Un cúmulo de casualidades llevaron a la cortometrajista y montadora Diana Toucedo al momento y lugar oportuno para rodar su ópera prima. La realizadora gallega llevaba varios años viviendo en Barcelona y quería hacer algo en su tierra cuando a una de sus mejores amigas la enviaron de profesora a un colegio de la zona. Fue y se enamoró de la Sierra de El Courel y tuvo claro que ahí quería narrar su primera película, Trinta Lumes, la historia que este miércoles sirvió de antesala a un coloquio sobre el documental en la Academia de Cine, en la que participaron Toucedo y la investigadora y docente María Luisa Ortega, y que moderó la montadora Julia Juániz.
Estrenada en la pasada edición de la Berlinale, la película ambientada en la Galicia rural, cuenta la historia de Alba, una niña de 12 años que quiere descubrir lo misterioso, fascinante y desconocido de la muerte. Con su mejor amigo, Samuel, entran en casas abandonadas, recorren pueblos destruidos y se sumergen en el interior de las montañas, un mundo a medio camino entre la realidad y la mitología.
Casi cinco años le llevó levantar el proyecto de los que dos los dedicó a la investigación. “Me centré en crear vínculos, necesitábamos que la gente nos sintiera parte de ellos, no alguien externo que viene a grabar unas imágenes y se marcha, era muy importante crear lazos fuertes, reales y sólidos”, relató. En el rodaje,“exploramos mil posibilidades e intentábamos llegar a sitios tan íntimos como las habitaciones que para ellos son espacios muy importantes”, desgranó la directora, que buscó que la cámara fuera “lo más invisible posible».
Para Ortega, con este documental “ Diana nos invita a dejarnos llevar por lo sensitivo y emocional y no por lo racional. La película se mueve en lo poético y lo sensible” y destacó el tratamiento diferencial de los niños: «Los primeros planos muestran trascendencia. En los planos sostenidos se ve incertidumbre. Te preguntas que están pensando». Una decisión que la realizadora justifica porque “necesitaba entender como los niños perciben el mundo que les rodea, los mitos, las leyendas y las tradiciones. Lo trabajamos mucho con la directora de fotografía: captar a los niños desde la proximidad. Con los adultos hay otra distancia porque es otro universo y están más en silencio. Los niños son más permeables y de ahí la cercanía”.
El tiempo y la muerte
El grueso de la historia sucede en octubre y noviembre, una temporada importante en Galicia “por el día de los difuntos, la llegada del otoño y el frío, la lluvia, la nieve y un replegarse hacia dentro que posibilitaba el abrirse a otros terrenos. Después entraron otras estaciones, ya que el paisaje era un personaje más, que aventura la narración”, explicó la directora, que marcó dos elementos clave: el tiempo y la muerte.
“En Galicia el tiempo está trenzado y los antepasados también están en el ahora. No es lineal. Todo puede estar sucediendo a la vez. Por eso la película es circular”, desveló Toucedo, que presenta a la muerte en la película no como un final, sino «una transformación ya sea hacia lo natural o lo humano… El árbol muere pero en primavera vuelve a brotar. Por eso todos esos antepasados pueden seguir estando ahí como la naturaleza misma”.
El sonido –»es importantísimo jugar con ese potencial. Es el otro 50% de la imagen»– y la estructura fueron prioritarios para la directora, que señaló el montaje como lo más difícil. «Había mucho material y encontrar la estructura fue lo más complicado. Se me ocurrió incluir la voz en off una madrugada cuando, además, estaba inmersa en otra película. Y entonces todo empezó a funcionar y Alba se convirtió en la protagonista absoluta”. Es determinante, según Toucedo, cuando la protagonista les introduce en la casa por primera vez porque “en ese momento me di cuenta de que la película puede abrirse a otros terrenos como la ficción. La segunda vez que me ocurrió fue con Samuel y de ahí nace el final de Trinta lumes. Todo surgió de una manera natural”, reconoció la montadora, que aclaró el final ante las preguntas de los asistentes: “con la desaparición no quiero resolver nada, sino dejar en el aire qué ocurre cuando las cosas desaparecen”.
El documental hoy
En esta mesa redonda, no faltó la radiografía de la situación del documental en la actualidad. “Diversidad y pluralidad desde los años 20. En las ultimas décadas, desde los 90, las opciones y miradas se han multiplicado hasta el infinito. Con cada película el documental se reinventa, surgen nuevas formas expresivas, nuevas formas de contar…», resumió Ortega; mientras que la realizadora llamó la atención sobre el problema de los canales de distribución. «Es el gran cuello de botella de los documentales. Se produce mucho más desde la digitalización porque se abaratan los costes, pero después las producciones se quedan en un limbo y es muy difícil incluso acceder al VOD», analizó la autora de Trinta lumes, que señaló la importancia de los festivales y la suerte extraordinaria que ha tenido de llegar a las salas con este documental, que se estrenó el pasado 8 de febrero. Conscientes de lo poco que se conoce la no ficción entre el público general, las ponentes también pidieron visibilizar estas películas, «porque es tan rico como la ficción», y llevar el documental a los colegios.
Con Trinta lumes en los cines, Toucedo trabaja ya en dos proyectos: un documental vinculado a su padre, que es capitán de barco, y una historia de ficción. En esta nueva etapa como directora, confesó que no piensa abandonar el montaje porque «es el lugar de mayor aprendizaje” y concluyó el encuentro invitando a los presentes a acercarse «a lo desconocido, a otras realidades», a través del documental.