“El cine es el oficio más bonito del mundo: no es un trabajo fijo; los compañeros cambian, no son siempre los mismos; y, a veces, te pagan”, declaró José Luis García Sánchez en el homenaje que le dedicó la Fundación Academia de Cine, dentro del programa ‘Maestros’.
Recibido con aplausos por muchos de sus amigos y compañeros (Manolo Gutiérrez Aragón, Emilio Martínez-Lázaro, Borja Cobeaga, Víctor Manuel, María Galiana, Juan Diego, Gustavo Salmerón, Fernando Méndez-Leite, María Barranco, Imanol Uribe, Tina Sainz y Manuel Vicent, entre otros muchos), el veterano director, guionista y productor salmantino asistió a la proyección de una de sus películas, Pasodoble, y, tras escuchar el vídeomensaje de una de sus grandes amigas, la guionista mexicana Paz Alicia Garciadiego, que le dio las gracias por sus “juergas” y por “contagiarle su pasión por el cine”, conversó con sus colegas Fernando Trueba y Pablo Berger, la actriz Ana Belén, y con su hijo, el también director Víctor García León.
García Sánchez hizo gala de su gran sentido del humor cuando habló de su paso por la Escuela de Cine, “donde no existía la censura y la matrícula costaba 148 pesetas»; de su papel de “gancho” para que el productor Luis Sanz le ofreciera un papel a Ana Belén en La corte de faraón; de sus comienzos “llevando los bultos a Basilio Martín Patino y a Carlos Saura. Empecé a conocer a gente y poco a poco me metí en ello»; y del conflicto laboral que tuvo con los actores españoles “porque en Las truchas –que ganó el Oso de Oro en Berlín– empleé a todos los actores argentinos que habían huido de la dictadura”.
El director de Divinas palabras, La noche más larga, María querida y Los muertos no se tocan, nene, también contó anécdotas de sus buenos amigos Rafael Azcona y Antonio Gamero y del intérprete italiano Gian Maria Volonté. “Cuando le queríamos contratar para Tirano Banderas nos dijo que no, que eso era un spaguetti western. Nos invitó a su funeral y nos quedamos en su casa, que estaba llena de obras de Valle-Inclán”, relató García Sánchez, para quién el escritor y dramaturgo gallego es “una enfermedad”.
Convencido de que “el mundo friki no es mío, está en la vida cotidiana, lo vemos en las noticias”, García Sánchez señaló que el cine necesita tener “protagonistas muy importantes y luego secundarios que enriquecen a esos protagonistas, algo que siempre ha embellecido el cine español y la gramática española”, apostilló este cineasta que calificó de “brutal error” tener eso que llaman estilo cinematográfico, “porque supone el control de unas variables que tú no controlas: reparto, presupuestos…”.
La amistad, el motor de su vida
García Sánchez nació en la ciudad que acogió el primer foro de reflexión sobre el cine español, en Salamanca, “y ese ‘espíritu de Salamanca’ caló en él porque han sido 50 años levantando proyectos, viendo películas, interesándose por el patrimonio cinematográfico, ganando premios y, sobre todo, haciendo amigos porque la amistad es el gran motor de su vida”, resaltó Rafael Portela, vicepresidente de la Academia, donde Fernando Trueba se detuvo en el apellido de Pepe “que es terrible para hacer un adjetivo. Dices ‘berlanguiano ‘ y es costumbrista, divertido. Cuando es ‘azconiano’ es más siniestro. El ‘garcisanchismo’ es un punto más allá, porque hay un grado de disparate absurdo de mente. Le da el punto de locura. Pepe es la persona que más ha hecho reír a Azcona. Los dos eran peligrosos por separados y juntos ya eran la leche. En Pasodoble se ve que estaban condenados a entenderse”.
Y se entendieron porque escribieron numerosos guiones “por el placer de estar juntos y de reírnos”, apuntó Fernando Trueba, que se unió al tándem para crear el libreto de Belle Epoque. “Fue a Pepe a quien se le ocurrió la escena más celebrada de la película, cuando la madre llega a la casa y se para en la puerta y se pone a cantar. En ese momento, Fernando Fernán-Goméz dijo que ya solo quería hacer musicales”.
“Me dio la oportunidad de entrar en un universo friki, el suyo. Cuando estás trabajando con él, surge esa amistad de por vida. Todos los que hemos trabajado contigo, nos hemos reído”, destacó Ana Belén.
“Después de ser 42 años siendo hijo tuyo, lo que me dan las ganas es de ser tu amigo. Has tenido una voracidad de amistad. Incluso con los que te caían mal, hacías por que te cayeran bien para trabajar con ellos”, indicó Víctor García León, que cuando le dijo a su padre que quería dedicarse al cine le dijo: «en los bares hay chicos más guapos e inteligentes que tú que quieren hacer películas sobre ideas inteligentísimas, pero nadie hace películas sobre la vida, ahí tienes un hueco”.
No fue el único en seguir su consejo. Pablo Berger también hizo caso de la recomendación de García Sánchez. “Fue el primer director de cine que conocí. Yo iba lleno de preguntas y no me sirvieron de nada porque él me preguntó ‘¿quieres vivir del cine, porque te meto de meritorio en Divinas palabras? ¿O quieres ser director, entonces vete de Madrid y escribe y dirige tu primer corto? Y eso fue lo que hice”, rememoró.
En el encuentro que moderó la periodista Begoña Piña también habló Manolo Gutiérrez Aragón, amigo de García Sánchez desde los tiempos de la Escuela de Cine, y que desveló que al homenajeado nunca le detenían “porque llevaba una capa española”.