el caos. No sé cómo acabará, pero ha hecho cambiar el mundo. Lo que me da miedo es cómo el ser humano ha sido capaz de contaminar y destruir este planeta [es la única vez que se pone serio, muy serio]. Es una locura que se gasten miles y miles de millones para viajar a Marte cuando por unos cientos de dólares puedes ir a Arizona, que es lo mismo que el Planeta Rojo. Estamos haciendo mucho daño a la Tierra con la contaminación, en el último año han subido los niveles de dióxido de carbono y no somos capaces de pararlo. Tenemos que aprender a vivir de una forma más sencilla porque estamos en un momento muy peligroso. Espero que nuestro planeta sea más fuerte que nosotros y nos gane la batalla

¿Dónde está su eterno sentido del humor? 

Es que también está desapareciendo la comedia y el humor está amenazado continuamente. Cada vez que digo algo divertido, me lo tiran, tengo que callarme. 

Para mí el humor es fundamental, es lo que me mantiene vivo y en lo único en lo que creo. El humor consiste en pensar y cuando te ríes de algo o tienes momentos y situaciones divertidas, estás pensando y puedes ver las cosas desde otro punto de vista. Ahora todo se ha vuelto tan serio que no te puedes reír de nada.

Foto: ©Alberto Ortega

Como cineasta revolucionario que es, ¿ve en el cine directores que quieran ser y hacer algo distinto? 

Últimamente no he visto nada especialmente bueno. Me gustó mucho Amores perros –ópera prima del hoy reconocido González Iñárritu–, los hermanos Coen a veces cuentan historias interesantes… No hay tantas películas que lleguen al corazón. 

Monty Python hizo hace 40 años La vida de Brian –sigue siendo una de las comedias favoritas del gran público– y está de plena actualidad porque hablaba de temas que son muy importantes ahora mismo. La gente debería volver a verla. Mis películas hay que verlas varias veces porque mejoran con el tiempo.

«Mi aspiración es hacer un cine inteligente y entretenido»

Sorprender, apabullar, desconcertar, motivar… ¿qué quiere provocar en el espectador?

Quiero que piense y que lo pase bien. Yo me río de mí mismo constantemente. Mi aspiración es hacer un cine inteligente y entretenido porque si diviertes al público, puedes convencerle de que tu idea es genial.

El hombre que mató a Don Quijote es su última producción accidentada, pero no es la única. Los Weinstein no se lo pusieron fácil en El secreto de los hermanos Grimm.

Me hierve la sangre cuando me dicen que no puedo hacer algo. No me gusta que me digan que no. Me negué a trabajar con los hermanos Weinstein durante muchos años porque sabía que la relación no iba a ser buena. En El secreto… se aprovecharon de la desesperada situación que tenía, porque estaba en Praga con todo el equipo parado. Fui a la ceremonia de los Oscar y me encontré con Martin Scorsese, que había hecho con ellos Gangs of New York, y le dije que aunque no me gustaban, eran los únicos que podían financiar la película. Le pregunté ¿qué hago?, y contestó: hazlo. Así que la culpa es de Martin. Fue una experiencia horrible, Harvey Weinstein fue cruel, y ahora el karma se ha puesto en su contra. 

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