Sororidad y emancipación en Comandante Arian | Encuentro con Alba Sotorra

28 febrero, 2019

Con motivo del próximo Día Internacional de la Mujer, la directora catalana presentó su documental dentro del espacio Cine-ONU, programado por Naciones Unidas, en colaboración con CIMA y la Fundación Academia de Cine

“En 2014 vivía en Berlín, y allí llegaban mucho más las noticias de lo que sucedía en Siria, entre ellas la de las mujeres que se unían a las YPJ, Unidades de Defensa de las Mujeres”. Así explicó Alba Sotorra en la institución el origen de su documental Comandante Arian, que se adentra en el conflicto sirio para abordar la lucha de un grupo de mujeres de la resistencia kurda contra Daesh.

Una guerra que para ellas está relacionada con la libertad y con el papel asignado a las mujeres por el grupo terrorista. “Su primer objetivo para luchar era la integridad física, pero lo que más me llamó la atención fue que esos retos iban más allá, la libertad para la próxima generación de mujeres en Siria”, relató la directora, que siendo “mujer y feminista” no podía dejar de interesarse por las integrantes de las YPJ, sus preocupaciones y su convivencia en el frente y en los hospitales de heridos.

“¿Queremos ser esclavas? ¿Qué papel quieres tener como mujer en la sociedad?”, pregunta la comandante Arian repetidas veces a sus compañeras más jóvenes, ante el hecho de que para el Daesh las mujeres no valen nada y las repetidas capturas, violaciones y decapitaciones que sufren las que caen en manos del grupo terrorista islámico; pero también consciente de que un contexto de guerra proporciona a la mujer un espacio de reafirmación y representatividad inalcanzable en la vida civil. Las conversaciones y la intimidad de las combatientes, lejos de sus familias y sus casas, son captadas por una cámara “que quería que fuera invisible”, en palabras de Sotorra, que agradeció que las protagonistas “me abrieron las puertas y dejaron que las conociera todo el tiempo que necesitara”.

En plena lucha por recuperar aldeas y ciudades controladas por el autoproclamado Estado Islámico, la directora aterrizó en 2015 en Siria con una cámara pequeña, dispuesta a estar dos meses y luego volver con un equipo de rodaje, “pero me di cuenta de que era inviable garantizar su seguridad”. Contó la realizadora también que pasó miedo muchas veces, “especialmente cuando venían los aviones turcos”, aunque aseguró que todo “forma parte del riesgo que uno tiene que asumir desde la posición de comunicar algo”. A ese viaje le siguieron otros en años siguientes, hasta conformar una historia en dos tiempos: el pasado, con la última misión de Arian; y el presente, cuando se recupera de las heridas recibidas.

Esta es la primera vez que esta iniciativa de la ONU para divulgar temas globales importantes relacionados con la institución recala en España, y contó con la participación de Susana Malcorra, ex jefa de gabinete del Secretario General de la ONU; María Elena Gómez de Castro, directora general de Política de Defensa; Carlos Jiménez Rengifo, encargado para España en la Oficina Regional de Información de la ONU para Europa Occidental; y Cristina Andreu, presidenta de CIMA.

Y es que Comandante Arian no solo remitía al día que Naciones Unidas dedica a la mujer, sino a la resolución 13/25 de su Consejo de Seguridad. Un cambio de perspectiva, “ya que el organismo se pronunció, no sobre un conflicto en particular, sino como las mujeres son usadas, violadas, capturadas… Se tiene en cuenta este hecho en los despliegues de los cascos azules y las fuerzas de paz”, según Malcorra.

Por su parte, Gómez de Castro advirtió sobre la doble mirada de ese texto, que se advierte en el documental: “por un lado, el poder de las mujeres en ciertas sociedades y su vocación de ser algo más que mujeres y esposas; y, por otro, las mujeres como víctimas. Usadas como armas de guerra”.

Sotorra dedica esta historia a la fallecida Anna Campbell, una feminista y anarquista británica que viajó hasta Rojava para luchar junto a las YPJ. Al igual que ella, la realizadora catalana quiso solidarizarse y compartir la lucha feminista de las mujeres kurdas, pero a través de su segundo largometraje de no ficción. La catalana empuñó su cámara con la idea de que “una película no cambia el mundo pero muchas miradas sobre una situación sí que ayudan”.

 

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