Un billete de lotería premiado y la promesa de su amigo el escultor Ramón Acín fue el golpe de suerte para que Luis Buñuel pudiera rodar Las Hurdes. Tierra sin pan. Este episodio de la historia del cine español, desconocido para el gran público, se hace ficción en Buñuel en el laberinto de las tortugas. Curtido en producciones internacionales, cortometrajes y series de animación, el director Salvador Simó partió de la novela gráfica homónima de Fermín Solís para llevar a la gran pantalla esta historia, que desplaza su centro del director aragonés al homenaje a su entrañable amistad con Acín. La película es un viaje a Las Hurdes, donde los protagonistas se dieron un bofetón con una realidad muy diferente a sus círculos artísticos en París. Y donde el genio de Calanda «entró como Luis y salió como Buñuel».
¿Durante todo el proceso de documentación para la cinta, han descubierto un Luis Buñuel distinto al que conocemos públicamente?
El coguionista Eligio Montero y yo enfocamos la historia en su juventud, contamos la historia de un joven director de 32 años, que acababa de estrenar La edad de oro con gran escándalo. Eso nos permite quitarnos la sombra de “el gran Luis Buñuel” y centrarnos en la persona y en ese Buñuel que no se ve. Javier Espada, exdirector del Centro de Documentación de Las Hurdes, fue nuestro asesor y nos puso en contacto con el hijo de Buñuel en París. Juan Luis Buñuel nos presentaba una parte más humana de su padre. No en cuanto a anécdotas, sino como persona y sobre su relación con Ramón Acín.
La película es una puerta pequeñita a la mente de Luis Buñuel, para entender por qué actuaba así, sus complejos, sus traumas… Era muy contradictorio, por momentos te cae fatal y luego te parece muy entrañable. Hemos intentado humanizar a Buñuel sin edulcorarlo. Cuando hace barbaridades, las hace.
Precisamente, alguno de sus comportamientos puede chocar con el espectador actual, como en el caso del maltrato animal. En el nuevo Dumbo, Disney se ha apresurado a cambiar la concepción del circo. ¿Se plantearon hacer lo mismo y adaptarla a los tiempos?
Hay que ser fieles a lo que uno cuenta. Intentamos mostrar al espectador otra época, que también era tremendamente machista, y donde se maltrataba a los animales. Eso no quiere decir que estemos a favor, todo lo contrario, pero edulcorarlo porque ahora pensamos diferente me parecería muy falso y de poca justicia con lo que vamos a contar y con los personajes.
Y, sin embargo, tienen claro que Buñuel consigue conectar con el siglo XXI.
Su obra es muy actual porque con su cine intentaba que te cuestionaras las cosas y que nada de lo que vieras lo dieras por sentado. Ya lo decía Julio César, si quieres gobernar al pueblo dale pan y circo, no querían que pensaras. Luis Buñuel buscaba todo lo contrario, sus películas eran tremendamente provocativas, era una persona que se posicionaba.
Cuando estudiaba cine, había gente que te hablaba maravillas de los finales abiertos. A mí particularmente no me gustan. Prefiero los directores que son capaces de contarte una historia y cerrarla. Y con esto que te hagan pensar. Luis Buñuel lo hacía. Es muy fácil dejar las cosas abiertas y que la termine el espectador. Implica más coraje tener el valor de acabarla y darle tu final, y que el público esté de acuerdo o no.
Nosotros en esta película también hemos intentado posicionarnos, con el mayor respeto y cariño a Luis Buñuel, pero tomando nuestras propias decisiones. Buñuel… no deja de ser nuestra visión de una historia, que además es ficción porque había muy poca documentación del rodaje de Las Hurdes.
“Hay más coraje en cerrar un final que en dejarlo abierto”
En el Festival de Málaga afirmaron que estarían satisfechos si Buñuel… consigue que el público vaya después a ver el documental de Las Hurdes. ¿Tiene un afán didáctico?
Queremos que la gente conozca un poco más a Luis Buñuel y a Ramón Acín, que era un artista increíble de aquella época y yo creo que merecemos recuperar aquella memoria histórica. Que la gente entienda que en España hay grandes directores como Luis Buñuel, porque hay mucha gente que desgraciadamente no sabe quién es.
Frente a la apuesta más comercial del cine de animación familiar y con una estética hollywoodiense, han optado por el ‘más difícil todavía’: la animación para adultos, el 2D tradicional y una historia muy española.
El productor Manuel Cristóbal y yo teníamos claro que no era para niños. Además, yo empecé mi carrera con el 2D y creo que era el medio perfecto para contar esta historia, porque tiene una magia y una libertad creativa infinita que no consigue la animación 3D. Hubo una época donde casi no había películas en 2D y afortunadamente ahora esto está cambiando. Lo que sí era complicado es el hacerla en España así y con un presupuesto súper ajustado. Pero estas limitaciones permitieron que el resultado sea nuestra idea y nuestra visión de la historia. Muchas veces las grandes productoras que aportan grandes presupuestos tienen otra idea de lo que tiene que ser la película.
Además, yo creo que ahora se está abriendo un filón para la animación para adultos. El año pasado Raúl de la Fuente y Damian Nenow estrenaron Un día más con vida y todas estas películas están abriendo una puerta que yo espero que no se cierre.
También coinciden con Un día más con vida en la hibridación de animación y acción real. En vuestro caso, incluyendo fragmentos del documental de Las Hurdes y descartes del metraje inéditos.
Esta mezcla le da una solidez a la animación y un punto más adulto, y es un buen medio para darle más realidad a esas teorías que, a veces, el espectador se pregunta si te lo has inventado todo. Imagínate si redibujamos en animación las imágenes de las cabras del documental… daría la sensación de que no sucedieron así. Cuando pones las imágenes rodadas por Luis Buñuel en 1932 y 1933, es incuestionable.
La mayoría de lo que se ve en la película corresponde al documental y luego hay algunos planos del descarte. Nos contaba su hijo que la película la editó Luis Buñuel en la cocina de su casa con una lámpara y había planos que descartó al pensar que estaban desenfocados porque no los podía ver bien y en realidad no lo estaban. Había un material de más de 20 minutos de descartes y algunas cosas las pudimos meter en la película, para darle una dimensión de making of de Las Hurdes, como es el plano de Luis Buñuel disparando a la cabra.
Las Hurdes es un personaje más en el filme.
Fuimos a localizar allí y a documentarnos, con parte del equipo de arte y de layout de la película, para entender el lugar. Más que coger muchas referencias visuales, lo importante era sentir el espacio. Porque Las Hurdes es muy particular, los pueblecitos pequeños están en valles muy cerrados y abajo del todo, al lado del río, y para ver el cielo tienes que levantar la cabeza y eso te da una sensación claustrofóbica. Pero, en cambio, cuando hablas con gente de allí para ellos es como estar en los brazos de la tierra, es una sensación de ser acunados. La misma realidad se puede ver de distintas maneras.
¿Cómo es su relación con la figura de Buñuel tras esta cinta?
Para mí Luis Buñuel ha sido un maestro, aunque más como artista que técnicamente como cineasta. El poder conocerlo en todas sus facetas te da un conocimiento del arte de esa época y de su visión de cómo hacer cine increíble. Yo he intentado no copiarle en la película, aunque al final por ósmosis o simpatía acabas teniendo mucha influencia. Hay otros directores a los que admiro y a los que hago homenajes en la cinta, como Sergio Leone, Quentin Tarantino, Jean-Luc Godard…. Pero claro, la esencia debajo de todo es Buñuel.