El pasado viernes, Sergi Dies, montador de la cinta, mantuvo un encuentro con el público en el que recordó el proceso de creación de este filme, que logró el premio a Mejor Película de la crítica en el Festival de Sitges.
“El rodaje estaba condicionado por la pérdida de memoria inmediata de Joaquím”, explicó Dies. “La memoria lejana la tenía intacta, por lo que tirábamos mucho de las ideas que tenía para el guión de ficción previo a la película. No había nada escrito pero sí hay unas líneas claras de lo que se quiere hablar, los ejes desde los que se trenzan las historias”. El cineasta concebía la cinta como “una estructura abierta a lo que pudiera pasar durante el rodaje, que podía intervenir en el material que se generaba. No se buscaba retratar las intenciones, sino que el rodaje generara una realidad intervenida”.
Una vez metidos en harina, se descubrieron con 70 horas filmadas, que había que “reducir a ocho para la digitalización, porque era lo que cabía en el ordenador, aunque se ponerse a montar. Jordá despotricaba del digital, le ofendía que no se reflexionaran los cortes de montaje, que fuera todo tan rápido. Eso imponía un tempo, que yo a lo mejor de otra manera no hubiera tenido, pero que me ha dejado un poso de oficio: de dónde cortas y para dónde lo llevas. Poner atención a la decisión de corte, al por qué”.
Documento mental
A raíz de Monos como Becky y otros documentales coetáneos como En construcción y El cielo gira, se incentivó el debate en torno a lo documental y la ficción. Sobre lo que Dies argumentó que“yo no hago tal distinción, como quien es daltónico, no distingue los colores y aprende a manejarse con su código. Me he enfrentado a todos mis proyectos como una película, gestionando los materiales con idénticas variables de criterios narrativos y espacio-temporales”.
“Buscando una manera de evadir el debate”, continuó, “porque creo que la propia pregunta condiciona la respuesta, surge ‘documento mental’, juego de palabras que implica y excluye al documental de verdad inamovible o de retrato de la realidad”. Usando términos aristotélicos, “que distinguen la diégesis, el relato en el que un hombre con capa puede volar y lo aceptamos mientras mantenga la coherencia; y la mímesis, el retrato que debe guardar todas las leyes de lo real, el documento mental es un retrato que tiende a la mímesis pero que entiende que no existe la objetividad, que hay un punto de vista y todo punto de vista afecta a la realidad».
«Los documentales están más expuestos a generar materiales no previstos, al azar”, apostilló. Para Dies, “la ficción genera piezas mucho más acotadas y definidas, es más fácil descartar planos por razones técnicas. Pero en el documental a lo mejor un plano no está bien técnicamente pero es un documento imprescindible. Es un material menos domesticado».